3. El Edén

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Soundtrack:

"BUITRES"— Wos, Argentina, 2021.

— "GATO NEGRO"— Wos, Argentina, 2021.

"El Templo de Momo"— Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, Argentina, 2000.

Madrid, España, 2019

 La destrucción del Banco de Madrid se hacía diluvio en medio de la tormenta. El baño de sangre en las totalidades su piel, se resistía a marcharse tal y como su sed de venganza.
Quedaba al descubierto la guerra y los frutos de su violencia. Las aguas caídas del cielo no podían contra ese manto escarlata que teñía su piel con el ADN propio, el medio escuadrón de militares y de los miembros de su banda.
Helsinki reposaba junto a Estocolmo, mientras tanto Denver lloraba detrás de sus pasos la muerte de sus compañeros.
Por su parte, se endurecía a cada segundo evitando enternecer de tal forma. La vida de esas personas estaba en sus manos y las catástrofes imposibles de enumerar, irrefutablemente cambiaban el paradigma de sus sentimientos.
Por mucho tiempo y durante casi cuarenta años, Emiliana Berrote encontraba sus razones de existir en los brutos órganos de las fuerzas de seguridad, en su crueldad para resolver y tomar decisiones por sobre la vida del resto. Martín, por detrás de sus espaldas y apoyando a sus sueños, recriminaba ese fanatismo ciego por la guerra y el misticismo con el que se desenvolvía todos los días de esa vida, tan triunfante, tan endurecida en sí.
La falta de exactitud acerca de qué momento del día sobrepasaban, era verdadera y Matanza sabía una sola cosa: Ese preciso instante, en ese bendito hoy, Dios veía a los desahuciados y dolidos, a los vencedores vencidos y procuró estar del lado de la resistencia.

—  ¡Hoy aquí no va a morir nadie más!— un grito de Lisboa le bastó para orientarse en ese camino de soledad. Lisboa le había comunicado por auricular que los militares querían negociar con ella y particularmente, Matanza no era de negociar. 

— Queremos ser los buenos y en la guerra los buenos no existen— al acercarse a las voces, dedujo que Río y la ex inspectora se encontraban en un tenso debate.

Aníbal Cortés, según Alicia, el eslabón más débil de la banda, era el más humano de todos ellos.
Tan cobarde no era, pensaba Matanza ante su discurso. Él había sido sometido a las terribles torturas del equipo de seguridad lideradas por su mujer y en ningún momento dio información acerca del Profesor, ni de sus compañeros.
En su persona, se encerraba el primer acto de amor para con el mundo exterior que Matanza había gestado en toda su vida. Sus buenas acciones se limitaban a sí misma y a su esposa, lo suyo valía y el resto podía caerse a pedazos. 

Río era un antes y un después en el mapa de sus acciones para ganarse la entrada al cielo. La argentina le salvó la vida al convencer a Alicia de que era una estrategia darle a la banda lo que quería y así, sellar el futurista objetivo de la ejecución del plan.

Emiliana Sierra no era ninguna Robin Hood, lejos estaba del Profesor, incluso de Palermo.
La única vez que consideró cercana su muerte, fue por el desamor de Alicia y sus imperdonables traiciones pero jamás se le hubiese cruzado por la cabeza sacrificarse por ninguno de esos atracadores con la careta de Dalí. Sus solidaridades eran escasas y de interés propio.
Mientras Aníbal hablaba expresando todo su dolor, descubrió su razón de estar allí.
El deseo reprimido le brotó de entre los poros en el momento que Marsella llegó a su hogar de ensueño a proponerle su entrada al banco, al igual que Lisboa, no estaba allí por querer rescatar a Río.

— Gandía quiso ejecutar a Palermo, lo torturó y dejó ciega a Matanza. ¿Qué hicimos nosotros? Curarle y sacarlo ¿Y qué hizo él? Volver a matar a Tokio y a Palermo— expresaba el joven. Emiliana permanecía sin protagonizar la escena, como rara vez en ella. Estaba demasiado compenetrada en ese dolor en carne fresca, tan enternecedor que llegaba a conmover a la jefa de los mejores batallones del ejército español.
— Ahora queremos ejecutar a esta panda de hijos de puta ¿Para qué? ¿Para que vengan a destrozarnos mañana?— los hilos de su voz, ahorcaban la dureza de Matanza que sentía dolor en su garganta debido al aguante y el evadir de su llanto.
— ¿Y sabéis por qué? Porque no hemos tenido los cojones suficientes para matar a sangre fría cuando había que hacerlo.
Antes estaba Berlín, tú le conocías ¿Qué crees que hubiera hecho él con Gandía? Apuesto todos los cielos en los que crees que se está retorciendo en su tumba, loca desgraciada— la sangre plasmada en su rostro pudo sentir la temperatura elevada digna de la furia desatada en tan solo segundos. Alzó una ceja e ignoró por completo que Matías le tomaba el hombro intentando contenerla.

𝓐𝐆𝐄𝐍𝐓𝐄 𝐒𝐈𝐄𝐑𝐑𝐀²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora