Gotas pequeñitas golpearon sin ritmo sobre la acera y sobre nuestros cuerpos apresurados por encontrar un lugar donde resguardarnos del inminente aguacero que presagiaba el cielo.
Después esos diminutos estallidos de agua se convirtieron en una explosión que te hacía creer que el cielo había decidido llorar a cántaros.
Sus dedos se me había escurrido un par de veces entre las manos por la humedad de ambas al entrar en contacto con la lluvia, aún así parecían encontrar siempre el camino de vuelta al hueco en el que habían estado sostenidos.
El frío de la ropa mojada quizá fue la mejor excusa para comenzar a dejar caer prendas en cuanto atravesamos la puerta de mi departamento.
Muchas veces lo había materializado delante de mí justo como en ese momento, con los ojos brillando y la sonrisa de conejo iluminándole todo el rostro. No era como en ese primer encuentro donde primaba el hambre y la desesperación, tampoco como en el último donde los recuerdos y el anhelo nos consumían.
JungKook caminó despacio hasta mí y se deshizo de mi camiseta empapada y yo tuve más escalofríos a causa del suave rasguño que se extendió por mi piel cuando deslizó la prenda, que por el clima que convenientemente nos había encerrado en una habitación.
Esta vez el aire estaba cargado de pertenencia, JungKook olía a tierra mojada mezclada con felicidad y esperanza.
-Te perdono – susurró cerca de mis labios y sus dedos comenzaron a descender por la hebilla del pantalón.
Tomé su cara entre las manos antes de recorrer ese diez por ciento entre su boca y la mía.
Podría detener el tiempo en ese instante y quedarme a vivir para siempre en cada uno de los lunares que le decoraban la piel y en el batir suave de sus pestañas al moverse.
-Quiero que te quedes- dijo sin abrir los ojos- quiero hacerte feliz – y con esa afirmación sus párpados se volvieron a abrir.
Ese fue el momento en el que me prometí que jamás haría que volviera a sentir miedo por mi culpa.
-Tú eres mi felicidad JungKook- le respondí- siempre la fuiste, sólo que yo era lo bastante estúpido para reconocerlo.
Sonrió con pereza, como si estuviera sumido en un sueño despreocupado y no terminara por despertarse.
Ese beso tampoco se parecía en nada a ninguno otro entre ambos, no había prisa, ni brusquedad. No estaba lleno de dudas ni de miedos. Sus labios me hablaban sólo de amor.
Él tomó el control bajando sus manos por mi cintura y sosteniéndome ahí, mientras las mías se encargaban de desaparecer su húmeda camisa botón por botón.
Un camino de besos mojados se abrió paso desde la clavícula hasta el centro de mi pecho y en el momento en el que arqué la espalda por el placer que me recorrió la columna sus dos brazos fuertes me sujetaron por detrás. Una sonrisa felina se le dibujó en el rostro cuando mis ojos se alzaron para verlo.
El rastro de su paso sobre mi piel fue describiendo una constelación hasta que se encontró con la pretina del pantalón y comenzó a mordisquear despacio sobre la zona alrededor del vientre mientras me distraía y bajaba la cremallera. Con un hábil movimiento de manos dio un tirón a la ropa interior y al pantalón dejándolos a la mitad de mis glúteos y liberando mi erección.
-Este es el momento en el que te arrepientes o ...- dijo aún contra la piel de mi pecho.-JungKook, por favor- las palabras me salieron torturadas de la garganta y mis manos empujaron su rostro de nuevo a encontrarse con el mío.
Sus manos se deslizaron de nuevo por mi dureza, bombeando suavemente mientras sus dientes se hincaban en mi labio inferior.
Mis manos lo encontraron por la espalda, sus manos viajaron hasta mi nunca. La piel negra del sillón donde su cuerpo se recostó crujió con reconocimiento. Me deshice del resto de ropa que aún estaba empapado por la lluvia. Era glorioso.
-Ven-gimió levantándose en sus codos con hambre reflejada en los ojos.
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Sobre la luna
FanfictionA sus treinta años JungKook piensa que la vida por fin le está sonriendo, aunque eso implique regresar nuevamente a Corea para demostrar que está dispuesto a tomar cualquier reto con tal de lograr lo que se ha propuesto. A sus treinta y cinco años S...