Capítulo 8🎄

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—¿Quieres que abramos el sofá cama? —le preguntó—. Así podría quitarme este disfraz.

Aquello sonaba a problemas, pero también parecía parte de la rendición. Obviamente, no tenía intenciones de seducirlo ya que le pidió que lo dejara solo un minuto.
   
Young Saeng se marchó a su habitación y revisó su rendición. Era un alivio después de pasarse el día luchando contra lo que iba sintiendo.
   
Se había dado cuenta, a lo largo del día, de que se estaba produciendo un cambio, como si la magia flotara en el aire junto a los copos de nieve.
   
De alguna manera, Kim Hyun Joong había bajado la guardia. Su risa, profunda y real, lo había salpicado todo el día.
   
Desgraciadamente, eso lo hacía todo más complicado. Sin el ceño fruncido, estaba realmente guapo. Cuando se volvía hacia él, después de darle con una bola de nieve, y le sonreía, tenía la capacidad de robarle el aliento. Era sencillamente irresistible.
   
Young Soo había estado exultante con tanta atención de parte de Hyun Joong.
   
—¡Ya! —gritó Hyun Joong desde la otra habitación.
   
Young Saeng volvió al salón. Él estaba perfectamente acomodado, tapado hasta la barbilla con la manta y descansando en el respaldo del sofá.
   
—No sé cómo se las arreglaban los romanos –dijo Hyun Joong.
   
Pero ni aquel comentario gracioso lo ayudó a olvidarse de que estaban los dos solos y que no podía negar la atracción que sentía por Hyun Joong. Era algo más que el interés desapegado de alguien que sabe apreciar la belleza.
   
Había algo más, algo bajo la risa, entre él y Hyun Joong. Una sutil corriente y cierta tensión sexual.
   
Y, ahora, para complicar las cosas aún más, le estaba ofreciendo su bien más preciado: la confianza.
   
Era una oferta inesperada. Como si de repente, un caballo salvaje y majestuoso  agachara la cabeza y se acercara.
   
Young Saeng se sentó al lado de él, encima de la manta. Notó la sombra de la barba y, de improviso, tuvo el deseo de sentir esa aspereza en la mejilla.
   
Una voz interior traicionera le dijo que le gustaba más con la sábana que tapado con las mantas, sin embargo, había algo en la manera en que la manta le daba forma a los muslos que hacía que la boca se le secara.
   
—Fue una Nochebuena —comenzó Hyun Joong, y Young Saeng sintió la profundidad de su voz y se olvidó de todo lo demás. Se concentró en su boca, mientras notaba que él hacía un esfuerzo para hablar.
   
—Hace cinco años. No. Seis. Mi vida no podía haber sido mejor. Acababa de comprarle la finca a mi madre, que quería mudarse cerca de la playa. Yo llevaba el rancho desde que mi padre murió. Estaba acostumbrado a domar caballos, criar ganado e iba a casarme con el chico con el que llevaba saliendo desde el colegio.
   
—¿Era bonito? —preguntó Young Saeng de repente, e inmediatamente se arrepintió por hacerle una pregunta tan estúpida.
   
Hyun Joong abrió los ojos y lo miró. Y lo hizo de verdad, como si estuviera viendo cosas que Young Saeng no veía al mirarse en el espejo.
   
—Era muy hermoso. Siempre le decían que debía hacerse actor o modelo.
   
Young Saeng sintió una punzada, pero, en realidad, no debía sorprenderlo. Hyun Joong era un hombre muy atractivo. ¿Por qué iba a elegir a alguien simple cuando podía elegir a quien quisiera? Él ya se había dado cuenta de cómo lo miraban las mujeres y los hombres por igual.
   
Pero también lo había visto a él mirarlos sin mostrar el más mínimo interés.
   
—Heechul y yo éramos unos adolescentes bastante locos —continuó—. Siempre buscando acción: carreras, fiestas… Después, decidimos asentarnos. No para tener niños ni nada así, sólo para jugar a ser mayores. Construir una casa, llevar el rancho, criar ganado. Íbamos a casarnos en primavera.
   
Young Saeng recordó la casa tan bonita que había visto de camino a la cabaña.
   
«La había construido para otro hombre», pensó, sintiendo una punzada de celos. Lo cual era bastante absurdo porque aún no lo conocía a él. Y, aunque lo hubiera conocido, nunca hubiera construido algo así para él.
   
Sin embargo, no le había parecido una casa para un chico al que le gustara estar de fiesta en fiesta. Más bien, parecía una casa para llenarla de niños. Debería de tener un estanque en el jardín de atrás, un jardín y un poni.
   
