Capítulo 1: "El diablo tiene cara de ángel"

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Arizona
En estos momentos me encontraba en un avión, volviendo a aquella ciudad que había abandonado cuando tan solo tenía dieciocho años.

Ahora todo era diferente para mi, la mirada que tenía sobre las personas y hasta mi manera de ser era distinta.

A veces creo que las experiencias me cambiaron, o tal vez fue el hecho de que ya no quería ser débil nunca más.

Mi vuelo desde África hasta Seattle fue eterno. Ya comenzaba a extrañar a mis padres y a Tim.

— Señorita, estamos por aterrizar— me informó la azafata.

Asentí con una pequeña sonrisa y me coloqué el cinturón de seguridad.

Mientras aterrizábamos me quedé observando por la ventanilla, al parecer Seattle nunca cambia.

El avión por fin aterrizó, tomé mis cosas y salí hacía la fila de migraciones.

Detestaba que todo esto fuera tan lento.

Finalmente pude salir de ese infierno, fuera del aeropuerto estaba esperándome Jo.

Ella era una ex compañera del instituto que había vuelto a ver en una conferencia de abogados.

Claro que cumplí mi sueño de estudiar lo que más me gustaba, todo lo que quería lo conseguía.

Hace exactamente dos años que terminé mis estudios, conseguí un buen bufete de abogados allí en África y me mudé sola.

— ¡Arizona!— gritó Jo llamando mi atención.

— ¡Hey!— sonreí apenas y la abracé.

— Por dios, ¿tú siempre te ves tan bien en todo momento?— bromeó.

Ambas reímos y Jo me ayudó con mis maletas mientras caminábamos hacia el coche. Ella me llevaría hasta mi departamento y seguramente luego cenaríamos juntas.

Debía ponerme al día con ella.

[...]

— ¿Has terminado con Eliza?— chilló.

Asentí mientras terminaba mi plato de pasta.

— Terminamos en buenos términos, pero necesitaba mi espacio— fruncí los labios.

— Entonces, ¿ahora si podrás ser mi novia?— bromeó.

Ambas reímos.

— Claro, ¡El día que te hagas gay estaré esperándote!

Jo empujó mi hombro mientras reía como loca. A veces era lindo tener una amiga así aquí en Seattle, ella me entendía a la perfección.

Luego de la conferencia no quisimos perder contacto, por lo que nos pasamos nuestros números y hablábamos casi todos los días por llamada.

— ¿Mañana debes ir a tu nuevo trabajo?

Asentí mal humorada.

— Solo espero que no esté lleno de ineptos— susurré.

— Tú siempre tan amable con las personas— rio.

Me burlé de ella y levanté nuestros platos.

— Yo soy amable, ¡Es solo que me desespera la gente estúpida!

Jo rio mientras servía un poco más de vino en nuestras copas.

— Deja de emborracharme niña, no tendremos sexo— la molesté.

— Me has descubierto— lloriqueó falsamente.

[...]

Por la mañana siguiente desperté en mi cómoda cama. Frente a esta tenía un gran ventanal, la vista de la ciudad era casi mágica.

Same Old LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora