Capítulo 10

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𝓔𝓷 𝓮𝓵 𝓼𝓪𝓵𝓸́𝓷
-Ok chicos, les voy a dejar un proyecto que será el treinta por ciento de su calificación -comenzó a decir la maestra de español.

La docente volteó hacia el pizarrón y empezó por escribir una lista que, probablemente, sería el contenido del trabajo del cual les había avisado segundos atrás.

-Maestra no, suficiente tarea nos dejan todos los días como para que ahora usted nos deje un proyecto que, por lo que se ve, va a estar súper largo -dijo un alumno desde fondo del salón.

-Sí maestra -secundó una chica que se encontraba a un lado del joven-, es de las pocas cosas inteligentes que dice César -apuntó al chico con su dedo-, hágale caso, por fis -agregó un ademán.

-No me ayudes, Yolanda, yo puedo solo así que mejor ahórrate ese tipo de comentarios porque nadie los quiere escuchar ni nadie los necesita -respondió César-. Gracias.

El resto del salón empezó a reaccionar de maneras diferentes, algunos se reían, otros peleaban por quién tenía la razón y uno que otro esperaba que el tiempo pasara rápido para no tener que escuchar esa discusión ya que no les importaba.

-¡Chicos, silencio! -exclamó la maestra volteando hacia ellos- No puedo creer que a estas alturas sigan con comportamientos como esos; les juro que ni los niños de kinder los tienen.

-Miss, en buena onda -comenzó a hablar otra alumna que se encontraba adelante, cerca de la pared-, no desgaste su tiempo con tanta palabra porque usted gasta saliva -señaló a la maestra- y nosotros -señaló a todo el salón y a ella misma- vamos a seguir igual porque no nos importa lo que usted diga. Mejor dé su clase que es para lo que le pagan, ¿ok?

Esta vez la reacción de los alumnos fue muy distinta ante el comentario de la muchacha; mientras la mitad se susurraban entre ellos lo que podría pasarle a la chica, la otra mitad estaba expectante a cómo iba a reaccionar la maestra ante tal hecho.

Los segundos se sentían eternos y llenos de tensión mientras se esperaba una reacción de la docente la cual suspiró para controlarse y no llevar acabo la idea que rondaba en su cabeza.

-Tienes razón, Ana Laura. Gracias.

-De nada, miss.

«¿Eso es todo, no le va a decir nada más?» pensaban los estudiantes ante la gran calma en las palabras de la maestra.

-¡A dirección! -gritó la docente mientras apuntaba con su dedo la puerta.

-¡¿Qué?! ¿Y a mí por qué? Si acaso envíe a ese par de allá atrás -señaló a César y a Yolanda- porque ellos fueron quienes le dijeron que dejara de hacer su trabajo, yo solo le dí un consejito -concluyó y acomodó unos lentes de sol en su cabello.

-Ellos también van a tener su castigo, pero lo que usted hizo no fue dar un consejo, fue una falta muy grande de respeto así que tome sus cosas y vaya a la dirección, señorita.

La chica guardó unas cosas en su estuche y lo metió junto con sus libros en su mochila de mala manera y antes de cerrar la puerta soltó un gruñido.

-En mi escuela en Italia eso sería una expulsión inmediata, seguro -dijo Roberto acercándose al asiento de Andrea.

Andrea lo escuchó pero no quiso responderle al italiano ni lo volteó a ver. Roberto se volvió a acomodar en su asiento al no tener respuesta a la oración que acababa de decir.

-Como les estaba diciendo, jóvenes, les voy a dejar un trabajo que consiste en hacer, por parejas, un ensayo a computadora de mil palabras sobre los temas que dejé aquí en el pizarrón, el trabajo debe contener una investigación y una opinión suya al final del ensayo.

¿Por qué te amo? 🇮🇹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora