14: El mejor regalo.

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No lograba abrir mis ojos, la luz se hacía insoportable, sabía que estaba acostada, pero no lograba reconocer dónde. A lo lejos podía escuchar la voz que reconocí como la de mi hermano gritando a Dios sabrá quién algo parecido a: "vuelves a tocar a mi hermana y te mato, hijo de puta". Como pude y muy lentamente fui abriendo mis ojos para encontrarme con el rostro más hermoso del mundo, se veía borroso, pero sabía que era ella. Sí, el rostro de Karina. Se veía preocupada, muy preocupada. ¿Será por mí?

— ¿Minjeong? Minjeong, mi amor, ¿me escuchas? —dijo con la voz un poco ronca y quebrada, estaba a punto de llorar.

Finalmente logré poner mis pensamientos en su lugar y empecé a reaccionar. La cabeza me dolía mucho, así que o acababan de golpearme, o me habían golpeado muy fuerte. Mi vista empezaba a recobrar claridad, poco a poco los recuerdos empezaron a llegar, ideas de donde estaba y el por qué, pero aun no recordaba que me había pasado.

— ¿Qué paso? —dije, intentando incorporarme. El dolor de cabeza hizo que dicha acción fuera inalcanzable para mí, así que volví a caer en lo que ahora reconocía como una cama.

—No te esfuerces. ¿Cómo te sientes? —dijo aún con su mirada preocupada, pero en su voz se notaba que el que yo respondiera a sus preguntas la había tranquilizado.

—Mal, me duele la cabeza. ¿Qué paso? —dije, poniendo mi antebrazo sobre mis ojos intentando evitar el paso de luz.

— ¿Sabes qué día es hoy?

—Es sábado.

— ¿Recuerdas dónde estamos?

—Sí, estamos en la presa.

— ¿Sabes qué hacemos aquí?

—Estamos celebrando, hoy mi equipo ganó contra el de Caster 3 a 1.

Ella respiro profundo con un aire de alivio. Que yo supiera dónde estábamos y que hacíamos ahí era buena señal, pero aún no lograba recordar qué hacía en esa cama y el porqué de mi dolor de cabeza. Nos quedamos en silencio por un momento, cuando el dolor empezó a aminorar me quité el antebrazo de los ojos e intenté incorporarme de nuevo. Ahora resulta que también me duele la rodilla. Karina intentó ayudarme a apoyar mi espalda contra la cabecera de la cama para quedar un poco más cómoda.

—Karina, ¿qué pasó? —repetí.

—Empezó a nevar —dijo sin mirarme, creo que aún estaba espantada por lo que había pasado—. Decidimos venir aquí después del partido, fue idea de Giselle, ¿recuerdas? Dijo que cuando nevaba la presa lucía hermosa. Ella consiguió una cabaña de último minuto y de un momento a otro ya estábamos aquí.

—Sí, eso lo recuerdo.

—Bueno, pues como dije, empezó a nevar, y unos tipos que estaban usando la cabaña de al lado por el fin de semana sacaron unas motos de nieve, estaban tomados los muy idiotas y se las dieron de los más machos, hombres tenían que ser, el punto es que uno de ellos en medio de su borrachera perdió el control de la moto de nieve y te arrojó. Te golpeaste en la frente con una piedra.

Después de que Karina dijo eso, proseguí a tocarme mi sien izquierda; nada. Cuando estaba por tocar mi sien derecha, el solo roce de mi dedo me produjo una ola de dolor reavivando la jaqueca.

—Como pude te limpié la sangre, pero tenía que esperar a que dejaras de sangrar para curarte, además, tenía miedo de que el golpe hubiera ocasionado algún tipo de contusión.

—Gracias —dije sonriendo, ella devolvió el gesto.

—Por cierto, tu hermano agarró al imbécil a golpes, lo dejó escupiendo sangre, no sabía que podía ser tan agresivo —dijo sorprendida.

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