Vinimos,
cruelmente arrancados
de nuestra dulce inexistencia
de la calidez de la nada
a este mundo.
Vinimos para ser despreciados,
odiados y reprimidos,
vinimos para sufrir
lo que sufren el resto de seres
al estar con el hombre.
Maldito sea el hombre común.
La sangre que nutre al hombre
es el vino con el que se deleitan los dioses.
Cada hombre
que camina
que habla
que bebe
es un hombre que odia,
que ama
que tiene los deseos más oscuros.