La posiblidad que tienen los personajes no lleva un límite. En aquel imaginativo mundo podía suceder de todo: podrías volar, ser una estrella en el podio o simplemente ser el protagonista de tu propia historia en un mundo fantástico.Y eso era lo único que mantenía a Jisung con los pies en la tierra y al mismo tiempo, volando fuera de su realidad.
Sin importar que la campana del receso hubiese sonado, sacó su teléfono y las hojas perfectamente dobladas.
Sin preocupaciones comenzó a transcribir a su manera la obra, dándole otra perspectiva.
"Lecciones para Monroe" era una de las obras que fascinaba al muchacho pero de las que nunca hablaría en voz alta. Le gustaba pensar que de alguna forma, la triste vida del protagonista había cambiado al encontrarse a aquel niño huérfano a la deriva, enseñándole sobre la vida, sobre la muerte, la felicidad y lo oscuro que puede ser vivir.
La primera vez que leyó el libro le pareció aburrido e incluso absurdo en algunas partes, inentendible. Pero fue cuestión de tiempo para darse cuenta que debía leer entre líneas las intenciones de los personajes y la autora.
La forma en que la autora presentaba la muerte en vida y el terror de seguir viviendo sin una causa.
Había leído varias obras de la misma persona y realmente podría decir que la admiraba, esperaba algún día también convertirse en alguien que pueda transmitir todo lo que quería y pensaba a su manera.
Porque para Jisung, al momento de subirse al escenario podría expresar todo lo que callaba sin necesidad de ser él quien lo dice. Podría esconderse tras la máscara de un personaje y destacar por ello.
El teatro le daba aquel poder: todo lo que callaba podría gritarlo; podría ser él mismo y al mismo tiempo ser alguien imaginario, ajeno y fuera del mundo tan lamentable.
Podría ir más allá de los límites trazados por sí mismo y hacer todo lo que él mismo se prohibía.
Adoraba esa burbuja y odiaba cuando algo perturbaba la resistencia de esta.
Como aquellas hojas que cayeron con desdén sobre su escritorio e interrumpiendo su momento de paz.
un chico rubio se encontraba frente a él, mirándolo con indiferencia y señalando las hojas.
-Me dijeron que eras el presidente del club de teatro.- Tomó la palabra.- Esa es mi solicitud para inscribirme.
-No puedes.- Habló de inmediato, con calma.- estamos casi a final de ciclo, las oportunidades para inscribirse se hacen a principio de este.- Justificó.
-La psicóloga me dijo que podría inscribirme aún al club que quisiera.
Jisung suspiró, mirando al otro extrañado.
-Claro, puedes intentarlo en el siguiente ciclo.- Amablemente arrastró el formulario de inscripción sobre el escritorio más cerca al rubio.
- Pero la psicóloga me dijo que podría ahora.- Recalcó la última palabra.- Si quieres, podemos ir a hablar con ella y que te explique.- Encaprichado dijo.
El castaño viró sus ojos, comenzando a sentir estrés por la situación.
Lo que menos quería era tener problemas o meterse en ellos, Jisung simplemente quería terminar su vida de estudiante y no involucrarse en nada que lo hiciera perder su beca.
Sabía que la mayoría en esa escuela privada llevaban una vida un tanto cuestionable y en algunos casos, miserable.
¿Pero qué podría hacer? La mitad de las personas ahí eran desalmados que solo pensaban en ellos ¿Por qué tendría él que hacer lo contrario? ¿Por qué tendría que poner a otros sobre él? La empatía y el altruismo no tenían lugar allí y a él no podría importarle menos.