7. Miércoles loco

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Era el tercer día de clases, y Mikasa estaba exhausta, ¿en que momento acepto ir a clases y trabajar al mismo tiempo? Debería volver a simplemente tener un instructor privado. Se levantó tarde, treinta y cinco minutos tarde después de la hora habitual a la que sonaba su alarma.

Apenas se logró alistar, y en el camino se comió un pan, ¿si había apagado la estufa?

-Mierda- Iba a medio camino, y recordó que había dejado los frijoles en el fuego.

Dio el carro vuelta en U, y agradecía que no vinieran carros a esa hora, piso rápido el acelerador, a una velocidad confiable pero rápida.

En menos de cinco minutos estaba nuevamente en el edificio departamental.

Se apresuró a la que sería su casa, y si, afortunadamente si había apagado la estufa.

-¡Mierda!- Volvió a mascullar, dio un portazo al salir. Se dirigió al ascensor, ¡estaba ocupado! No tenía tiempo para eso, se fue corriendo a las escaleras, algunos mechones se pegaban a su cara por el sudor, estaba agitada y respiraba entrecortadamente y con sus labios entreabiertos.

Miró su reloj de mano, faltaban cinco minutos para que sonará el timbre de su colegio. Recordó que la primera lección, casualmente, le tocaba con el profesor que le había tocado en la primera lección del día anterior, y que, también había llegado retrasada. Ya había recibido una sentencia, ese día de seguro habría de haber un castigo.

Pensaba en eso mientras corría escaleras abajo, ni en sus rutinas tan pesadas se movía tan rápido en ese momento. El ascensor se abrió, pero no le tomó importancia, ella iba sumada en su mundo.

-¡Mikasa!- Era Mikhaela Magnolia

-¡Adiós doña Mikhaela!- Le hizo un gesto con la mano en modo de despedida y salió del lugar, luego se disculparía, pero en ese momento no tenía tiempo suficiente.

Se dirigió a su auto y lo volvió a encender, le tiró de la llave y el motor no encendió, tenía el veo fruncido, volvió a intentar y nada, suspiro, y volvió a repetir aquel acto pero con tranquilidad, sin duda llegaría tarde y ya no había nada que ella podía hacer.

Comenzó a marchar, si, iba rápido, pero solo para no sobrepasar los diez minutos de tardía. Si llegaba fuera de ese tiempo, sería ausencia, y no se quería arriesgar a eso.

Pronto llegó a la escuela, y se parqueo, tomó su mochila, y se dirigió a su salón.

-Buenos días- Se asomó a la puerta, su semblante era serio como de costumbre y se veía algo agitada, pues sus mejillas tenían vierto colorete.

-Señorita Ackerman, ¿llegando tarde nuevamente?- Dejó la clase de lado solo para recordarselo, Mikasa en el proceso de aquello buscó un asiento, casualmente, no, no era casualidad, Sasha, Connie y Jean le guardaron un asiento. Junto a Jean.- Deberá darme el número de sus padres- Dijo al no tener respuesta

Mikasa dejó su mochila en el asiento, y sacó una tarjeta de contacto de la misma. Su cara no era como que estuviera de acuerdo con aquellas palabras, los alumnos guardaban silencio espectantes

-No tengo, cualquier cosa puede hacérmelo saber a mi, y o a ella- Le entregó la tarjeta con los datos de Kiyomi- Si es que tiene suerte y ella le contesta- Se volvió a su asiento, y saludó a los muchachos, ellos sólo asintieron. El profesor la miró con mala cara, y ella le miró con una peor, si era seguro, recibiría un castigo.

Charlaba de vez en cuando con Jean, parecía que a nadie la caía mal ese profesor.

-Mira, ¡las arrugas de su pelona hacen una carta china en su nuca!- Jean señaló al profesor que estaba de espaldas escribiendo algo en la pizarra, mientras contenía una risita mordiéndose el labio inferior. Mikasa se llevó las manos conteniendo una risita de la misma manera que Jean. Si bien Mikasa era seria y centrada una vez en clase, estar a lado de Jean la movía de sus casillas, y bueno, el odio mutuo hacía su profesor solo echaba leña y gasolina al fuego

Cita a ciegas (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora