01. punto débil

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capitulo uno
PUNTO DÉBIL
1989

Todo el mundo tiene un punto débil. Yo lo sé, ustedes lo saben. Los vampiros tienen al ajo, Superman tiene a la kriptonita, el profesor Dumbledore tiene a los sorbetes de limón y así va la cosa. El punto es que, todos tienen una debilidad. Y la mía, lejos de ser una piedra espacial o una hortaliza de considerable hedor, era, aparentemente, él.

¿Pueden culparme? Yo creo que no. Es decir, la mitad de la población femenina tiene un crush con él. ¿Y como no tenerlo? Es como si Adonis hubiese tenido un bebé con Jesús. Era dolorosamente hermoso y, por lejos, la persona más jodidamente amable y encantadora del mundo. Me daban náuseas con solo mirarlo. Podría vomitar en cualquier momento dado al cruzar palabras con él.

Por eso era una suerte que nunca le haya hablado. Me contentaba simplemente con admirar desde lejos la forma en que jugaba con los rizos de su nuca mientras estaba sentado en clase de Pociones o con verlo pasar riendo con sus tontos amigos del equipo de quidditch en los pasillos. No pensaba en mi misma como una conspiranóica, pero a veces empezaba a sospechar que quizá ese chico no era del todo humano. Un humano común y corriente no podía tener una risa tan melodiosa.

Un humano común y corriente no le habría robado el aire a la temible A.J. Sallinger.

—¿Abbs? ¡Abbs!

Pegué un salto, saliendo de mi ensoñación. En la vida real (la que apestaba muchísimo en comparación a la fantasía que estaba creandome en la cabeza) seguía en clase de Pociones, sentada al lado de Mona Saperstein y Sakeenah Malek, mis dos mejores amigas. (Para no decir las dos únicas personas que, por un pelo, me soportaban.)

—Es A.J. —gruñí. Odio que me llamen Abbs. Odio que me llamen en general.

—Okay, Eijey —remedó Sakeenah, haciendo una mueca—. Estabas soñando despierta de nuevo, ¿no?

—Perderías menos tiempo soñando si te fueses de una vez a hablarle —apuntó Mona, empujándome ligeramente.

Yo les clavé los ojos.

Eso fue suficiente para que no volvieran a decirme nada y para que yo volviera a dibujar garabatos del dinamómetro que tenía en mano en mi libro.

Verán, algunas personas dicen que soy intimidante. Yo no creo que sea así. (A pesar de que me lo hayan dicho a la cara). Yo considero que soy más bien de temperamento fuerte. Sip, esa es la palabra. Fuerte. Quizá era ese temperamento fuerte el que me había llevado a ser conocida en Hogwarts como "sallie". En parte porque mi apellido era Sallinger, pero mayormente porque era un poco salada con todas las personas que me desgradaban (las cuales eran prácticamente todas.)

También era ese temperamento fuerte el cual explicaba porque, en seis años de estadía en el mismo colegio, solamente habían dos personas que todavía tenían el valor suficiente de sentarse conmigo en clase (aunque a veces tenía la ligera sospecha de que lo hacían solamente porque éramos compañeras de cuarto y bueno, me necesitaban— las notas de esas chicas serían una tremenda miseria si yo no estuviese con ellas.)

Pues sí. Yo era una desgraciada o lo que sea, y todo el mundo lo sabía. Y estaba contenta con eso, porque era yo misma la que me encargaba de que todos lo supiesen y se mantuviesen alejados. No caerle bien a la gente es uno de mis muchos talentos, y ya que era un talento, lo había perfeccionado hasta el punto en el que, para mi sexto año, cargaba con una gruesa armadura de orgullo, ambición y excelente prospecto académico que me llevaría a alcanzar el punto más alto de mi vida en cualquier momento dado. Completamente impenetrable. Sin puntos débiles.

O eso pensé.

—¿Disculpa, siguen usando el dinamómetro medidor? Lo necesitamos en la estación cuatro.

suck it and see || charlie weasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora