Capítulo 6🎄

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-Esta es mi bola -le dijo Young Soo a Hyun Joong-. Mira, tiene mi nombre grabado y el año en que nací. Es la bola de mi primera Navidad. Me gustaría ponerla en lo más alto.

Young Soo se había dado cuenta rápidamente de que su inesperado compañero tenía la ventaja de llegar a las ramas más altas sin necesidad de subirse en una silla.

Era Young Saeng el que se sentía desilusionado porque había esperado que ese extraño, alto, bronceado y muy guapo fuera a ser de alguna manera emocionante.

Aunque no era muy hablador, desde la comida se había vuelto aún más reservado. Educado, pero como si no estuviera allí. Tenía la sensación de que estaba, de alguna manera, cumpliendo con alguna obligación. ¿Por qué se sentiría así? Se había salido de la carretera. ¿Por qué los hacía sentirse como si fuera culpa de ellos que estuviera allí?

Estaba allí atrapado, pero sólo en cuerpo porque su mente estaba a kilómetros de distancia.

Pero si había estado reservado durante la comida, durante la decoración del árbol se alejó de ellos aún más. Young Saeng lo miró. Tenía la mandíbula tensa, como si estuviera apretando los dientes.

-¿Sabes? -le dijo con suavidad-. Se supone que esto tiene que ser divertido. Sé que preferirías estar en cualquier otro lugar, pero, ya que no puede ser, ¿por qué no intentas sacarle provecho a la situación?

Hyun Joong lo miró, sorprendido de que le hubiera leído la mente.

-¿En otro lugar? -preguntó él-. No, no es eso. Es que no me gusta mucho la Navidad.

-¿De verdad?

-Mira, lo siento si se nota mucho. Tienes razón -dijo con un brillo nuevo en el rostro y, por un segundo, Young Saeng pensó que realmente iba a empezar a divertirse.

Dejó la bola que tenía en la mano sobre el papel del que la había sacado.

-Voy a cortar leña.

Eso no era lo que Young Saeng había querido decir con lo de sacarle provecho a la situación. Se había referido a que disfrutara con ellos, aunque no podía decírselo tan claro.

-Me refería a que disfrutaras del árbol y del ambiente navideño que hay en la cabaña.

Hyun Joong sonrió.

-Voy a disfrutar del ambiente, cortando leña para el fuego.

Young Saeng no dijo nada más; de repente se le ocurrió que Kim Hyun Joong era mucho más hombre de lo que una persona como él podía manejar.

-¿Adónde vas? -le preguntó Young Soo a Hyun Joong, con preocupación.

-Voy a cortar leña.

-Ya tenemos mucha leña -señaló el niño.

-En este país, nunca se tiene bastante. Me gusta tener la reserva al completo.

-Está bien -dijo el niño-. Entonces, voy a ayudarte.

-No -dijo Hyun Joong con firmeza-. Quédate a decorar el árbol con tu papito.

-Pero...

-Esta vez no -dijo y cerró la puerta con firmeza a sus espaldas.

-¿Es que no le gusto? -preguntó Young Soo con tristeza.

-Por supuesto que sí.

-¿Por qué no me deja ayudarlo?

-Young Soo, no quiere tu ayuda -inmediatamente se dio cuenta de que había sido demasiado directo-. Cortar leña no es un trabajo en el que los niños pequeños puedan ayudar. Puede ser muy peligroso. ¿Quieres que pongamos algunos villancicos mientras acabamos de decorar el árbol?

-Es mejor que guardemos las pilas para el día de Navidad -dijo el niño muy juicioso.

Una hora después, Young Saeng deseó que su hijo no hubiera sido tan prudente. El sonido del hacha golpeando la madera penetraba en la cabaña de manera insistente.

Cuando el carro de los helados pasaba una vez, resultaba fácil decir que no. ¿Pero docenas de veces? Después de todo, él no estaba hecho de acero.

-Necesitamos la otra caja de adornos -dijo Young Saeng aunque no era cierto.

Lo que quería era una excusa para entrar en la habitación a asomarse por la ventana. Sólo un vistazo. Mirar no era exactamente lo mismo que ceder a las tentaciones.

El almacén de madera estaba detrás de la cabaña, justo enfrente de la ventana desde la que él estaba mirando. La verdad era que parecía que ya no cabía ni un tronco más.

Hyun Joong estaba delante. La nieve caía a su alrededor en enormes copos de nieve. Él parecía no darse cuenta de nada.

Levantó el hacha con soltura y la dejó caer sobre un trozo de madera que se partió en dos. Sin hacer una pausa, agarró otro trozo.

Young Saeng lo observó, avergonzado por su interés, molesto con su falta de autocontrol y, a pesar de todo, hipnotizado por la fuerza masculina de sus movimientos.

-¿Has encontrado los adornos? -preguntó Young Soo desde el salón.

Young Saeng se alejó de la ventana y agarró la caja.

Pero, ahora, se sentía atraído por aquella ventana. Era patético. Logró alejar el deseo de volver a mirar durante otros veinte minutos.

-Voy a ponerme un suéter.

Otra vez, volvió a colocarse junto a los cristales, dando rienda suelta a aquel placer secreto. Hyun Joong se había quitado el abrigo y estaba bajo la nieve con sólo la camisa.

Se dijo a sí mismo que un poco de entretenimiento no era malo. Nunca se sentiría culpable por ver en repetidas ocasiones La ventana secreta solo para ver a Johnny Depp; pero allí no tenían televisor.

Después de un rato, volvió al salón junto al árbol. Allí hacía mucho calor con la estufa. ¡Y él se había puesto un suéter!

A pesar de sus preocupaciones, no pudo pasar por alto que el árbol estaba quedando precioso. Pero no tanto como para atraer toda su atención.

-Me pregunto si el osito necesitará un suéter también -dijo, y se sintió culpable de utilizar semejante excusa para volver a mirar por la ventana.

Luego, se sintió mucho peor cuando su pequeño admitió que el osito necesitaba el suéter. Volvió a la habitación una y otra vez, sintiéndose como un alcohólico con una botella escondida.

Hyun Joong, sin darse cuenta de que lo estaban observando, había comenzado a quitarse la ropa. Era la única señal de que estaba haciendo un ejercicio extenuante. La camisa había desaparecido y, ahora, estaba con una playera sin mangas, echando vapor por la espalda.

¿Y él tenía que pasar la noche bajo el mismo techo que aquel hombre? Volvió al árbol e intentó borrar aquella imagen de su mente.

Pero Young Soo decidió que ya había acabado.

-Quiero salir a jugar con la nieve -dijo-. Antes de que se haga de noche.

-De acuerdo. Voy contigo un rato, antes de preparar la cena.

Los dos se cubrieron de ropa. Young Saeng se sentía gordo con todas aquellas capas y Young Soo pensó que estaba muy gracioso. Dos buenas razones para mantenerse alejado de la parte de atrás de la cabaña.

Salieron al aire gélido.

Durante un buen rato, consiguió disfrutar de la nieve. El último ángel de Young Soo casi había desaparecido bajo el manto de nieve así que hicieron más. Hicieron ángeles hasta que ya no pudo mover más los brazos. Después, escribieron sus nombres en la nieve con letras de dos metros.

-Vamos a ver qué está haciendo Hyun Joong -dijo Young Soo, sentándose en el suelo.

A Young Saeng le pareció una buena idea. Young Soo era el que lo había sugerido y, además, él se sentía gordo y ridículo. Hyun Joong no iba a verlo como a un hombre con el que fuera peligroso pasar la noche.

Aunque, no era que fueran a pasar la noche juntos, exactamente. No en el sentido en el que la mayoría de la gente utilizaría esa frase.

-Papito, ¿por qué tienes la cara tan roja?

-Es por el frío -mintió-. La tuya también está roja.

Young Soo se dirigió hacia la parte de atrás y Young Saeng lo siguió a distancia, como si se estuviera dejando arrastrar hacia allí.

Hyun Joong se estaba tomando un respiro. A pesar del frío, solo llevaba una camiseta blanca sin mangas y la nieve se derretía en sus brazos desnudos. Young Saeng podía ver la forma de sus bíceps, abultados debido al ejercicio, y la fortaleza de los antebrazos. La camiseta estaba empapada y se le pegaba al torso, a la espalda y a los hombros.

Cuando los oyó acercarse, levantó la cabeza. Mientras se acercaban, Young Saeng pudo comprobar que el trabajo no era tan fácil como le había parecido desde la ventana. Tenía la cara empapada en sudor y el cabello estaba empezando a rizársele.

Hyun Joong echó mano de la camisa, se secó la frente con él y, después, se lo metió por la cabeza.

-Hace frío cuando se deja de trabajar -dijo él, pero Young Saeng se preguntó si habría notado el calor de su mirada.

¡Dios! Era realmente patético. Si algo había aprendido aquella tarde, había sido eso: era patético.

Afortunadamente, seguía siendo un hombre sensato. Si Hyun Joong no hacía ningún movimiento, él estaría a salvo. Y Hyun Joong no tenía el aspecto de dar ningún primer paso con él. Parecía que, después de todo, iba a tener un poco de suerte.

Había trozos de madera por todas partes a su alrededor. Hyun Joong dejó el hacha en el tronco y se puso a recogerlos. Sin que nadie le dijera nada, Young Soo se puso a ayudarlo.

Young Saeng estaba fuera de lugar. Eso estaba claro y también había comprobado que estaba en una posición muy vulnerable. Si Hyun Joong se mostraba amable con Young Soo, se encontraría perdido.

-Voy a preparar la cena -dijo, y esperó que la razón por la que Hyun Joong levantó la cabeza no hubiera sido porque había notado la nota estrangulada de su voz.

Hyun Joong lo miró a él y después al niño.

-Ve a ayudar a tu papito.

-No. Estoy ayudándote a ti -dijo el niño.

Hyun Joong lo miró durante un segundo; después, se encogió de hombros y se alejó. Young Soo tomó aquel gesto como una aceptación y se lanzó a recoger más madera.

Otra vez en la cabaña, Young Saeng luchó contra sus demonios. Una parte de él quería preparar la mejor cena que Kim Hyun Joong hubiera probado jamás. Por un lado, deseaba con desesperación hacerlo, conquistarlo, y ganárselo de aquella manera tan tradicional. Pero otra parte, más inteligente, sabía que eso sería el principio del baile.

El baile Ancestral entre una pareja.

En lugar de ceder al deseo de bailar, buscó en una maleta hasta que encontró una novela que había llevado. Se puso a leer hasta que empezó a anochecer.

Pero cuando escuchó que Hyun Joong y Young Soo se acercaban, tuvo que reconocer que no se había enterado de nada de lo que había leído.

Sin embargo, decidido aún a no dejar que Hyun Joong viera lo que estaba sucediendo en su interior, se levantó del sofá, abrió dos latas de comida y las puso en una cacerola para que se calentaran.

Cuando vio la cara de Hyun Joong al entrar, supo que había vuelto a la casa sólo por hambre. Parecía cansado. Tenía copos de nieve en las pestañas y eso atrajo la atención de él hacia sus enormes ojos oscuros. Sin ninguna duda, ocultaban un secreto.

Hyun Joong miró por encima del hombro de Young Saeng y vio lo que había en la cocina. Sin decir una palabra, sacó un tazón de un armario y lo llenó de agua; después, le añadió harina. En unos segundos, había puesto a calentar aceite en una sartén enorme y estaba friendo la mezcla.

-¿Qué es eso? -preguntó Young Saeng, cuando el aroma delicioso del preparado comenzó a inundar la habitación.

Era aún mejor que el olor del pino y de las palomitas.

Era el olor de él.

-Es pan frito -le respondió-. Acompañará de maravillas a ese guiso. Me lo enseñó un amigo. Los nativos lo utilizaban como comida principal; pero, en realidad, lo trajeron los primeros escoceses que llegaron a Canadá y ahora es conocido en todo el mundo.

Young Saeng miró la sartén. El pan estaba duplicando su tamaño y, cuando lo sacó, estaba dorado y tenía un aspecto delicioso.

Intercambió una mirada con Young Soo y en su expresión pudo leer que Hyun Joong acababa de subir unos peldaños en la escala de padre perfecto.

-Ya está -dijo Hyun Joong-. Pruébalo.

Le estaba ofreciendo un trozo de pan y Young Saeng se inclinó y lo tomó. Estaba caliente y tierno, sin lugar a dudas, una de las cosas más deliciosas que había probado en la vida.

De repente, la cocina le pareció muy íntima. Sintió que le faltaba el aliento y no sabía qué hacer con los ojos; también se había quedado sin palabras.

No sabría decir si aquello era un sueño o una pesadilla. Podría decir que tenía elementos de los dos.

«No luches», le dijo una voz. «Déjate llevar».

Qué bien conocía aquella voz. Lo había escuchado durante toda la tarde. No había parado de decir que Hyun Joong era el hombre más sexy que había conocido y que dejara de ser tan sensato.

Pero Young Saeng no podía dejarse llevar.

No se trataba sólo de él. Su hijo era mucho más importante.

La única manera de no ceder era desaparecer.

-No me encuentro bien -soltó-. Voy... voy a descansar. Lo siento.

Hyun Joong lo miró a él y miró el pan.

-¿Tan malo está?

-No, no es eso -dijo cuando lo que quería decir era: «es por ti».

Se metió en la habitación y cerró la puerta. Se tumbó en la cama y miró al techo. Sintió claustrofobia y pensó que había tenido cuidado con él pero había dejado a Young Soo solo.

Porque Hyun Joong todavía estaba allí, queriendo cada vez más a aquel hombre. Podía escuchar sus voces, los sonidos de los platos, a Young Soo convenciendo a Hyun Joong de que jugara con él.

Ya se encargaría de eso al día siguiente. Era de noche, necesitaba estar solo para poder pensar con claridad.

Más tarde, Young Soo entró en la habitación, lo rodeó con sus brazos y le dio un beso sonoro.

-El sofá del salón se hace cama. Allí va a dormir Hyun Joong. Le he dicho que me cuente un cuento, pero me ha dicho que no sabe ninguno.

Así que, se metió en la cama con él y Young Saeng le contó un cuento y se hizo la ilusión de que nada había cambiado.

En mitad de la noche, se despertó sobresaltado. La cabaña estaba totalmente a oscuras y él pensó que no podía engañarse ni esconderse.

El grito de angustia que lo había despertado todavía flotaba en el aire.

Un escalofrío le recorrió la espalda y sintió que se le ponía la carne de gallina. ¿Hacía lo más peligroso e iba a ver qué tal estaba Hyun Joong? ¿O lo más seguro y se quedaba allí?

Después, pensó que lo más decente era ir a ver si necesitaba algo.




















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