Max.
Después de salir de la biblioteca y de mis clases, me dirijo a la cafetería más cercana.
La campanita del lugar hace un poco de eco cuando entro, sin embargo, ninguno de los que están se insinúan a voltear.
Me encamino a uno de los asientos de atrás, son uno de los más viejos y menos usados, pero siendo sincero; no me interesa en lo absoluto. Me siento en el lugar acolchonado y dejo salir un largo suspiro.
—Pero si es mi cliente favorito —comenta uno de los meseros mientras se acerca a mí mesa. Mark. Es el que suele atenderme cada vez que vengo, me sonríe y le devuelvo el gesto—. ¿Qué vas a ordenar?
—Lo de siempre.
Él hace una mueca. Su piel morena resalta por los rayos de sol que pasan a través de los cristales, sus ojos color miel me repasan con cuidado y tuerce los labios.
—Uh, alguien tuvo un día duro.
Un día, y una situación.
—¿Qué te hace pensar eso? —trato de sonar a la defensiva, pero él niega con la cabeza.
—Tu expresión y tu fachada. Vamos, amigo, ¿qué te sucede?
Si algo bueno de estar aquí es el hecho de poder tener a Mark. Es un chico de mi edad y trabaja en este lugar por unas horas. Me ha dicho que es para poder seguir pagando su colegiatura en su instituto. No vamos en la misma, por lo tanto solo lo veo en la cafetería.
—Es... complicado —me limito a decir.
—Sabes que puedo ayudarte si lo necesitas —se apresura a decir—. Si tan solo me dijeras...
—¡Mark, apresúrate! —su jefe lo llama desde la barra, y él asiente rápidamente.
—Sólo tráeme lo de siempre. Ahora vete antes de que te terminen sacando de aquí como una bolsa de basura —le digo con algo de burla, y él asiente para después irse.
Y la soledad aparece de nuevo.
Con un aire de cansancio, abro mi mochila y saco uno de los libros que he tomado prestado en la biblioteca antes de irme. Mark llega con un café cargado, como me gusta, lo deja en la mesa y se retira para ir a tomar más pedidos de otras personas.
Abro el libro y mi ceño se frunce un poco al comenzar a leerlo. Le doy un sorbo a la taza y continuo clavado en el mar de letras que tengo enfrente. Es increíble como unas simples palabras escritas te pueden tocar el alma, otros te destruyen el corazón, y otros te prenden más que el sol de verano.
Sinceridad ante todo.
Pero toda esa concentración se acaba cuando alguien se sienta enfrente de mí, siento su mirada sobre todo mi ser así que tengo que alzar mi mirada al instante. Lo miro sorprendido durante unos instantes y él me sonríe con alegría.
—¡Drake! —anuncio sin poder creerlo, y él sonríe aún más.
—Wow, ¿estás leyendo "La seducción nunca miente"? —alza una de sus cejas—. Sabía que amabas la lectura, pero no la erótica —suelta con burla.
—¿Tú cómo sabes de qué va? —contraataco con mi único argumento fallido.
—Tu título lo dice todo, Max.
Carraspeo la garganta.
—¿Qué estás haciendo aquí? —desvío el tema anterior—. ¿No se supone que debías quedarte con tus padres hasta terminar la Universidad?
—Así es, mi querido Max. Pero los planes cambiaron, ahora estoy aquí, y posiblemente me quede hasta que a mis padres se les hinche el cerebro de querer irse. Además ¡también conseguí una beca, del mismo instituto que tú! ¿Qué acaso no es genial?
Eso me alegra, ahora tengo con quién pasar el rato y no tener que andar por ahí como un estúpido fantasma.
—Aunque tendré que soportarte de nuevo...—hago un mohín—, lo aguantaré.
Él se inclina sobre la mesa y me da un pequeño golpe en el hombro por mi comentario.
—Sé que me extrañabas, imbécil —dice, recargando su espalda en el soporte del asiento.
Eso era verdad pero no era como si lo fuera a admitir.
—Eres como un grano en el culo, idiota.
Drake iba a atacar de nuevo, como una serpiente venenosa, pero algo más se lleva toda mi atención. O más bien; alguien.
Mis ojos vagan a ella, aprieto los labios y dejo lentamente mi libro cerrado en la mesa. Drake se da cuenta de mi expresión así que, como el chismoso que es, se medio gira para ver en la dirección en donde mis ojos están enfocados.
—¿Y esos quiénes son? —pregunta él, todavía girado en su lugar—. ¿Los conoces?
Verónica había entrado al sitio junto con sus dos amigos. Ella rodó los ojos mientras que sus amigos parecían discutir entre ellos. Buscaron un asiento no muy lejos de donde yo estaba, no pude evitar seguirlos con la mirada, o siendo más específico, sólo la seguí a ella. Su amiga quedó sentada dándome la espalda, por lo que solamente podía ver su cabellera moverse cada vez que decía o exclamaba algo. El chico pelirrojo se sentó junto a Verónica, y parecía seguir discutiendo con la otra chica; mientras qué, Verónica estaba sentada junto a la ventana, por un momento desvió su mirada a esta, y cuando la regresó, su mirada atrapó la mía de nuevo y un escalofrío me recorrió la espalda cuando esa sonrisa que ya conocía se planteó en sus labios.
Desvío la mirada al instante y me concentro en Drake, quien aún sigue de chismoso.
—Eso creo —murmuro—. Van en el mismo instituto que yo, pero ellos son... ya sabes, los hijos de papi y mami.
Drake se gira a mí.
—No te sientas mal por ser becado, ahora yo también lo soy y no me siento mal por eso —se encoje de hombros—. ¿Sabes cómo se llama el pelirrojo?
Su pregunta me sorprende un poco.
—No —alzo la ceja—. ¿Por qué te interesa?
—No te pongas celoso, pero... —se ríe—, creo que me esta viendo demasiado. Es decir, no lo culpo, soy apuesto, pero me ve raro.
Frunzo el ceño y miro con discreción a la mesa de ellos. De vez en cuando el pelirrojo le echa miradas a Drake, se le queda viendo disimuladamente, pero seguramente es por el atuendo básico que Drake trae puesto.
—Tienes que irte acostumbrando a recibir miradas raras en el instituto, y de la gente del instituto —le específico—. Pero te vas a acostumbrar.
Drake hace una mueca pero no dice nada.
No puedo resistirme así que la miro una vez más.
Y ahí está ella, siendo tan pesimista con tan solo sonreír de esa manera. Relame sus labios y vuelve a sonreír. Trato de quitar mi vista de ella, pero no puedo, y ella tampoco ayuda haciendo ese tipo de cosas. Creo que ya la estoy mirando como aquella noche, pero eso sería extraño porqué tampoco quisiera que esa chica pensara otra cosa.
Tendría que bajarla de su alto egocentrismo que tenía al hablarme y mirarme. Creo que sólo había dos salidas: O la destruyo. O me destruye.
Y optaría por la segunda opción.
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Rompiendo lo coherente [borrador]
Roman pour AdolescentsMax Wilding, un chico de escasos recursos, humilde, empatico, inteligente, sincero, cariñoso. Ante los ojos de cualquier persona podría pasar fácilmente por un ángel totalmente inocente, obvio sin saber que detrás de toda esa "inocencia" hay pervers...