Capítulo 4: "Vida personal"

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Calliope
Perdí la noción del tiempo, no sabía hace cuánto tiempo había estado en esa celda.
Solo sabía que no aguantaba un segundo más allí y que necesitaba que alguien me sacara.

Para mi suerte un guardia de seguridad se acercó a mi.

— Es tu día de suerte, te han dejado libre...

Este abrió la celda y detrás de él pude apreciar la presencia de la rubia allí.

— Vámonos de aquí— susurró cansada y ambas salimos.

— ¿Cómo hiciste eso?— la observé asombrada.

Según mi móvil había estado alrededor de dos horas allí.

— Hay algunos idiotas que me deben favores— respondió sin interés en seguir explicándome.

Ambas nos subimos al coche de Arizona, ella comenzó a conducir.

— Necesito la dirección de tu casa, quiero dejarte ahí— dijo firme.

¿Cómo esta mujer podía seguir siendo tan dominante?

— Quiero ir a la empresa— me quejé.

— No fue una pregunta— me observó apenas y volvió su mirada a la carretera.

Bufé, pero finalmente le di mi dirección.

Estábamos calladas, era bastante incómodo estar a solas. Hasta que noté en sus brazos algunas marcas rojizas y pequeñas.

— ¿Estás bien?— la observé.

— ¿Por qué no lo estaría?— frunció el ceño.

— Mira... Sé que nuestra relación no es la misma, hasta pienso que no querías verme nunca más en tu vida.

Ella rio irónicamente.

— Calliope, no he pensado en ti en años. No es que no quisiera verte, es que ni siquiera me di la molestia de recordarte.

Eso realmente me dolió. A diferencia de ella, yo si la había recordado y esperaba ansiosa volver a verla. Tal vez no en este preciso momento, pero si, seguramente estaría encantada de verla.

— Veo que estás a la defensiva— chasquee la lengua— Entonces... ¿Qué son esas marcas en tus brazos?

— ¿Desde cuándo haces tantas preguntas?— susurró molesta.

— Me interesa tu salud mental y física.

Arizona se quedó en silencio.

Tal vez pensaba qué decirme o cómo tendría que mentir esta vez, pero la conocía y sabía cuando algo le ocurría.

— ¿Entonces?

— ¿Acaso eres mi madre?— tomó el volante con fuerza.

— ¿Cómo esta ella?— sonreí— Aún la recuerdo, ¿sigue igual?

La rubia apretó los labios.

¿La había molestado?

— Mi madre tiene cáncer— susurró— Esta en tratamiento aún— se limitó a explicar.

— Oh... Lo siento Arizona— bajé mi mirada.

Bárbara había sido como mi madre por mucho tiempo, me había dado la protección y calor que me faltaba. No había intentado contactarla ya que pensé que no querría verme.

— Si necesitas algo... Lo que sea, dinero, casa, hospitales. Puedo darles lo que quieran.

Arizona aparcó frente a mi edificio.

— Soy la mejor abogada de mi generación Calliope, creo que gano lo suficiente como para mantener a mi madre con vida, con los lujos necesarios— me observó firmemente— No necesitamos tu pena y mucho menos tu dinero.

— ¿Por qué eres así?— dije molesta— Solo intento ayudarte.

— No necesito tu ayuda, eso es lo que no entiendes— gruñó— Ahora, olvida esta conversación. Eres mi clienta, no tienes porqué saber acerca de mi vida privada— volvió a observar hacia adelante en silencio.

— Lamento todo lo que pasó Arizona, jamás quise lastimarte ni ofenderte.— tomé mis cosas y finalmente bajé del coche.

Intenté con todas mis fuerzas no mirar hacía atrás, no necesitaba verla. Pero como siempre mi corazón me jugó una mala pasada, y lo noté cuando ya tenía mi mirada sobre la rubia.

Nos observamos directamente a los ojos durante varios segundos, tal vez intentó perdonarme por mis palabras desviadas... O quizás perdonarme por lo que sucedió antes, cuando éramos apenas unas niñas.

Arizona desvió la mirada y arrancó el coche, saliendo de allí lo más rápido que pudo.

Decidí que lo mejor era resignarme y subir a mi departamento. Al llegar me encontré con George sentado en la isla de la cocina.

— ¡Cariño!— gritó y me abrazó.

Ni siquiera me molesté en abrazarlo de vuelta.

— ¡Estaba tan preocupado por ti!— lloriqueó.

— Si estabas tan preocupado, podrías haber ido a verme— murmuré molesta.

— Tuve que hacerme cargo de la empresa— intentó parecer asombrado.

Me limité a dejar mis cosas y dirigirme a la habitación, ya no quería escuchar sus excusas para justificar su desinterés en mi.

Arizona
A la mañana siguiente me dirigí a la empresa de los Torres. Busqué a Carina por su departamento antes, la necesitaba para seguir con la investigación.

— Buenos días, vengo a ver a la Srta. Torres— le dije a la recepcionista— Es urgente.

— Está muy ocupada, deberá esperar— se limitó a ver su portátil.

Suspiré molesta.

— Subiré de todas formas.

Tomé a Carina del brazo, y a pesar de los gritos de la mujer, subí.

Al llegar a la oficina de Calliope toqué la puerta, esperando pudiese atenderme. Me llevé una gran sorpresa al ver que la persona que abría, no era ni más ni menos que el mismísimo Carlos Torres.

— ¿Arizona?— preguntó asombrado.

— Sr. Torres— susurré.

— ¿Qué haces aquí?— frunció el ceño y me invitó a pasar junto con la italiana.

— Soy la abogada de la empresa— sonreí apenas, incómoda.

— ¡Eso es genial!— de repente me abrazó— Te he echado de menos— sonrió— Gracias por lo que haces por mi hija.

— Es mi trabajo Sr...

— ¡Dime Carlos!— me interrumpió.

Pude sentir la pequeña risa nerviosa de Calliope, la observé frunciendo el ceño.

Ella sonrió. Blanquee los ojos.

— Ella es Carina DeLuca, mi ayudante el día de hoy— se las presenté.

— Un gusto— sonrió y los saludó.

Calliope la observó de arriba hacía abajo, si tan solo supiera que ella está salvando su trasero.

— Debemos ocuparnos de los temas importante— corté el silencio.

— Manos a la obra— dijo Carlos feliz.

———
Volví 🤨

Same Old LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora