Capítulo Tres. Zapatillas de Deporte

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Me senté sobre el sillón que servía para probar zapatos y acepté de buen grado el vaso de agua . Y ahora cómo iba a volver al hotel?. Cómo iba a olvidar aquellos ojos miel?

- Te encuentras mejor?-me preguntó el ya anteriormente mencionado Antonio-.

Parecía que estaba más preocupado que mi propio salvador, que se había quitado de en medio sin mediar palabra alguna.

-Creo que sí-sonreí a medias-. Hablo tu idioma pero no lo suficientemente bien.

-Creo que podemos entendernos igualmente.

-Quién era el chico qué me rescató?. Digo. No entiendo cómo puede salvarme la vida y desaparecer así como si nada dejándote a tí el marrón.

-Para empezar, no eres ningún marrón y bueno, él es Josh, el jefe. Lo que no entiendo es cómo siquiera a intercedido por tí. Hasta ahora, desconocía que tuviese sentimientos.

-Disculpa, este modelo lo tienes en talla 35?.

Una mujer habló a Antonio por detrás nuestra. Él puso cara de disgusto, fastidio y mil cosas más.

-Señora, estoy....

-Atiendela-le dije-. Mi treinta y nueve puede esperar.

-Gracias- susurró-.

Mientras mi cuidador se dedicaba a atender a la mujer, me encontré con fuerzas para levantarme y dar una vuelta por la tienda. No era muy grande, tampoco muy pequeña. El tamaño perfecto para hacerla acogedora y atractiva. El chico de los ojos miel sabía lo que se hacía. Poca mercancía espanta, mucha hace dudar. Lo había aprendido trabajando en una tienda de alta costura y nunca había negado aquella verdad.

-Excuse me?.

Es a mí? Pero cuánta gente me conoce a mí en esta Ciudad?

Me di la vuelta para explicarle en inglés que no trabajaba en aquella tienda pero la mujer insistió, Antonio me miró con cara de no tener ni idea de inglés y al final, me vi enredada en un trajín de tallas, prendas y accesorios que si bien me resultó extraño al principio, después conseguí desenvolverme perfectamente. Por suerte, no me había oxidado desde la última vez que había trabajado en comercio. Estaba vendiendo en una tienda que no era mía?. Me entraron calores de solo pensar en la cara que pondría el jefe así que me quité la chaqueta y la coloqué detrás del mostrador. Llevaba puesto un jersey ajustado de canalé color lavanda. Era una de las pocas prendas que conservaba de mi época de secretaria/administrativa/contable en Bolonia y es que en realidad me parecían cómodos.

Hice una venta por valor de casi trescientos euros pero luego llegaron sus compañeras de viaje y Antonio estaba ocupado con un maniático de las preguntas por lo que decidí echarle un cable nuevamente.Una hora después, mil euros más.

-Muchas gracias, chicas-me despedí de mis clientas americanas-. Coged una tarjeta para que nunca os olvidéis de donde estamos.

-Ven conmigo-me sujetaron por el brazo firmemente. Sin hacerme daño. Por el olor, supe que era el hombre de los ojos miel. El jefe. Josh-.

-Qué es lo que quieres?. Por qué debería ir contigo?.

-Quizás algo de lo que te cuente podría interesarte.

-A mí??.

-No seas necia-chascó la lengua-.

-Suéltame el brazo y voy-le pisé el pie- Eres el segundo del día, sabes??. Una vez pase pero en la siguiente tendré que defenderme.

-Como tú veas. Sígueme.

En serio? Lena, vas a ir en serio?. Y si es interesante?.

He de decir que sus pintas de malote establecido me echaron un poco para atrás pero al fin y al cabo, él me había protegido de Gio y su borrachera y por mucho que me resistiese, la curiosidad llamaba a mí puerta . Crucé tras de él la misteriosa puerta que yo suponía era un almacén y no me había equivocado. Una estancia de madera con columnas de cajas de zapatillas perfectamente ordenadas por referencia y número. La tienda era acogedora pero el almacén era enorme por lo que intuí que las ventas les iban bien y que Josh era bastante quisquilloso con el orden pero no era allí a donde él me llevaba. Detrás de una pila de chaquetas, había otra puerta. La abrió y con una reverencia estilo a la de nuestro primer encuentro, me invitó a pasar. Allí estaba su oficina, llena de vinilos de las estrellas del hiphop norteamericano. Podría parecer el cuarto de un adolescente pero pequeños detalles como un escritorio de caoba o una estilográfica Montblanc reposando sobre él, le conferían un tono distinguido y masculino. Era una calcomanía de él. Vestía con ropa ancha pero su talante impresionaba y su mirada le aportaba clase y carisma. Perfectamente hubiese podido pasar por uno de mis clientes en la tienda de Armani o mejor incluso, podría incluso desbancar al chico del anuncio sin ningún problema. Y ahora, por qué estoy pensando yo en esto cuando me está invitando a pasar a su despacho? Ese que parece escondido y qué nunca nadie excepto él ha pisado?.

Sin ofrecerme sitio para sentarme, giró la pantalla del ordenador portátil y me enseñó las cámaras que vigilaban la tienda.

-No tienes otra cosa mejor que hacer que vigilar la tienda desde un laptop?.

-Esa pregunta sobra-me espetó-. La cuestión es: ves normal ir a vender a la tienda de otra persona?.

Qué chico más rancio por favor!. Es guapísimo pero más tonto que pegarle a un padre.

-No, en absoluto. Pero tampoco veo normal que tú estés aquí viendo la tienda mientras Antonio se desenvuelve solo.

Me miró directamente a los ojos. Estaba enfadado, lo sabía pero me daba absolutamente igual. Eso era una realidad. Por qué nunca había sido capaz de plantarle cara así a Gio?.

-Además-agregué-. La señora insistió en que la atendiese y tú tienes mil trescientos euros más en la cuenta. Por lo que veo-señalé con la mirada al almacén-vendes por internet también y les he dado un par de tarjetas a cada una que podrían transformarse en muchos más euros pero vamos, Dios me libre a mí de volver a meterme en tu tienda.

-Sé lo que hiciste. Salí a la tienda para observarte. Estabas tan absorta en tu trabajo que ni te diste cuenta de ello. No es que no quiera que vendas más en mi tienda. Lo que quiero es que lo hagas. Quiero contratarte.

-A mí??. Qué dices!! Hace años que dejé el comercio.

-Sin embargo, has nacido para el. Quiero que seas la encargada de la nueva tienda.

-Paso.

-Dos mil euros al mes. Te daré casa si la necesitas al principio.

What?? Si iba a ganar más que trabajando en Bolonia!! Uff!! Quedarme en España? Quedarme en casa de ese hombre? (Eso había dicho, no??). Pensé dos segundos y de forma impulsiva dije:

-Está bien pero a cambio de dos cosas.

-Vas a poner tú las condiciones??

-Está claro que me necesitas o me quieres en tu equipo. No te preocupes de todos modos-meneé la cabeza-supongo que el paro está lleno de gente que quiere trabajar.

La frase preferida de Giulio....

-Qué condiciones??

-Primera: debes acompañarne al hotel a por mis cosas.

-Iré yo solo. Tú deberías evitar juntarte con ese hombre. Segunda?.

-La segunda me la guardo.

-Nada de cenas o salida nocturnas

-Tampoco necesito yo eso. Por qué dices esas cosas?. Tan subidito te lo tienes?.

-Obviaré esos comentarios por el momento. En cuanto seas mi empleada....

-Podré irme si me apetece. No es la primera vez.

Puso los ojos en blanco para después decir:

-Dame tu número de teléfono. Te llamaré en cuanto tenga tu equipaje para que te instales en mi casa. Procura estar disponible

-Vaya ser que te pierdas la perspectiva de tu tienda-susurré-.

-Qué?.

-Algún bar de tapas cerca??. Tengo hambre.

-El tubo está a un paso. Date una vuelta por ahí. Hay muchos bares donde elegir y todo turista debería visitarlo.

Turista....eso me recordaba una cosa. Cómo coño le iba a decir a mi madre que me quedaba a vivir en España?. Y lo peor es que no tenía opción. Alguien tendría que hacer mi mudanza. Piensa Lena. Quién podría ayudarte en eso?. Quién me iba ayudar en la odisea de vivir con este hombre?. Ayuda!!!!

Camino a la tienda de nuevo, mientras cruzábamos otra vez el almacén, vi una caja de zapatillas de deporte del número 39 apartadas a un lado.

Casualidades, Lena. Casualidades..


Ojos Color MielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora