14. Mancha amarilla

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Mientras todos preparaban las cosas para la llegada de Mikasa, pegaron dos mesas y el mejor café a petición de la pelinegra, se estaba listo para servir.

La puerta principal se abrió, se supo por qué el cascabel de la entrada sonó y todos fuera de la cocina voltearon la puerta a ella, una mujer de estatura media y complexión delgada. Su cabello era negro, largo y lo llevaba despeinado, atado en una coleta poco abajo de su nuca de manera improvisada. Sus ojos, de tonalidad oscura, le daban a la chica una apariencia relajada, aún cuándo estaba algo preocupada por haber llegado tarde. Vetía una chaqueta negra y una camisa blanca, en conjunto de una falda al terminar de sus rodillas, se veía veía agitaba, al ser Jean el más cercano, fue quien acudió a su recibimiento.

—Hola, bienvenida, ¿una mesa?— Dijo con una sonrisa, algo fingida, pero ante los ojos de aquella chica honesta y encantadora.

—Pieck Finger, vengo por la vacante de mesera, perdona el atraso— Sonrió coqueta, aunque a los ojos que Jean tenía, con los que sólo veía a Mikasa de manera amorosa, aquella sonrisa era una amable. Para Pieck, aquel chico era extremadamente apuesto, sonrisa divina, gran altura, cuerpo elegante y atlético.

—¡Porco, Niccolo!— Jean se dio la vuelta, haciéndole un ademán a la chica de que lo siguiera, ella, gustosa lo siguió.— Ya llegó la chica nueva— Ambos rubios se sonrieron al verla. La chica quedó esperando que Jean la presentará a sus compañeros, pero aquello no sucedió, acción que decepcionó al chica.

Sus otros tres compañeros se presentaron con ella, y ella les correspondió diciendo su nombre, bien animada, la campana de la entrada volvió a abrirse, entrando dos jóvenes que a simple vista parecían gemelos, y detrás de ellos, tres personas más. Todos bien vestidos, con trajes y corbatas, ropajes finos, elegantes, y a simple vista se notaba que eran caros.

Porco fue a su encuentro, diciendo que el tomaría la orden, y que luego Jean y Pieck fueran con lo que pidieran, Jean dijo que el quería tomar la orden, y aquello desató una pequeña pelea, hasta que Pieck lo jaló del brazo y lo llevó a la cocina, bajo la mirada de Mikasa, una a la que Jean no había puesto atención.

—Buenas, pasen adelante— Porco vio a cada uno de pies a cabezas, de manera discreta. Un chico de baja estatura, al menos a lado suyo, y una chica alta a lado suyo bastante parecida a él, otra mujer a lado de ellos un poco más alta que la anterior, y de semblante más serio y demandante, y los otros dos, un joven alto, rubio y de lentes, y otro caballero de más edad de cara con malas pulgas, y un sombrero que adornaba su traje. No había mucha diferencias entre ellos, todos iban con trajes negro azulados, o en el caso de dos con ojos achinados, iban en completo negro.

—¿Que es lo que desean pedir?— Preguntó una vez que los guió hasta su mesa y que cada uno se sentará en alguno de los asientos.

—Una ronda de café negro, para cinco— Azamj contestó de manera arrogante

—Para cuatro, yo quiero un té— Contestó Mikasa con la única intención de llevarle la contraria, su relación con Azami estaba cayendo algo bajo

—Para tres, yo también quiero un té— Levi le siguió el juego a Mikasa, aún cuando no le gustaba el café y claramente no iba a pedir, ¿que mejor para el que llevarle la contraria a la "cínica esa"? Siempre le cayó mal por su inminente arrogancia, aunque a soportaba por que parecía llevarse muy bien con Mikasa, además de ser su secretaria de confianza. Pero ahora, parecía que a Mikasa también se le estaban — Además de un pastelito con azúcar

—Y para mi dos donas, por favor— Mikasa miraba de manera amable a Porco, no por coqueteo, si no por que, siempre había considerado que no se debía tratar mal a ningún trabajador sin razón alguna.

Cita a ciegas (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora