7. Ahora

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Antes solía preguntarme por qué entre todos los chicos del mundo yo había sido diferente. No tenía una historia familiar común, me había quedado huérfano de madre y había sido obligado a ir a vivir con una persona que no conocía a otro país donde no se practicaba la cultura que con ahínco mi mamá me había cultivado, donde era medio mudo porque a penas pronunciaba bien algunas frases y donde descubrí que no me atraían las chicas, o quizá las relaciones en general.

Por eso cuando conocí a YuGyeom, por primera vez después de años de extrañeza, me sentí yo mismo. Tenía dieciséis y era el único otro chico coreano de mi edad, el único con quien podía mantener una conversación real; le gustaban los videojuegos como a mi y las papas fritas con mayonesa. Y también como yo, odiaba que su padre fuera un empresario adinerado que lo obligara a tomar cinco materias extra curriculares.

Fuimos tres años juntos a la escuela superior antes de elegir nuestras carreras. Yo tenía claro que no quería terminar trabajando para papá, había presentado solicitudes para especializarme en marketing, pero él decidió complacer a su familia e inscribirse en la rama económica administrativa.

Antes, un soleado día de primavera, había sentido frío en los huesos y cosquillas en el cuerpo cuando YuGyeom estampó sus labios sobre los míos. Tenía diecinueve y comenzaba a ver el mundo de una manera diferente.

Fue mi primer amor y también el más triste. Aprendí llevándome cicatrices en el alma al igual que lecciones infinitas.

Después de él hubieron más personas y creí por un momento que estaba dispuesto a establecer mi vida al lado de EunWoo pero había heridas que necesitaba vigilar de cerca antes de que las puntadas con las que a penas se sostenían se abrieran nuevamente.

Antes, me la habría jugado con SeokJin en el momento en que sentí ese beso mariposa deslizarse por mi mejilla. Pero no lo hice. Mi piel se limitó a sonrojarse y adquiriendo vida propia mis pies me guiaron a la habitación sin decirle nada.

Esa noche no pude dormir y él tampoco, porque escuché sus pasos arrastrase una y otra vez desde la cocina hasta su habitación o al cuarto de baño, quizá para el hombre con el que compartía departamento, el abrazo y el beso de ese día no habían tenido el mismo efecto que en mí, porque yo sentía que algo me había cobrado vida nuevamente dentro del pecho y quería con toda el alma que no fuera el tacto de SeokJin, o su risa escandalosa o sus manos congeladas calentándose entre las mías.

Lo anhelaba porque enamorarme de él era definitivamente una causa perdida y aún así estaba ahí en medio de la oscuridad pensando cómo hacer para que no pasara un solo día sin pintar una sonrisa en su cara.


-¿Estás seguro que es buena idea considerando que va a llover en cualquier momento? - Me preguntó asomándose de nuevo por la ventana para encontrarse con un cielo completamente nublado, señal inequívoca de que marzo estaba por terminar.

-Si, totalmente - le respondí metiéndome las llaves de la casa en la bolsa del abrigo y tomando las del auto - además, compré los boletos y llevaremos vehículo.

Jin me miró con esos ojos curiosos que me recordaban a un niño pequeño y se encogió de hombros.

-Está bien. Más te vale que alguna de las canciones sea buena o terminaré por preferir ver high school musical y eso ya es decir mucho - replicó y salió del departamento aún sin estar convencido.

Había pasado una semana después de su abrazo y sorprendentemente nuestra relación había mejorado aún más. Al día siguiente nadie se había puesto raro, al contrario; SeokJin preparó el mejor almuerzo de sus últimos años, según sus propias palabras y después nos dedicamos a jugar videojuegos, dormir y ver una serie el resto del fin de semana.

Sobre la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora