Capitulo 18-Lluvia de mentiras agradables

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 Miénteme de la mejor manera, destrúyeme de la mejor manera, siempre lo dije.

El día era condenadamente frío, estaba lloviendo a cántaros, sentía como el frío me abrazaba, pero el abrazo que de verdad necesitaba era de aquel que había congelado mi corazón.

Sentía también como se desvanecían mi seguridad, mi felicidad, mi sonrisa, todo.

Cada avance que dio Tristán en mi vida lo había destruido.

Odiaba haberme dejado engañar, odiaba haberme permitido enamorarme de él.

Lo odiaba. Él me perdió, no me salvó.

No obstante, lo peor de todo es que seguía sintiendo cosas por él, quería escuchar su versión y quería, por lo menos, despedirme de él.

Así que, tome mi teléfono y leí algunas mensajes que me mandó.

"Dime qué paso, Andy, te lo puedo explicar"

"¿Puedo ir a hablarte hoy?"

"Mariposita, te amo, por favor, escúchame"

Y otros 578 mensajes llenaban mi teléfono, pero lo peor de todo es que seguía escribiendo.

"En la plaza nos vemos, estaré allí en media hora" respondí.

"Está lloviendo a cántaros, mariposita, podrías enfermar" respondió él.

"Aunque sea yo no moriré si enfermo. Si muero será por creer en la persona equivocada"

Le respondí y me arrepentí inmediatamente, no debía jugar con su muerte, pero él tampoco debió jugar conmigo.

Me puse un suéter gigante y salí de mi casa, empecé a caminar a la plaza más cerca de mi casa, y no tan cerca de la suya. Por si se lo preguntan sí, sí sabía dónde vivía Tristán porque una vez se lo pregunté.

Me senté en un banco que había allí, y, Dios mío, que frío hacía. Realmente podía enfermar, pero había sido mi decisión, no podía oponerme.

Estaba admirando la lluvia que me empapaba, sentía que ella estaba igual que yo, con el corazón frío y roto, y me sentía cómoda con ella, sentía que me abrazaba aunque quizás no era así.

—Perdóname.

No había notado la presencia de Tristán. Él estaba arrodillado frente a mí empapado y su rostro reflejaba verdadero dolor. No obstante, desvié mi mirada.

—Mariposita—susurró—... Dime qué pasó.

—La verdad pasó, la verdad de la que tanto me hablabas —contesté seca.

—Pero dime qué te dijeron —pidió aun arrodillado.

—¿Estuviste con Kendall? —pregunté mirándolo a los ojos.

La confusión invadió su rostro, su hermoso rostro, que en ese momento se veía tan triste, no parecía él. Su cabello anaranjado rojizo parecía más bien marrón por lo mojado que estaba y se colaba en su rostro pálido; y sus ojos marrones lucían tan apagados que era irreconocible.

—No he estado con nadie que no seas tú, Andy, te lo juro.

Te mentiría si te dijera que no sentí un gran alivio, pero a la vez, aun estaba dudosa porque muchas cosas concordaban con la historia de Kendall.

—¿Entonces por qué una vez me dijiste que ella no era mi amiga?¿Por qué siempre actuabas raro con ella a tu lado?

Pasó sus manos por su rostro frustrado, y tomó mis manos.

Mi perdida salvación (Un mundo de mariposas) CORRIGIENDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora