1: El deseo.

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Bien, comenzaré a narrar esta historia dándoles un consejo: cuidado con lo que desean.

Si eres una persona normal —a diferencia de mí— te preguntarás: ¿qué tiene de malo desear algo? Y es que la mayoría desea dinero, joyas, autos, hombres, mujeres, sexo o amor, o demás tonterías que en un principio parecen inofensivas, pero no. Definitivamente no lo son.

A veces hay ciertos momentos en el día en los que las emociones son más fuertes que nuestra razón y es entonces donde hay que tener cuidado porque a veces los deseos se cumplen y no siempre traen buenos resultados.

Para dejarlo más en claro, déjame contarte cómo comenzó todo esto.

***

Pues bien, resulta que ahí estaba yo, de pie frente a mi encantadora novia. La sangre llegaba a sus mejillas y empezaban a tornarse de un color rojizo, sus manos estaban apretadas fuertemente en forma de puños, estaba a punto de soltar un golpe y yo lo sabía. Tenía que calcular bien mi siguiente movimiento si no quería terminar escupiendo sangre.

—Rina cariño, cálmate, no es para tanto —dije, tratando de quitarle importancia al asunto, pero eso sólo empeoró las cosas.

— ¡Ah! No es para tanto. ¡¿Mi novia me pone los cuernos y no es para tanto?! —me gritó a mitad de la sala de su casa.

—Cariño, sólo la besé. No te puse los cuernos —le respondí porque realmente eso no contaba como una infidelidad.

Karina levantó la mano y supe que estaba a punto de darme una cachetada, entonces como acto de reflejo levanté los brazos para cubrirme, pero el golpe nunca llegó.

Cuando abrí los ojos y bajé los brazos, Karina estaba ahí, con una mirada triste como de actriz de telenovela.

—Es que ese es exactamente el problema contigo, Minjeong. Para ti sólo fue un beso, pero para mí significa mucho más. Y ya estoy harta.

Yo no lo podía entender, fue solo un beso, no era para tanto, ¿o sí? Es decir, que las bese —porque efectivamente esto había ocurrido más de una vez— o incluso que me acueste con ellas no significa que las quiera, mucho menos que las ame.

—Karina, cálmate. ¿Quieres que te de un ataque? —le dije tratando de enfriar la situación, no quería que ella volviera a enloquecer y terminara partiéndome la nariz. Mi rostro era perfecto.

—Ahora resulta que te preocupas por mí. ¿Y mientras estabas con ella? ¿Pensaste en mí mientras la besabas? ¡Claro que no! ¿Y sabes por qué estoy segura de eso? Porque si hubieras pensado tan sólo un segundo en mí, no lo habrías hecho, Minjeong.

—Fue sólo un beso —le repetí.

— ¡Deja de decir eso! ¡Joder, es que no entiendes nada! Te he perdonado mentiras, infidelidades, dejarme plantada el día de nuestro aniversario para irte con la perra de Estefanía, he estado contigo en las buenas y en las malas, cuando todos te dieron la espalda, pero no más. ¿Me escuchaste?

— ¡¿Si no te gusta entonces para qué me perdonaste?! ¡¿Por qué sigues conmigo?! —esta vez fui yo quién gritó, estaba harta de que me echará en cara cosas que se suponía que ya habíamos superado.

La rabia desapareció de sus ojos chocolate y sólo quedó dolor—. Es que sigues sin entender, Kim —me dijo en un tono de voz más tranquilo—. Yo seguí contigo y te perdoné, no para que lo hicieras de nuevo, te perdoné porque te amo y porque pensé que cuando decías que lo lamentabas era cierto y no lo volverías a hacer, pero ya ni siquiera puedo creerte y, la verdad, tengo ganas de todo menos de verte la cara ahora mismo.

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