18. Inténtalo.

902 80 57
                                    


Hazlo... hazlo.... hazlo... fuera de lugar... estoy fuera de lugar...

Te repetías una y otra vez mientras caminabas por las calles de Nueva York. Te sentías desorientada, querías estar enojada pero no, solo sentías tristeza.

Fuera de lugar.

Te sentaste de golpe en una banca, necesitabas hablar con alguien. Pero Anne estaba con vuelos muy seguidos y si no estaba durmiendo, estaba volando y tus padres... bueno, ¿les ibas a contar que te gustaba el "sugar" que ni si quiera sabían que existía?

Ni en sueños.

Cerraste los ojos sintiendo que lágrimas iban a comenzar a brotar pero recordaste a alguien. Marco. Ni si quiera lo conocías pero, tenías el presentimiento de que te ayudaría o aunque sea te escucharía.
Sacaste tu celular de la cartera y marcaste su número.

Por favor contesta.

•••

Llevabas unos diez minutos sentada en una cafetería esperando a Marco, te había alegrado que aceptara juntarse contigo, a pesar de que fuese tan repentino. Aún así te sentías extrañamente nerviosa. Tenías la necesidad de soltar tantas cosas que estaban en tu cabeza y que alguien te aconsejara.
Mirabas por la ventana cada cinco segundo y veías como gotitas de agua comenzaban a caer.
—Queda poco para el invierno. —suspiraste.
Te hizo pensar en lo cercano que estaba Navidad y Año Nuevo.

¿Con quien lo pasará Adam?

En eso, las campanas que estaban en la puerta de la cafetería sonaron al momento que un hombre la abrió. Quedaste mirando y te diste cuenta que era Marco. Le sonreíste y notaste que era un hombre bastante guapo, moreno, pelo castaño y ondulado, ojos celestes y una sonrisa encantadora. Si lo vieses en la calle a simple vista pensarías que es heterosexual, pero cuando habla... claramente no lo es.
El pensamiento te hizo soltar una risa y este te quedó mirando en tanto se acercaba.
—¿Que sucede? Me tienes nervioso con tanto dramatismo en esa llamada ¿y ahora te estás riendo? Amiga, me parece una falta de respeto.
Te pusiste de pie, y te causo aún más gracia que te tratara de amiga, es segunda vez que se veían y habían hablado muy poco. Aún así te agradaba.
—Estoy feliz que estés acá.
—Yo también. Necesito saber el chisme que me tienes. —te dijo acercándose y dándote un beso en cada mejilla.
—Pues bien, siéntate que te tendré un buen rato aquí.
—¡Me encanta! Entre más largos mejor. —Se quedaron mirando unos segundos  y luego soltaron una carcajada que se escuchó en toda la cafetería. —Claramente no solo los chismes.
—¡Ay Marco! —dijiste secando una lagrima que salía por la risa que te había provocado.
—Que te haces la santurrona, que yo creo que ya le haz hecho de todo a ese papasito.
Sonreíste una vez más avergonzada, pero al instante sentiste ese dolor en el pecho que te hizo cambiar la mirada.
—Tiene que ver con él al parecer.
—Si... —suspiraste y bebiste del café.
—¿No me digas que te enamoraste? —preguntó exageradamente poniendo su mano en el pecho.
Levantaste los ojos y comenzaste a negar eufóricamente.
—No... no ¿como se te ocurre? Enamorada no... —sentiste que tus mejillas se sonrojaban por lo que hiciste sonar tu garganta.
—¿Entonces? —preguntó en tanto llamaba al mesero para que lo atendiera.
—Quizás... ¿me gusta?
—¡Ay! Es lo mismo estúpida.
—¡No es lo mismo!
—En este caso si, porque son sentimientos... sentimientos que no deberían existir. Es tu Daddy.
Tragaste saliva y miraste a tu café.
—¿Que desea? —preguntó el mesero que ya se había acercado.
—Un latte y una donuts de chocolate.
—Muy bien.
—Gracias querido. —el mesero se retiró y se volvió a dirigir a ti —Ya, ahora dime... que te tiene así, porque no creo que sea solo el hecho de que te guste.
Mordiste tu labio y luego lo miraste de reojo.
—¿Te puedo contar desde el principio?
—Y cada detalle.
Suspiraste profundo.
—Aquí voy.
Había pasado una hora y no te diste ni cuenta. Marco tampoco, y es que estaba entretenido por tu historia mientras tu te contenías al borde de las lágrimas; por lo que cada cinco minutos te acercaba una servilleta para que no se deslizaran por tu rostro.
Según él hacían mal para el cutis.
—Y bueno, me dijo que me fuera. No con esas palabras pero... —te encogiste de hombro — dijo "hazlo" y me dejo ahí, sola.
—Pero tú le diste la idea.
—Creí que era lo mejor, estaba completamente furioso, lo podía ver en su rostro... —suspiraste —aunque igual espere que me dijese que me quedara ahí.
—¿Y tú crees que su enojo fue por los celos?
—Bueno si ¿tu no?
—¿Eres tonta a caso?
—Amm...
—Perdón, fui muy rudo.
—Esta bien, pero ¿por qué dices eso?
—Porque claramente no fue por tu celos... fue porque no le creíste.
—¿Lo de Oscar?
—Si.
—Es que no recuerdo nada... es decir, solo recuerdo que fue bueno conmigo y quizás un poco coqueto pero, nada malo.
—¿Y por qué te mentiría con algo así? Es bastante grave.
—Yo... no se, ahora que lo dices... —suspiraste nuevamente.
—Estabas muy triste y enojada para pensarlo en ese momento.
Mordiste tus uñas pensando en lo que había ocurrido.

Daddy Issues (Adam Driver y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora