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Rubén parecía ser una bestia indomable, por más que tratara de ponerle reglas, mostraba ignorar cada una de ellas. Esa sonrisa ladina que mostraba cada que lograba sacar de quicio a Raúl comenzaba a molestarle demasiado.
Era molesto, demasiado grosero, terco, obstinado y aún así daba gracia, cada que Raúl se encontraba sonriendo por alguna de sus estúpidas bromas se regañaba mentalmente.

—Hombre, presta atención a clases —regañó de manera silenciosa al nórdico mientras aguantaba la risa.

—Es que mira, se parece al simio del libro, pff —dijo Rubén sosteniendo su libro frente a la maestra y señalando la imágen—. ¿Crees que sean familia?

—Qué van a ser familia, deja eso ya —Raúl estiró su mano hasta el escritorio del contrario para hacerlo bajar el libro y prestar atención a la maestra, aún no conseguía borrar su pequeña sonrisa.

—¿Qué? ¿Te ha dado risa? —jugó Rubén sin pasar por alto la sonrisa del contrario, rápidamente trató de borrarla—. Anda, no pretendas que no.

—No me ha dado risa, déjame estudiar, luego te haré preguntas sobre la clase —dictó el de piel morena.

—Ahg, no tienes que ser sólo mi maestro, por lo menos ríete de mí —bufó Rubén algo harto, Raúl lo ignoró.

Rubén borró su sonrisa juguetona y se acomodó de mala manera en su pupitre, se mostraba obviamente fastidiado. Álvarez sabía que se había enojado, por los cortos días que llevaba con él, lograba entender un poco más su lenguaje corporal.

Al acabar esa clase, Rubén salió del aula sin esperar a Raúl, tan sólo cargando sus herramientas para caminar hacia la siguiente clase. El moreno lo miró irse tratando de alcanzarlo y reprenderlo.
Por más que llamó a su nombre con tono serio, Doblas lo ignoró y rotaba los ojos disgustado. Álvarez notó que se encogió y guardó sus manos en los bolsillos, eso significaba que no quería hablar.

Y el resto de las clases antes del descanso se portó igual, ignorándolo completamente. Ellos usaban ese receso para adelantar o repasar tareas además de comer. Miró a Rubén sentando en la misma mesa de la cafetería en la que ya se habían acostumbrado a estudiar, se acercó con la intención de hablar pero Doblas estaba muy ocupado en juguetear su comida.

—¿Me harás caso ya? Aún tienes que estudiar conmigo —dijo Álvarez poniendo los libros sobre la mesa.

—No quiero —sentenció como un crío.

—No sé porqué te enojas, era por tu bien.

—Ush... Eres aburrido —el castaño lanzó hacia Raúl un pequeño guisante de su comida, aquello molestó un poco al azabache.

—No soy aburrido, soy responsable. Ahora dime qué tema vimos en la primera clase —gruñó tratando de ignorar los guisantes que le arrojaba.

—Biología, evolución —respondió Doblas sin dejar de lanzar algunos guisantes más.

—¿Ves? Gracias a mí prestas atención —dijo Álvarez ligeramente altanero—. Deja de lanzarme frijoles.

—Son guisantes, idiota —reprendió lanzado un último guisante.

—Lo que sea, no los lances, son comida, tragalos rápido y dime qué vimos en la segunda clase.

—Deja de ser mi maestro, no quiero que me sigas diciendo qué hacer —admitió Rubén rascando un poco su cabello, Raúl sabía que eso significaba que estaba siendo sincero así que suspiró.

—¿Y qué piensas que debo hacer? —preguntó Raúl tratando de hablar tranquilamente.

Rubén lo miró de reojo antes de levantarse de su asiento, Álvarez no entendía que planeaba hacer pero se mantuvo quieto y atento. Doblas recogió un bolígrafo de la cartuchera de Raúl y tomó su camisa algo brusco, el azabache se alertó ligeramente hasta que lo sintió escribir sobre su ropa.

—¿Qué haces? —cuestionó bastante confundido.

_Llámame o algo así —dijo Rubén soltando su camisa, Raúl notó que había escrito un número telefónico sobre su ropa, supuso que era el suyo. Iba a reclamarle por manchar su ropa pero prefirió callar a molestarlo más.

—Bien... ¿Si sabes que podías anotarlo en la libreta...?

—Sí —fue lo único que respondió el castaño, Raúl no mencionó nada más al respecto, tan sólo dejó que termine de comer y dejó que él solo lea su libro.

Al llegar a casa, Raúl se apresuró a entrar a su habitación antes de que su madre vea su ropa rayada, sino haría muchas preguntas incómodas de responder y lo haría lavar toda la ropa. Sacó su teléfono para apuntar el número ahí y envió un mensaje. Tenía un pequeño tic en la pierna esperando a una respuesta rápida, revisó varias veces el número viendo si no se había equivocado. Notó lo tenso que estaba por ello así que rápidamente se relajó, se convenció de que no le importaba tanto.

Quitó el resto de su uniforme y acomodó su mochila esperando al sonido de su teléfono, el cual llegó, dejó todo a un lado para tomar rápidamente su teléfono y ver el mensaje.

"Hola calvo" decía. Raúl odiaba el sobrenombre que le había puesto.

"Rubén, ¿Haz echo tu tarea?" respondió Raúl.

"Ya vas a empezar. Ni siquiera estamos en clase"

"Ya, pero al menos me preocupo por ti" respondió con una pequeña sonrisa, sabía que le había molestado.

Rubén no respondió ese mensaje. Aún así, el azabache se sintió satisfecho, al menos ahora tendría otro contacto en su bandeja que no sea su madre o su abuela, de alguna manera le emocionaba aunque ese contacto fuera Doblas.
Y aunque en un principio le hartaba cada célula de su existencia, podía aprender a convivir con una bestia como él, después de todo, las bromas que hacía no eran del todo malas.

Allende || RubiusplayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora