15. Alguien o algo

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Si algo tenía el señor Friendly, de lo que le había enseñado la vida y sus tantas experiencias, era saber presenciar más malas vibras de una persona, había aprendido a conocer los rasgos de las personas, sus facciones y gestos, conocía muy bien a sus tres muchachos, cada uno de ellos con personalidades distintas, pero con edades similares, y con ello, la juventud apresurada.

Sabía muy bien qué era lo que motivaba a cada uno de ellos, ya que, llevaba con Niccolo tres años de trabajar, y con los otros dos un año, prefería mantenerse alejado de las conversaciones juveniles de los muchachos, precisamente por eso, por que eran conversaciones juveniles, un adulto de treinta y pico, en una conversación de jóvenes de entre diecisiete y diecinueve, lo único que podría hacer era regañarlos por su mal vocabulario, aconsejarlos para malas experiencias como las que había vivido el, y reprenderlos a cada rato por los comentarios con doble sentido que hacían, o sobre las acciones que habían hecho y que entre ellos hablaban.

Tenía una hija, Mariana Friendly, de quince años, sabía que era una mojigata, y es que así la habían criado ellos, también tenía una esposa de treinta y tres años, Ana Marieta Vinniessi, cuatro años menor que el, y la conocía muy bien, quizá por el tiempo de conocerse, y que estando juntos contra todo lo que se fuese en contra de su relación, habían comenzado a conocer sus mañas, lo que le gustaba y lo que no, sus comidas favoritas y las que odiaba, tal ves, había sido el tiempo que había hecho conocerse mejor.

Pero, junto a ellas, había logrado conocer mañas de la sociedad, manías que usaban las mujeres, esas sonrisas falsas a que a los inocentes les parecía dulces, la maldad en sus ojos, y saber más allá de sus intenciones, tan solo, viendo a sus ojos y observando sus actitudes.

Y el mismo, era un hombre, uno ya con basta experiencia, sabía que difícilmente aquella chica engatusaría a sus trabajadores, pero, si de algo estaba seguro, tan seguro como que se llamaba Diego, era que, aquella chica haría lo que fuese para obtener lo que quería. Eso lo comprobaría, si es que Mikasa había sido encerrada en el cubículo, o simplemente le había pasado algo. Dios quiera no, por que, ahora que se ponía a pensar fríamente aquella situación, le parecía demasiada casualidad de que Mikasa no volviera. Que Pieck haya decidido ir al baño justo cuando Mikasa fue, y que, tardará tan poco en ir, hacer sus necesidades y volver.

Miró de soslayo a Pieck, quien coqueteaba con Porco, y el, curiosamente le rechazaba sus piropos, mientras que Niccolo se mantenía alejado de la situación.

Por otro lado, Jean estaba a treinta metros de la puerta de los servicios, entró por la primera puerta, y en el desvío, vio una figurita femenina en el umbral de la puerta, dando a entender que aquel era el servicio femenino, quiso devolverse, le parecía raro estar en los servicios de mujeres, no tardó mucho en ingresar a aque lugar, cuando el sonido insistente de una puerta moverse invadía aquel lugar, corrió hacía la última puerta del último cubículo, el picaporte estaba colocado, y también el que se colocaba cuando se cerraba el local. Sus manos temblaron un momento.

—Hey, vos, pedazo de idiota, abre la puerta— Mikasa hizo una pausa, hacía un momento escucho los pasos de alguien entrar al lugar— Si fueras tan amable— Terminó diciendo, la había traicionado su lado familia Kenny, y no era que le molestara, pero sea quien sea que estuviese a aquel lado, podría dejarla encerrada por su mal trato, y no era un lujo que se pudiese dar. ¿Verdad?

Jean removió el picaporte, y quito la cadenilla del segundo trancador,  y en cuanto hizo aquello la puerta se abrió de adentro hacia afuera, dejando ver a una Mikasa fuertemente sonrojada, con el sudor resbalando por su frente, su cabello pegado a su cara, con el ceño fruncido y con un semblante agobiado.

—¡Jean!— No tardó mucho en que Mikasa atravesó la puerta cuando se encontraba rodeando al muchacho con sus brazos

—Pieck...— Dijo Jean en un susurro, no por que quisiese llamar a Mikasa con ese nombre, si no por que, ahora las piezas unían por completo. Sin embargo, no fue lo que Mikasa pensó, y al escuchar aquel nombre salir de los labios de Jean, inmediatamente se separo de él, lo miró, y el sonrío nervioso, levantando más las sospechas de Mikasa.

Cita a ciegas (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora