21. Injusticias.

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Kate.

Lo primero que veo al despertar es un perro.

¿De dónde demonios sacaron un perro?

Me incorporo apoyándome sobre los codos para evaluar mejor mi entorno. Además del labrador lamiendo mi mejilla en este momento, Jess duerme profundamente a mi lado. Hay sábanas desordenadas sobre los colchones en el suelo, por lo demás somos las únicas en la habitación. Termino de incorporarme para poder caminar al baño, esperando el terrible y resacoso dolor de cabeza; cuando no llega, le doy gracias en silencio a Ethan por hacerme tomar un par de pastillas anoche y una gran vaso con agua antes de quedar inconsciente.

El único problema ahora es que necesito hacer pis urgentemente antes de que mi vejiga termine explotando.

Me coloco de pie para ir al baño y mi corazón está a punto de salir de mi pecho cuando el susodicho abre la puerta intentando no hacer ruido y notando mi presencia esperando a entrar.

—¿Te desperté?—susurra.

—No, ahora déjame entrar.—No espero a que conteste, solo lo empujo fuera y me encierro en el baño.

Te harás una idea del alivio que inunda mi cuerpo en este momento.

Me lavo las manos y la cara antes de intentar acomodar mi cabello en un moño bajo, a ver si me veo poco mas decente. Salgo del baño para ver a Ethan intentar sacar al perro para que no despierte a Jess pero el pobre animal no entiende nada y cree que quiere jugar. Me río en voz baja ganándome una mirada de su parte.

—¿Te importaría?—pregunta.

—Mira y aprende.—Abro la puerta, tomo una de las chanclas al pie de la cama y la pongo justo frente al hocico del labrador mientras pongo voz de mamá hablándole a un bebé. Si, esa es la mejor comparación que se me ocurre.—Ven, bonito. ¿La quieres? ¿Si? La quieres. ¡Ve por ella!

Hago el ademán de lanzarla al pasillo y el perro corre tras ella.

—Tengo que admitir que me siento bastante estúpido.—Ethan se encoge de hombros y sale detrás del perro. Yo vuelvo a dejar la chancla en el suelo y cierro la puerta detrás de mi.

Abajo, me encuentro a los chicos desayunando repartidos por toda la sala. La mesa principal está llena de platos y bandejas con comida parcialmente envueltos en papel aluminio y a un lado hay más platos y cubiertos descartables. El perro regresa hasta donde estoy moviendo la cola enérgicamente, invitándome a jugar. Me río poniéndome de rodillas y acariciando su cabeza. Me mira casi sonriente, y digo casi porque es un perro y siempre me he preguntado si sonríen o solo es algo que los humanos queremos ver.

En fin.

—Veo que le caíste bien a Spike—dice Jackson acercándose con un plato hasta arriba de tocino y huevos revueltos.

—Eso creo.

—Espero que hayas dormido bien. Hay un montón de comida por ahí así que puedes servirte lo que quieras y también analgésicos y varias botellas de gatorade en la barra de la cocina por si tu cabeza está a punto de reventar y necesitas rehidratación.—Toma un trozo de tocino y se lo da a Spike.—Vamos amigo, déjala ir a comer.

—Gracias—Sonrío y me sonríe de vuelta antes de seguir su camino con el labrador siguiéndolo alegremente. Por otro lado yo me voy directa a desayunar.

Me sorprendo al encontrar a Elijah sirviéndose un plato con cereales, creí que se había ido anoche pero por lo visto me equivoqué. Levanta la vista y me sonríe.

—Buenos días.—Tiene el cabello hecho un desastre; la camisa ya arrugada por fuera de los pantalones, remangada sobre los codos y los pies descalzos. Un contraste curioso con su usual pulcritud.

The Game.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora