15: Decisión.

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Se podía escuchar la presión que mis dedos índices y pulgares hacían al contacto con los botones. La pantalla que correspondía a mi avatar estaba poniéndose roja lo cual solo podía indicar una cosa, otro disparo y yo sería historia. No lograba darle, y por otro lado ella parecía acertar en cada uno de sus disparos, para cuando vi la granada de plasma pegada a mi espalda, ya era obvio mi final.

— ¡BOOM! —gritó Karina al mismo tiempo que la granada estallaba—. Así es como barres el piso con alguien en Halo.

—Vamos, Karina, no presumas que tú juegas Halo todos los días, yo sólo lo juego cuando vengo aquí —dije intentando defenderme de una humillante derrota.

—Ajá, y resulta que tú vienes aquí todos los días.

—Este... bueno, eso no tiene nada que ver —dije rápidamente.

— ¡Ja! Pues eso lo apoyo, sólo tiene que ver con que apestas en Halo.

— ¡Oye! No me humilles —dije, haciendo puchero.

—Lo siento, mi amor —dándome un beso en la mejilla—. Pero cuando se trata de Halo, hasta mi hermanita te ganaría.

Yo volví a hacer un puchero y ella me abrazó intentando consolarme, yo sabía lo mala que era jugando y que Karina siempre me ganaba de invicta, pero igual nos divertíamos mucho. De un momento a otro, sonó su celular y ella salió para atenderlo. Pude escuchar perfectamente quien era ya que dejo la puerta de la habitación abierta.

— ¿Bueno? Hola, Kai. No, voy a quedarme todo el día en casa, la universidad estuvo pesada y sólo quiero descansar... pues sí, estoy con ella, ¿por qué?

Lo siguiente que oí fue un silencio de aproximadamente unos dos minutos. Es obvio que a Jongin le encanta escuchar su propia voz, siempre quiere hablar él, siempre quiere decir todo él, siempre quiere sacar sus conclusiones él, nunca deja a Karina opinar o defenderse. Karina terminaba levantándole la voz y colgándole, no es fácil hablar con alguien que no sabe escuchar a otra persona que no sea él mismo.

—Kai, mira, la estoy pasando genial, y no se me da la regalada gana de que me arruines eso, ¿de acuerdo? Adiós —dijo, colgando el celular, estaba muy enfadada, últimamente peleaban mucho, y sabía que era por mí.

Karina regresó a la habitación intentando respirar profundo para calmar la ira que le había producido lo que fuera que Jongin le había dicho. Se sentó a mi lado en la cama y luego me miró y me abrazó, yo me limité a devolver el gesto. No me sentía en derecho de preguntar qué había pasado, si quería contarme, lo haría.

—Te quiero mucho, Minjeong —dijo, aun abrazándome.

—Yo te quiero más.

Pasamos el resto del día jugando, hablando, ella burlándose de lo mal que yo juego Halo, yo burlándome de lo mal que ella juega Need For Speed. Para cuando eran las diez de la noche, ya llevábamos juntas desde que salimos cada una de la universidad y era hora de que yo volviera a mi casa. Karina me acompaño a la puerta para despedirme.

—Que descanses —dije, dándole un beso en la mejilla.

—Tú igual.

—Te quiero.

—Y yo a ti.

Empecé a caminar a hacia mi casa, de lo que no me di cuenta era de que Karina no volvió a entrar a la suya, sino que siguió otro camino, camino que dirigía a la casa de Giselle. Le mandó un mensaje para avisarle que estaba en la puerta, que por favor le abriera, era tarde y no quería despertar a nadie. Giselle bajó al poco tiempo y la llevó hacia su habitación, se sentaron dispuestas a hablar. Karina no podía pronunciar palabra, no sabía qué decir, ni siquiera sabía si lo que estaba haciendo estaba bien, tenía demasiado en la cabeza.

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