—Heechul y yo habíamos estado en una fiesta en la playa y volvíamos a casa. Estábamos a escasos kilómetros cuando vi una cabaña en un prado. Algo me llamó la atención, como una luz brillante. Al principio no le presté mucha atención, pero me dejó pensativo. Varios kilómetros después, decidí darme la vuelta. A Heechul le molestó mi decisión. Aún tenía que envolver varios regalos de Navidad y quería volver a casa. Así era Heechul.
   
«¡Oh, Dios! Estaban viviendo juntos».
   
—Vivía a veinte minutos de mi casa.
   
«¡Uf! ¡No, no estaban viviendo juntos!». Aquello era una locura. Por supuesto que Hyun Joong tenía una historia. Y era increíble que él reaccionara de aquella manera cuando él también tenía una, y de esa historia tenía un hijo. ¿Qué le estaba sucediendo?
   
—Cuando estaba llegando, no me podía creer lo que veían mis ojos: la cabaña estaba en llamas. Le dije a Heechul que llamara a los bomberos y aceleré al máximo; debí de poner la camioneta a doscientos por hora. Me acerqué todo lo que pude y salté del vehículo. Al acercarme a la ventana, vi el árbol de Navidad ardiendo y parte del salón en llamas.
   
Young Saeng se dio cuenta de que, de repente, había dejado de pensar en él y estaba concentrado en Hyun Joong. En su voz había dolor. Se notaba que odiaba hablar de aquello.
   
—Después, me di cuenta de que había juguetes por todas partes e imaginé que debía de haber niños dentro. Mi mente iba a la velocidad de un rayo y mientras pensaba en que debía de haber niños ya estaba dándole una patada a la puerta. Heechul estaba gritándome, suplicando que no entrara y que esperara a los bomberos. Pero yo sabía que todavía tardarían mucho en llegar. Al abrir la puerta, me golpeó un calor y un humo increíbles. Aparte del brillo del salón, todo estaba a oscuras y lleno de humo. Me costaba respirar y el calor era insoportable. Me puse la camisa por la cara y entré en la primera habitación. Era un dormitorio. Había una mujer y tuve que despertarla. Rompí la ventana y la lancé al exterior. Estaba medio dormida y aterrada. Me gritaba que sacara a los niños, estaban en la habitación contigua a la suya. Encontré la habitación. Tenía la puerta abierta por lo que estaba llena de humo. No se veía nada. Con las manos por delante iba tocando para ver qué encontraba. En una cama había dos niños, los agarré a cada uno con un brazo. Salí al exterior y los dejé en el suelo, los niños corrieron hacia su madre. Yo estaba lleno de sangre de romper los cristales de las ventanas y sentía los pulmones llenos de humo. No podía dejar de toser. Me sentía como si hasta aquel momento no hubiera apreciado la vida lo suficiente. Las llamas salían por el techo y la gente llegaba de los alrededores.
   
Hyun Joong hizo una pausa antes de continuar.
   
—Y, entonces, escuché a alguien gritar el nombre de un niño. Una y otra vez. Me giré y vi que se trataba de la mujer que había sacado por la ventana. Tenía a los dos niños en sus brazos, pero, por la expresión de su cara desencajada, comprendí que todavía faltaba otro.
   
Hizo otra pausa. Young Saeng podía sentir el ligero temblor de su cuerpo por lo que se acercó a él y le tomó la mano. Estaba totalmente centrado en lo que decía.
   
Tenía la mano áspera y, a pesar del temblor, lo sujetaba con fuerza. Young Saeng pensó que nunca nada le había gustado tanto como tener su mano entre las de él.
   
—Volví a entrar. Heechul me agarró. Intentó sujetarme. Estaba como loco y no paraba de gritar y llorar. Pero yo me solté y lo aparté. Y volví a entrar. Aquello era el infierno. Sentí que mi piel se derretía. Llamé al niño pero el rugido del fuego era más fuerte que mi voz. Intenté localizar la habitación, pero todo estaba en llamas, lleno de humo.
   
La voz se le rompió y se quedó en silencio. Tardó mucho en volver a hablar. Lo hizo después de tomar aliento.
   
—No llegué muy lejos —dijo en voz baja—. Parte del techo se derrumbó encima de mí. Cuando me desperté, estaba en el hospital, en la zona de quemados.
   
Sus labios se torcieron en una sonrisa de dolor que no tenía nada de divertida.
   
—Todos me consideraban un héroe.
   
Young Saeng no quería preguntar. Ya sabía la respuesta. Sin embargo, necesitaba que se lo dijera. Necesitaba que él purgara todo su dolor.
   
—¿Y el otro niño? —susurró.
   
Silencio.

Deseo de Navidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora