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«No confíes en mí».

Alia estaba en la ventana de la habitación que le habían asignado en el apartamento de Varun, mirando hacia la torre Eiffel, que se veía a lo lejos. Debajo los barcos se deslizaban por el Sena y los coches circulaban por las calles, mientras que las aceras estaban abarrotadas de parisinos que se dirigían a sus quehaceres habituales. Era una ciudad preciosa, llena de vida, y estaba encantada con la idea de estar allí.

Pero el modo en que Varun le había dicho que no confiara en él seguía zumbando en su cabeza como un mosquito molesto. No podía olvidar cómo había dicho aquello, de un modo tan áspero que le había dolido en el alma.

En aquel momento no había sabido qué responder, se había sentido demasiado avergonzada. No era propio de ella abrirse con nadie, y menos con alguien como Varun Khan. Apenas lo conocía y, sin embargo, habían pasado muchas cosas juntos. Y le parecía tan honesto que sentía que tal vez podría llegar a confiar en él.

Que Varun le dijera que no lo hiciera la había dejado perpleja y sin palabras, y acabaron el viaje en relativo silencio. Al menos hasta que llegaron a París y ella no pudo guardarse su maravillado asombro. Varun se convirtió otra vez en el atento y solícito anfitrión y fue señalando los lugares de interés mientras conducía. Ella contuvo el aliento y parpadeó más de una vez a medida que se iban acercando al centro de la ciudad. Varun condujo hasta un enorme edificio situado en una calle adyacente y apretó un botón del coche.

Se alzó la puerta de un garaje y metió el coche dentro.

Cuando entraron en su apartamento fue cuando se dio cuenta de la verdad. Varun Khan era extremadamente rico. El apartamento era una maravilla, con techos altos, molduras ornamentales y brillantes suelos de madera pulida.

El mobiliario era moderno, con sofás y sillas de cuero, y las vistas que se veían tras los inmensos ventanales cortaban la respiración.

Varun la había llevado a su habitación para que se refrescara. En el baño encontró todos los productos de aseo que podía necesitar y un esponjoso albornoz blanco. A pesar de haberse duchado por la mañana, volvió a hacerlo y se lavó la cabeza. Se estaba secando el pelo cuando llamaron a la puerta.

Alia se dirigió a abrirla con el corazón latiéndole con fuerza.

–¿Sí?

–He mandado que te trajeran algunas cosas Ropa

Alia abrió la puerta del todo. Varun estaba allí de pie, tan alto y tan guapo que la dejó sin respiración. No era el tipo de hombre que le convenía. Ya no creía que fuera solamente un jugador. Sí, claro que jugaba, pero no era lo único que hacía. Estaba claro que le gustaban el riesgo, las emociones fuertes y el peligro. Era la peor clase de hombre para cualquier mujer, pero sobre todo para ella.

Alia quería alguien en quien pudiera confiar, alguien estable y responsable. Quería lo que nunca había tenido.

Pero ¿por qué estaba pensando aquellas cosas? Apenas conocía a aquel hombre, y desde luego no tenía pensado enamorarse de él.

–¿Puedo entrar?

Alia tragó saliva y abrió más la puerta. Sintió un calor en el vientre.

–Por supuesto.

Varun entró con las bolsas de una boutique y las dejó sobre la mesa antigua que había a los pies de la cama.

–No es mucho, pero bastará para salir de compras y para ir a cenar.

Avergonzada, Alia se acercó y echó un vistazo en el interior de una de las bolsas.

–Si no te gusta haré que te envíen algo más. He tenido que adivinar tu talla.

Pareja de corazones (KHAN #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora