h

8 0 0
                                    

A Alia le latía el corazón con fuerza. Strip póquer. ¿Sería capaz de hacerlo? Porque sabía lo que ocurriría si perdía. Sentía el cuerpo tirante, la zona entre los muslos derritiéndose. Su cuerpo anhelaba tanto a Varun que le asustaba. Si terminaban juntos en la cama, no sabía qué podría suceder después, pero temía que fuera el final para ella. El maravilloso sentimiento que experimentaba cuando estaba con él moriría. Y no estaba preparada para que eso sucediera.

Alia aspiró con fuerza el aire. Pero no iba a perder. Tenía tantas posibilidades de ganar como él. Tal vez más, porque ella había jugado tanto tiempo desde el otro lado de la mesa que tenía un instinto diferente.

–De acuerdo –dijo–. Nos apostaremos la ropa.

Varun sonrió por primera vez desde hacía horas. Era una sonrisa de absoluta confianza en sí mismo.

–Pero hay un problema –continuó Alia –. Tú tienes más ropa que yo. O me dejas un par de manos de ventaja o cuentas la chaqueta, la camisa y la corbata como uno.

Varun se quitó la chaqueta y la dejó sobre la silla más cercana.

–La camisa y la corbata cuentan como uno.

Alia le señaló la cintura con la barbilla.

–¿Y el cinturón?

–Va con los pantalones.

Alia agarró la baraja de cartas. Si con aquello conseguía que él dejara de pensar en lo que había pasado, si le devolvía la alegría, se arriesgaría.

–De acuerdo entonces. Si acercas una de esas sillas podemos jugar en el escritorio.

–En la cama, Alia. Es más grande.

Ella se sonrojó hasta las orejas. No por la vergüenza, sino por la carga sexual. Quería jugar al strip póquer en una cama con aquel hombre. Y quería ganar para ver su maravilloso cuerpo otra vez.

–De acuerdo –agarró la copa de champán–. Vamos.

Alia abrió camino hasta el dormitorio, dejó la copa en la mesilla y se quitó los tacones antes de subirse a la cama. Cuando se dio la vuelta, Varun la estaba mirando con los ojos oscurecidos por el deseo.

–Podemos saltarnos las cartas –dijo él con voz sensual–. Nos ahorraríamos tiempo y molestias.

–Súbete a la cama, Varun, Y prepárate para perder la camisa.

Él se quitó los zapatos y los calcetines y se subió a la cama por el otro lado. El centro era una buena superficie de juego. Alia barajó y Varun cortó. Luego ella repartió con movimientos rápidos y ensayados.

–Me encanta ver cómo acaricias las cartas con tus manos –dijo él.

–No intentes distraerme –respondió Alia con frialdad.

Luego levantó sus cartas y miró a Varun, que también la estaba mirando. Ambos trataban de descifrar la jugada que tenía el otro a través de su expresión.

–Eres muy buena faroleando –aseguró Varun. Ella alzó una ceja.

–¿Quién dice que voy de farol?

–Siempre puedo leer a la gente, pero a ti se te da bien esconder tus emociones en la mesa. Ya me di cuenta de ello en Niza.

–Es la práctica –dijo, pero tenía el corazón cargado de adrenalina. Sin duda la cercanía de Varun la alteraba.

Él dejó dos cartas y sonrió. Alia volvió a mirar su mano. Tenía dos cincos, no estaba mal, pero quería mejorar.

Dejó tres cartas y volvió a repartir. Esa vez sacó un as, un dos y otro cinco. Sin ser espectacular, era una buena mano.

Pareja de corazones (KHAN #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora