Lena Moon

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La vi desde bien lejos. Ella era inconfundible. Alta y elegante, tenía un cuerpo y una cara que parecía esculpida por el más diestro de los escultores. Su melena, larga, castaña y lisa, también era digna de admirar. En esta ocasión, lo llevaba atado y vestía ropa de deporte por lo que supuse que estaba precisamente haciendo eso: deporte.

Había salido antes de trabajar con la intención de verla. Mis empleados me habían mirado de forma extraña pues sabían perfectamente que no solía ni salir antes ni ir a comer a casa pero me importaba más bien poco en realidad. Ellos eran mi empleados y no tenían porque sentirse interesados por mi vida. Aunque, siendo sincero conmigo mismo, mi cambio de perspectiva había sido un poco dramático por no decir extraño. El motivo?. Sentía una especie de extraña dependencia hacia Lena. No sabía. el porqué pues apenas la conocía pero necesitaba estar cerca de ella, halagarla. La noche anterior había llegado a casa a las tantas de la noche con el único objetivo de comprar todo lo necesario para que pudiese cultivar su jardín. Cuándo me había pasado eso a mí?. Ni siquiera con Anna, la mujer que me había destrozado la vida y por la que juré no involucrarme emocionalmente con ninguna otra. Todo eran rollos de una noche a los que no dejaba pernoctar en casa. Sin embargo a Lena le había ofrecido mi casa. Era una buena vendedora, mis ventas iban a aumentar notablemente y en una ciudad extraña donde es difícil encontrar un piso decente...ese era el único motivo. Estaba claro. Ella apuntaba a ser una compañera de piso, una mujer a la que vería muy poco y que trabajaría en una tienda diferente a la mía. No había porque preocuparse.

Estaba ya cerca de Lena, a punto de saludarla, cuando vi que se desmayaba. En dos zancadas, llegué a ella, impidiendo así que se diese un golpe en la cabeza.

-Lena?. Estás bien?.

-Necesito las pastillas de la migraña-susurró-.

La cargué en brazos para llevarla hasta mi casa. Allí rebusqué en su neceser para buscar las dichosas pastillas. Me fijé en que todo su maquillaje era de origen natural y sorpresa! También sus pastillas. Cómo iba a ser migrañosa y tomarse pastillas de jengibre, cúrcuma y ni se sabe qué cosas más.

-Iré al médico de guardia a que te receten algo que te sirva.

-Mis pastillas sirven-dijo de mala gana-. Todo es antiinflamatorio. Las otras me dan ganas de vomitar y me bajan la tensión.

Debían de servir porque al poco rato, dejó de quejarse del dolor de cabeza y cayó rendida. Con lo que Lena había sufrido por su novio, amigo, amante o lo que fuese desde que llegó a España, era normal que le diese una migraña. Aquel hombre indecente al que había amenazado en su habitación de hotel y al que a punto había estado de pegar. Me jodía que hubiese hecho daño a Lena pero más me jodía que estuviese con ella. Josh, en qué piensas?. No puedes permitirte caer, no debes.

Dejé a Lena dormida, con las persianas bajadas como ella me había pedido y mandé un mensaje de texto a Antonio.  Me tomaría la tarde libre por si Lena me necesitaba aunque trataría de estar cerca de ella. Así evitaría que el roce hiciese el cariño. Poco después de dejarla y mientras tomaba un café bien cargado, recibí una llamada de teléfono. Era mi padrastro. Qué narices querría?. Siempre aparecía para dar malas noticias.

-Sí??.

-Hijo....

-No soy tu hijo.

-Pero tienes en usufructo mis terrenos.

-Qué es lo que quieres?.

-Ofrecerte una propuesta que no podrás rechazar.

En serio??.

Ojos Color MielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora