Junté todas las lágrimas que llevó tu nombre a lo largo de mi vida y me sumergí en ellas, esperando la muerte; pero el ahogo del agua entrando en mis pulmones no era nada comparado con tus puñaladas. Vos me heriste más.
A pesar del esfuerzo por mantenerme hundida, mi cuerpo salió a flote por supervivencia. Y nada de eso dolió más que tus palabras.
Durante mucho tiempo me pregunté si te dabas cuenta de que cada grito me rompía un poquito más, hasta que me rompí del todo y yo, ilusa, creía que había algo en tu corazón o en mis palabras que te harían cambiar, olvidé que las personas no cambian si no están dispuestas a hacerlo.
Así que di un paso al costado, sabiendo la agonía enorme que me supondría desapegarme de vos, dejar de lado nuestras charlas, las risas, nuestras voces unidas en una canción; pero era vos o yo, y para mi sorpresa me elegí a mí.