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"Quién no ha caído en soledad al borde de la compañía la sentirá."

Hyunjin sonrió concentrado en su lectura más que en la aburrida agenda que su padre estaba contándole a un lado.

—No me faltes el respeto, muchacho.— Con algo de brusquedad el hombre mayor le arrebató el teléfono aprovechando un semáforo para observar qué tanto veía su hijo en aquel aparato.— ¿Estás leyendo de nuevo? ¿De qué se trata?

—De nada...— No supo que decir cuando su padre le devolvió nuevamente el teléfono para conducir hacia su escuela. Pudo observar la mirada de su padre a través del retrovisor y trago saliva, buscando una buena excusa.— Es extraño, no tiene trama en sí, es como...— Intentó buscar alguna palabra para dejar de sentirse nervioso y evitar una represalia de su padre.— Es como una aventura que incluye de todo, sí.— Más seguro habló.

—Cuidado me estás mintiendo, Hyunjin.— Amenazó.— Sabes perfectamente que a Dios no le gustan los mentirosos.

Hyunjin intentó sonreír mientras asentía.

«A Dios tampoco le gustan las personas como tú» Quiso decir, sin embargo volvió la vista a sus dedos y por consiguiente, su padre también lo hizo.

—¿No te curaste los nudillos?— preguntó su padre.— Al menos cubrelos, no deberías andar así por la calle ¿Qué dirá la gente de ti?— Lo reprendió.

—¿Que practico boxeo, tal vez?— Usó su valentía y sin gracia metió sus manos dentro de los bolsillos de su sudadera.

—¿Por qué sigues practicando boxeo?— Se quejó.— Vives jugando fútbol y te quedas horas extras por un club de boxeo.— Giró un poco hacia su hijo antes de devolver la vista a la vía para no ocasionar ningún accidente.— Que me parece absurdo que tengan en tu escuela. Honestamente estoy pensando en crear una petición para que lo cierren. Solo fomentan la violencia en la mente de los jóvenes.

—No es necesario, papá.— Se apresuró en calmarlo en cuanto vió sus dedos apretarse al manubrio.— Me salí la semana pasada, estaba teniendo complicaciones para organizar mi tiempo, ya sabes; por los exámenes y todo eso.— Su padre lo miró serio, tanto que pensó que lo había descubierto, pero pudo respirar tranquilo cuando sin problemas asintió.

En silencio llegaron a la institución y el chico se bajó del auto, despidiéndose de su padre quien iba a la iglesia en su rutina semanal de confesión.

Con su cabeza en alto y su mochila colgando de un solo hombro, saludaba a quien se le cruzara con una radiante sonrisa mientras sus ojos inquietos lo buscaban, a pesar de que se había prometido que no lo haría durante el fin de semana.

Pero es que le era tan fácil.

Para Hyunjin, lo prohibido siempre se vió tan malo y doloroso.

Todavía recuerda cuando le mintió a sus padres a los diez años y se escabulló por unos dulces a mitad de la noche.

La cantidad de golpes que recibió fue la misma cantidad de dulces que había tomado.

Engañar o mentir, hacer cosas que a sus padres no le agraden o directamente desobedecer las órdenes de Dios eran otros causantes de sus castigos.

Pero ¿Quién era su padre, aquel hombre extremadamente dedicado a la iglesia, para castigar a su propia sangre de esa forma? Le costó años comprender que no podía confiar en sus padres todo lo que pensara o sintiera.

No cuando aquel hombre lo golpeaba por hacerlo enojar y al día siguiente, tomaba la hostia y el vino del señor; no cuando su madre lo ignoraba pero lo presumía como un trofeo frente a sus amigas durante todas las reuniones, no cuando solo lo trajeron al mundo para demostrar que podrían ser exitosos como padres.

Pero eran como mercaderes que vendían una fruta mostrándote la parte lustrada, cuando por detrás aquella comenzaba a pudrirse.

Hyunjin era el logro de sus padres hasta donde ellos quisieran, Hyunjin tenía que comportarse como sus padres desearan.

Y mientras él mostrara todo lo que sus padres querían que mostrase, Hyunjin podía vivir tranquilo en la oscuridad.

Y no le molestaba la mayoría de las veces, sus padres tenían razón cuando dijeron que podría abrirse muchas puertas. Era uno de los mejores promedios, el capitán del equipo de un deporte que amaba en esa escuela llena de riquillos imbéciles que tenía comprados a todos y cada uno, guardando su beneficio para cuando se le antoje.

Tenía que ser cuidadoso hasta que sus padres murieran, pues tenía que admitir que su farsa le daba privilegios.

Y lo que estuvo buscando desde que entró al fin se plantó frente a sus ojos; vulnerable e indefenso, preparado para ayudarlo a cumplir sus caprichos.

Porque Hyunjin podía ser el hijo ejemplar, pero no era nadie para dejar pasar al chico que jugaba como puerta de escape en su vida.

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⏰ Última actualización: Dec 12, 2021 ⏰

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