Capítulo 25: Te quiero contar una historia

1.6K 59 49
                                    

Reconocí su aroma y dejé que me envolviera con sus brazos. Me refugié entre ellos. Después de tanto tiempo volvía a sentirme a salvo porque estaba con él.

Sus músculos se tensaron y me di cuenta de que él también lloraba, sosteniéndome contra su pecho.

- Erick, no... - me separé un poco para mirarlo - no puedo...

Entonces mi Duque se quebró. Mi badboy, mi mino de los tatuajes, mi Sopita que podía ser tan duro cuando jugaba ahora me observaba con el corazón roto. Intentó volver a abrazarme pero no se lo permití, le quería decir esto de frente:

- No puedo porque no eres mi golondrina - le sonreí entre lágrimas - Erick, tú eres mi príncipe.

"Siempre lo has sido", pensé.

...

3 años después

- ¿Y qué pasó después? - me preguntó intrigada la Maithe que ya tenía 13 años.

- Pásame un globo mi amor, de esos de allá - le indiqué con el dedo y me trajo un globo rosado, me tomé un minuto para inflarlo y ponerlo junto a los otros que ordenaban la entrada - ¿después de que le dije eso al Erick?

Ella asintió.

- Después de eso lloramos los dos, harto rato, hasta se me olvidó que el Edu y tu papá estaban en el depa, no sé en qué momento se fueron - me reí - les voy a preguntar algún día.

- ¿Mi papá estuvo ahí?

- Si po - le pasé un mechón de pelo detrás de la oreja - de hecho fue tu papá el que nos juntó desde un principio, la historia del avión, ¿te acuerdas? Y también fue el que nos hizo reconciliarnos.

Sonreí de solo recordarlo y volví a concentrarme en arreglar la decoración. Hoy nos reuníamos con las familias de los jugadores de la selección para celebrar su desempeño en la Copa América, el Charles puso la casa y se fue a hacer el asado con los cabros mientras los niños corrían por ahí jugando.

Su hija se aclaró la garganta para llamar mi atención. Claro, no le había terminado de contar.

- Ah, ya po - continué - ese día la verdad es que no hablamos mucho. Después de estar tanto tiempo peleados, lejos el uno del otro, llorando cada uno por su lado, no me quería separar de él ni él tampoco quería soltarme. Los dos fuimos conscientes de que nos dijimos cosas feas, nos equivocamos, así que estuvimos de acuerdo cuando nos quisimos tomar un tiempo para ir reparando esas heridas de a poquito.

- ¿Entonces estuvieron separados? - preguntó con pena.

- No - me reí - ese "tomarnos un tiempo" no nos duró nada. Una noche conversamos, nos dijimos las cosas con toda la sinceridad del mundo y los dos estuvimos de acuerdo en que ya había pasado y no queríamos recordarlo nunca más.

- ¿Estás muy enamorada del Erick?

Tomé otro globo y jugué con él entre mis manos, sonreí como tonta ante lo dulce de su pregunta.

- Sí - respondí más para mí misma que para ella, de repente se vinieron tantas imágenes a mi mente: el paseo por Florencia, las tardes después de los entrenamientos, la piscina... Al Erick lo seguiría a donde fuera con tal de estar con él, ya sea en la Fiore o en la Juve, en la Premier o en Antofagasta, me daba lo mismo. Al lado de mi Duque yo iba a ser feliz en cualquier parte.

- ¿Alguna vez volvieron a pelear? - me sorprendía lo interesada que estaba la Maithe.

- No - le mentí, era chica todavía, no le podía contar todo a esta edad.

Nuestras únicas discusiones eran en las mañanas y tenían lugar en nuestra cama, donde el Erick me abrazaba por la espalda para tenerme pegadita a él, entonces yo le decía:

- Mi amor, tienes que ir a entrenar.

- Pero me quiero quedar contigo - reclamaba él y me abrazaba con más fuerza.

- Eres imposible - me giraba para darle un beso de buenos días y hacía el ademán de levantarme - ¿te levantas tú o me levanto yo?

- Un ratito más - pedía con voz de niño mientras me tomaba de la mano para detenerme. Y yo siempre le decía que sí, me volvía acostar y me acunaba calentita entre sus brazos. Así todas las mañanas...

- ¿Por qué tanto interés, cabra chica? - le cambié el tema - ¿acaso hay algún niño por ahí?

- No - negó con la cabeza y se sonrojó - en mi curso no hay nadie, yo me quiero enamorar de alguien que me lleve a conocer el mundo, a viajar por muchos países.

- Oye, a tu papá le va a dar algo si te escucha decir eso - nos reímos.

En eso el Charles se nos acercó corriendo con cara de preocupado.

- ¿Qué pasó? - hablé apenas llegó.

- El Erick se cortó con un vaso, intenté ponerle un parche curita pero todavía se siente mal, ¿podi venir? - lo miré con cara de "¿me estai webeando?" así que insistió - ¿por si acaso?

- ¿Por qué esta situación se me hace conocida? - comenté con cierta ironía. Era exactamente lo mismo que pasó en el avión hace 5 años cuando conocí a Pulgar, ¿cómo tan weon para que le pase de nuevo?

Apuré el paso hasta la parte de atrás de la casa donde se supone que los hombres estaban cocinando. Me encontré a mi pololo de espaldas, con la cabeza agachada y sosteniéndose una mano.

- ¿Estabas haciendo avioncitos de papel otra vez? - hablé para avisarle que ya estaba aquí.

Entonces se giró lentamente y me di cuenta de que no se estaba sosteniendo la mano, sino algo encima de la mano: una caja con el famoso anillo de la promesa rota que, al final, supimos reparar.

Bajó la mirada un segundo, tímido, y con una sonrisa se armó de valor para anunciar lo que tenía que decir:

- Pulgarcita, ¿te quieres casar conmigo?

Y yo, obvio, le dije que sí.

⋆⋆⋆⋆⋆⋆⋆⋆⋆⋆⋆⋆⋆⋆⋆⋆

Pulgarcita (Erick Pulgar y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora