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Varun no había experimentado nunca una urgencia igual. Cuando le hacía el amor a una mujer se tomaba su tiempo. Siempre tenía el control. Pero esa vez no. Los gemidos de Alia, el modo en que le acariciaba la piel, la dulce intensidad de su voz mientras temblaba bajo las caricias Por no mencionar su húmedo calor y el olor de su piel.

Tenía que tomarla en aquel instante.

Le dolía el costado, pero no le importaba. Nunca había sentido una excitación tan dulce y dolorosa. Sus heridas no podían compararse. Alia seguía sacudiéndose por el poder del clímax mientras él prácticamente le arrancaba las braguitas de seda. Luego se quitó los calzoncillos y se acomodó entre sus piernas otra vez.

Alia se abrió de inmediato y le rodeó las caderas con sus largas piernas cuando la penetró.

No tuvo ninguna consideración, la había perdido en algún momento del camino. Alia estaba preparada para él, más que preparada, pero gimió un poco cuando la poseyó. El pecho le subía y le bajaba rápidamente mientras esperaba a que su cuerpo se acomodara al de él. Varun no podía hablar, no podía preguntarle si estaba bien, porque necesitaba de toda su concentración para no tomarla rápida y furiosamente. Hizo un esfuerzo por contenerse y entonces ella alzó la mano y le acarició la mejilla.

–Varun –gimió suavemente–. Oh, Varun.

Los ojos se le llenaron de lágrimas, pero él supo instintivamente que no eran lágrimas de dolor ni de infelicidad. Dios, era preciosa.

Y era suya.

Perdió la poca cordura que le quedaba. Empezó a moverse sin descanso mientras la acariciaba. Cabalgó con fuerza, pero ella lo recibió sin temor, abriéndole las caderas y con sus preciosos senos balanceándose con la fuerza del acto amoroso.

Varun se estaba volviendo loco. Ella lo volvía loco. Se contuvo todo lo que pudo hasta que sintió el cuerpo de Alia apretarse a su alrededor. Un instante más tarde ella arqueó la espalda y gimió al sentir el éxtasis. Varun le succionó un pezón para aumentar el placer. Respondía de un modo increíble. Cuando cayó desmadejada sobre la cama, Varun le sujetó las nalgas y la alzó hacia él hasta que su cuerpo empezó a encenderse una vez más. No hizo falta mucho tiempo para que volviera a experimentar otro orgasmo. Esa vez él la acompañó y derramó su esencia con tanta intensidad que se le nubló la vista durante una décima de segundo.

Dejarse llevar en el interior del cuerpo de Alia era lo más increíble y maravilloso que había experimentado en su vida. Sin embargo, en el fondo de su mente estaba la certeza de que no duraría. Nunca duraba. Nada ocupaba su atención más allá del tiempo que necesitaba para establecer su dominio. Ni siquiera una mujer tan dulce y sexy como Alia Bhatt.

Alia se despertó con el sonido del agua de la ducha. Se incorporó en la mullida cama, parpadeó, bostezó y entonces cayó en la cuenta de dónde estaba y con quién.

Y de lo que había hecho. Oh, Dios.

Sentía el cuerpo deliciosamente lánguido, aunque también notaba un poco de irritación entre las piernas. El corazón le dio un vuelco. Se habían pasado la noche haciendo el amor. Se dormían, se despertaban entrelazados entre las sábanas, volvían a dormirse, hacían el amor una vez más. Nunca había tenido un amante como Varun, un hombre tan en sintonía con su cuerpo que le proporcionaba placer con el más mínimo roce. Lo que sentía cuando estaba con él resultaba muy peligroso. Podría llegar a amarlo si no se andaba con cuidado.

Alia se sentó y se agarró las rodillas. No. De eso ni hablar. Era una mujer adulta que controlaba su destino y su cuerpo. Había hecho el amor con Varun, o, mejor dicho, había tenido relaciones sexuales con Varun porque tenía sus necesidades y él era muy bueno satisfaciéndolas. Las mujeres también podían disfrutar del sexo sin más. Ella acababa de hacerlo. Una y otra vez.

Pareja de corazones (KHAN #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora