CAPITULO 9

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Dianora D'Amico Mansini

Gemidos, dolor, sangre.

Abro los ojos abruptamente, mientras me siento en la cama. Tomo mi pecho con una mano mientras trato de calmar mi respiración.

Hace mucho tiempo que no tenía pesadillas, pensé que se había terminado con la entrada de mi adolescencia.

Cuando era niña, alrededor de los 12 y 13 años es cuando más frecuentes fueron, nunca las entendía, en todas ellas era una niña de unos 6 años, siendo abusada por distintos hombres.

Nunca se los conté a mis padres, lo adjudiqué a la mente tonta de una niña, pero ahora ya era una mujer, y esta vez se sintió más vivido el sentimiento de dolor.

— ¿Dianora? —volteo mi rostro al escuchar la voz ronca de Maurizio, está sentado en la cama con el ceño fruncido.

— Vuelve a dormir —me sorprende la forma fría en que le hablo, pero el sueño me dejó muy conmocionada.

— Dime que te paso Dianora —demanda haciendo que me ría sin gracia, su seño se frunce todavía más.

Maurizio tiene la mala costumbre de ser mandón, el, mi padre y todo el mundo se creen con el poder de controlarme sin que yo vaya a quejarme, pero ya es momento de que eso cambie.

— Iré a tomar agua —me limito a decir de la misma forma monótona sin sentimientos, él no dice nada, solo se me queda mirando mientras me levanto de la cama y salgo por la puerta.

Solo llevo puesta su camisa, pero no me importa, hace dos semanas que estoy en esta mansión, no puedo decirle casa, por lo tanto, ya me sentía en confianza.

En el camino por mi mente pasa el recuerdo del hombre que aparecía siempre en mis pesadillas cuando era niña.

Tenía la piel bronceada y muchos músculos, era muchísimo más alto que yo, su pelo era negro y sus ojos verdes. Recuerdo tenerlo siempre encima mío, entre mis piernas, pero otras veces reírme con él.

En mis sueños no sabía si tenerle miedo o no.

Cuando llego a la cocina, me detengo en seco al ver a la nana de Paolo.

Esta sentada muy recta en un banquillo frente a la isla, lleva puesta una batalla de seda negra que le llega hasta los tobillos, se puede ver que es una mujer con buen estado físico, no aparenta más de 35 años, su cabello está amarrado perfectamente en un mono, sus labios, a pesar de las altas horas de la noche, están pintados de rojo, resaltando sus ojos azules, en su mano tiene una copa de vino tinto, toma lentamente mientras que sus ojos, no transmiten nada, parece vacía.

Me doy media vuelta para irme, pero la vos fría como el hielo de la nana de Paolo hace que me voltee.

— No te vayas Dianora.

— Disculpa, no quería molestar, solo vine por un vaso de agua —me quedo en el marco de la puerta abrazándome a mí misma, por alguna razón me siento intimidada ante su presencia.

— Ven, siéntate —palmea el banquillo que hay a su lado, dudo un poco, al final decido ir y sentarme a su lado —¿pesadillas?

La miro fruncido el ceño ¿tan obvio es?

— Oh querida, tienes la misma cara que tenía yo cuando también tenía pesadillas, mi marido no sabía dónde meterse cuando me despertaba loca por las noches —se ríe, pero la sonrisa no llega a sus ojos, sino que se llenan de tristeza.

— Hace mucho tiempo que no tenía pesadillas, pensé que se habían terminado —hablo en susurro, la mano de la nana se posa sobre mi hombro.

— Te entiendo linda, es normal que las pesadillas vuelvan.

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⏰ Última actualización: Dec 12, 2021 ⏰

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Misteco #1 [𝗧𝗿𝗶𝗹𝗼𝗴𝗶𝗮 𝗣𝗲𝗿𝗶𝗰𝗼𝗹𝗼]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora