Allende || Rubiusplay

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En realidad no mucho había cambiado, seguía contestando sus mensajes de manera cortante y seguían estudiando juntos sin problema, seguían platicando; al parecer lo único que marcaba la diferencia eran los besos que el castaño le solía robar sin ninguna vergüenza, y también las visitas repentinas a su casa, su madre ya se había acostumbrado a mirar a Rubén pasar tranquilamente, así como era consciente de que su hijo y el nórdico no eran sólo amigos; pero ese no es tema.

Para Raúl era extraño, demasiado confuso y constantemente se miraba perdido. Le daba vergüenza tratar de corresponder a las ocurrencias del castaño, no tenía imaginación para eso, aunque también se sentía mal por no poner de su parte. Si tan sólo hubiera un manual para aprender a salir con alguien, todo sería más fácil.

—Oye... Vayamos a tu casa hoy.

—¿Qué? —La forma seca en la que Rubén habló logró congelar los intentos de Raúl para tener un detalle.

—Eh... Sí, siempre vamos a mi casa, quiero conocer la tuya... —dijo tratando de no arrepentirse, ni siquiera podía mirarlo a la cara. La mano de Rubén que sostenía la suya al caminar, la retiró para guardarla en su bolsillo.

—No, no iremos —sentenció Doblas encogiéndose de hombros, esa reacción desanimó a Raúl, en cierta forma le preocupó y le molestó.

—Pero... ¿Por qué? —Trató de buscar una respuesta que el castaño no parecía dispuesto a responder, eso le molestaba—. Oye, dijiste que íbamos a intentar tener algo, no puedes ocultarme cosas, así no funciona.

—No quiero llevarte a mi casa... Es malo —dijo Doblas mirándolo de reojo, Álvarez arrugó los labios.

—No me importa, prefiero que no me ocultes nada —sentenció Raúl volviendo a tomar la mano del nórdico, Rubén se miraba incómodo ante la idea de llevarlo a su casa pero a Raúl poco le importaba.

Álvarez hizo mil y un escenarios en su cabeza, ¿Qué cosa era lo que tenía preocupado a Rubén? Definitivamente era algo desagradable para él, supuso que aquello podía ser la culpa de su actitud.
Y es que, sinceramente, la casa no parecía fuera de lugar, una pequeña casa como cualquier otra, Raúl se paraba en la puerta interesado por ver el interior, Rubén se colocaba la capucha y mordía su labio.

El moreno le imploró a Rubén que abriera la puerta, y eso hizo, aunque el castaño se cruzó por unos segundos en la entrada para evitar dejar pasar a Álvarez, tan sólo lo miraba pidiendo que se arrepintiera pero Raúl no lo hizo. Al entrar era evidente la peste del lugar, no era un olor malo, simplemente se podía sentir el aliento de cerveza en el ambiente, si los sentimientos se pudieran explicar en olores, ese olor sería depresión.
Rubén ni siquiera lo dejó tratar de explorar con la mirada, pues tomó su mano y lo condujo hacia lo que creía que era su habitación.

En la puerta estaba un cartel que decía «No entrar» escrito en tinta roja, Raúl bufó ligeramente pensando en lo “Emo” que lucía eso. Dentro de la habitación de Rubén, había tan sólo una ventana, y estaba cerrada, el olor de la pieza no era mejor que afuera, quizá era por los montones de ropa sucia en el suelo y la cama, también la comida chatarra que seguro tenía meses ahí; Raúl se sorprendía de no haber visto alguna rata o algún nuevo tipo de virus mutado por algún lado de la habitación.
La higiene del lugar era escalofriantemente poca, parecía que lo único limpio era el escritorio, pero estaba lleno de cables y libros descuidados.

—Tío, eres un desastre...

—Tú pediste venir, no jodas —gruñó Rubén obviamente molesto, Raúl notó la postura erguida e incómoda de Rubén.

—Vale, lo siento... Pero, ¿Que no tratas de limpiar aquí? No entiendo cómo vives —dijo Raúl en su tono más sutil posible, trataba de caminar por la habitación sin que alguna prenda se enredara entre sus zapatos.