10: Ley del hielo.

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He pasado los últimos cuatro días haciendo todo lo humanamente posible para evitar a Karina. Sé que no tengo ningún derecho de estar molesta porque no somos absolutamente nada, pero no es eso, es el hecho de que no puedo verla sin imaginármela con Jongin y eso me destroza. Por otro lado, sé que no sabría manejar la situación si me tocara hablar con ella y probablemente actúe como la idiota que no quiero volver a ser.

Ella ya lo notó, los primeros dos días debió haber pensado que eran ideas suyas ya que el que no me haya presentado en su ventana a las diez de lo noche durante dos días no es la gran cosa, pero al ver que no he contestado los 23 mensajes de texto, los 12 buzones de voz, los 8 correos electrónicos y las 31 llamadas perdidas que me ha hecho, seguramente empezó a preocuparse, o tal vez se preocupó antes y por eso ese número tan grande de intentos fallidos por saber de mí.

Ahora mismo estoy en el supermercado que ya les había mencionado antes. Tengo en mis manos una pequeña lista con un número de cosas que tengo que comprar para la casa; leche, huevos, pan, queso y para mí algo personal, una cajita de té de frutos rojos. Estoy mirando si llevar un litro o dos de leche cuando un olor particular se posa en mi nariz, haciéndome estremecer.

— ¿Vas a decirme por qué me estas evitando?

Me giré a verla, tenía un carrito de compras lleno de víveres y sus ojos puestos fijos en mí, como si quisiera sacarme a la fuerza lo que quería saber con mirarme. También la noté ligeramente molesta, o tal vez era estresada, no sé realmente cómo describir el estado en el que está. Lo único que pude hacer fue fijar mis ojos en la leche fingiendo que aún eran de mi interés.

— ¿De qué hablas? —pregunté finalmente después de un silencio.

—Sabes perfectamente de qué hablo, al principio pensé que no habías ido a las diez porque se te había presentado algo, o porque simplemente estabas cansada de escalar; lo cual entiendo, pero es que dejaste de contestar mis llamadas, mis mensajes, no me devolviste nada de lo que te envíe al menos para saber que estabas bien, incluso llegue a pensar que algo te había pasado, pero cuando llamé a tu hermano preguntando por ti resulta que estas perfectamente bien y que simplemente no quieres hablar conmigo, pues bien, si así es el caso y de verdad ya no quieres saber de mí, lo mínimo que me merezco es que me lo digas y que al menos me des una explicación del porqué.

De acuerdo, cambio mi descripción, está notoriamente molesta, y podía entenderlo, pero ella también tendría que entenderme a mí.

—Me mentiste, Karina —pronuncié después de encontrar algo que no pareciera fuera de lugar, ni mucho menos que me estaba dando atribuciones que no me concernían.

Debo admitir que por contradictorio que parezca sé que no tengo derecho de reclamarle que haya estado con Jongin, es su novio, es perfectamente normal, pero es que para mí yo soy su novia, ella debería estar conmigo y sólo conmigo, y quiero reclamárselo, quiero hacerlo, quiero hacerlo más que nada porque no entiendo como con tres semanas de noviazgo ya hayan estado juntos. Y por otro lado también quiero saber, ¿por qué me mintió al respecto?

— ¿Mentirte? ¿Respecto a qué? —no parecía entender lo que yo le estaba insinuando, así que tendría que ser un poco más clara.

—El viernes con Jongin, me mentiste.

Ella palideció, lo cual comprobó que lo que Ningning me había contado era cierto, eso dolió más. Supongo que en alguna parte de mi quería creer que era falso, que eran inventos de Jongin para presumirles a sus amigos como el típico machito hueco que va por ahí contando su vida sexual con su novia. Después de un momento, me percaté que Karina había dejado de mirarme a los ojos y estaba mirando la punta de sus zapatos.

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