—050820Los gritos resonaban por las paredes y los insultos no se hacían esperar.
El pan de cada día.
Suspiró rebuscando paciencia mientras veía su reloj de muñeca. Faltaban cuarenta y cinco minutos para que las clases empezaran.
Se levantó de su asiento e ignorando los gritos se acercó al espejo en su habitación, notando su reflejo. Acomodó su corbata y su chaleco, untó un poco de gel a su cabello para que la leve brisa que pronosticaba el canal del clima no arruinase su perfecta imagen.
Porque Kim Seungmin era perfecto.
Guardó la guía de texto que estaba leyendo en su mochila y se enganchó esta en el hombro, listo para partir.
Salió de su habitación cerrando la puerta con llave y guardándola en su bolso, tomó una bocanada de aire y se encaminó a bajar las escaleras de su casa, pensando en algún trabajo pendiente para la siguiente semana.
Paso a paso, los gritos se escuchaban cada vez más cerca y al poco tiempo, llegó al núcleo de estos.
—Buenos días.— Habló, no recibiendo respuesta alguna por parte del par de adultos, los cuales parecían más ensimismados en su propia burbuja. Ignoró por completo aquello y tomó una pera de su refrigerador.— Adiós.
Otro día, otras oportunidades y la misma rutina.
No le dolía, en lo absoluto.
Había aprendido a vivir así. Porque las cosas eran como eran y no estaba dispuesto a cambiarlas.
Cambiar significaba novedad y la novedad supone progreso; pero el desastre viene con ello y él, ya tenía suficiente desastres en su vida.
Sin apuro llegó a la escuela y fue saludando a cada persona que veía con una resplandeciente sonrisa características de él, alegrando la mañana de algunos con su simpatía.
Recordó la idea que tenía en mente para un proyecto próximo de la escuela y con ánimo se encaminó hacia la sala de profesores. Tocó la puerta más por cortesía que por esperar una respuesta y entró, encontrando al profesor de literatura con la psicóloga de la escuela y uno de sus compañeros.
—Buenos días.— habló educadamente reverenciando a los presentes.— Profesor ¿Tiene unos minutos? Quería hablarle sobre el proyecto de los niños.
El profesor sonrió ante el chico e hizo una seña para que se acercara al círculo improvisado de personas y rápidamente, el castaño acató la orden.
—Seungmin, de eso estábamos charlando.— Le indicó el profesor sin borrar su sonrisa.— Christopher trajo una propuesta excelente para el proyecto y la psicóloga está de acuerdo. Solo faltaría la aprobación del director para llevarlo a cabo.— El castaño miró al otro chico uniformado, quien le ofreció una sonrisa.
Y por la forma en que lo hizo, dedujo que era falsa.
Seungmin soltó una risa nasal y le devolvió de igual forma aquella sonrisa cínica de la que solo ellos dos eran concientes.
—Entonces no tengo nada más que hacer aquí.— Miró a ambos mayores.— Con permiso.
—¿Y no quieres participar en el proyecto?— Esta vez se animó a preguntar el otro chico y Seungmin percibió un mínimo rastro de burla en su tono.
—Solo iba a dar la idea, estoy muy ocupado con las cosas de la escuela para hacerlo.— Le sonrió y miró directamente a los ojos.— Pero estoy seguro de que tú podrás dedicarle tu tiempo entero ¿No?— La dualidad marcaba su rostro con su sonrisa de angel y su mirada endurecida y llena de resentimiento.— Nos vemos en clases, amigo.
Salió de la sala y se encaminó hacia los baños sintiendo su rostro hervir, su respiración comenzaba a ir más rápido y no era bueno. Llegó a los baños y al abrir la pluma del lavamanos lo único que hizo fue arrojarse agua fría al rostro, intentando bajar la temperatura ocasionada por la mera ira.
Su reflejo en el espejo lo decía y su mirada tan solo le ayudaba a confirmar que aquel mal rato, le saldría muy caro al rubio.
Porque no pensaba dejarlo pasar.