[OO9]

548 64 20
                                        

Lamentablemente, los fines de semana jamás podían verse, el único momento en el que estaban juntos era durante las clases, aquello era por culpa de que Rubén no salía, y aunque le ofreciera escaparse de casa para verse, Raúl lo corregía diciéndole que era una idea estúpida e irresponsable.
Al menos podían hacer llamadas, verse a través de las cámaras, por sus voces por el micrófono y recibir mensajes del otro, eso los mantenía conectados aún sin verse directamente.

Y Raúl no se equivocaba al pensar que Rubén no estaba a salvo, lo sabía desde el momento en el que se negó a encender la cámara, lo notó desde que escuchó su voz más pastosa de lo habitual, no le menciono nada, no directamente. Se lo ocultó para sus adentros a pesar de morir por obtener respuesta, y esperar hasta verse en clases era mucho tiempo.

—¿Has estado tranquilo ahí? —preguntó Raúl con el teléfono en la oreja, trataba de obtener alguna pista para confirmar su preocupación, aquella vino en el titubeo que tomó Rubén antes de responder: «Sí, no ha pasado gran cosa» dijo. Esa respuesta no fue suficiente para Raúl—. Entonces... ¿Estás bien? —preguntó tratando de ocultar sus intenciones, pudo notar como la voz de Rubén se apagaba. «Seguro» mencionó con un tono falsamente tranquilo, eso lograba herir a Raúl—. Ya veo...

Rubén no podía verlo, no podía escucharlo, pero Raúl secó pequeñas lágrimas en la almohada, lágrimas de impotencia y preocupación al no poder hacer nada por el castaño. Él no se lo permitía y jamás se lo permitiría aunque le rogara, porque el castaño era un lago caudaloso imposible de parar, y él sólo acampaba en la orilla.

Un estruendo opaco se escuchó desde el micrófono del castaño al otro lado de la línea, antes de que Raúl pudiera preguntar, Rubén mencionó «Debo ir a almorzar, nos vemos» y cortó la llamada sin dejar más explicaciones, o una despedida, al español le tomó unos segundos procesar aquello antes de que el miedo llegara sobre él y su imaginación le jugara malas bromas con tenebrosas ideas de lo que le pudiera pasar a su compañero.
No se tuvo que cuestionar mucho para que una rápida idea se instalara en su mente, una que en ese momento le pareció la mejor opción:

Ir a casa del castaño y protegerlo.

No podía titubear, no como la última vez que estuvo ahí, tenía que prepararse para enfrentarse a aquel imponente oso, y demostrar cuál era el valor que guardaba en el interior. Quizá aspiraba a ser un héroe. Se armó con lo que tenía en su habitación y despidió a su madre diciendo que saldría a caminar.

Ya conocía el camino a casa de su compañero, y en cada paso iba más seguro que antes, teniendo en mente las palabras que diría y las acciones que haría para defenderlo, necesitaba tenerlo a salvo. Un último paso antes de parar justo en frente de su casa, un paso que hizo que su pie aterrizara como costal de cemento en el pavimento, ahora su aura de confianza parecía ser manchada con el temor que le emanaba el lugar, en su mente gritaba palabras para no rendirse y lograba minimizar el sonido de los latidos de su corazón desbocado.
Estaba en completo silencio hasta pararse frente a la puerta, ahí pudo oír murmullos inentendibles que apenas podía escuchar a través de la puerta, el sonido agudo de cerámica quebrándose pudo traspasar la puerta, incluso juraba que la cerámica se había roto al estrellarse contra esta, eso fue suficiente advertencia para saber que había peligro ahí adentro.

Tomó aire antes de invitarse él mismo a entrar a la casa, pudo escuchar los restos rotos de la cerámica siendo empujados y atrapados por la puerta que él abría, ahora los murmullos se escuchaban más claramente, podía saber que eran gritos fácilmente, y aunque no veía nada frente a él, podía ver las sombras histéricas moverse en la sala.

—¡Ese no es un hombre, es una vergüenza!

—¡No hables así de tu hijo!

—¡¿Ahora lo apoyas?! ¡Dejas que ese inútil haga lo que quiera! ¡Por eso es así, por tu culpa!

—¡Esto es culpa tuya! ¡Él era normal, un buen niño! ¡Tú lo lastimaste! ¡Ah! —una nueva oleada de gritos mezclados vino al sonar otro objeto estrellarse en las paredes de la casa, la voz femenina y masculina se enfrentaban hasta crear un dolor de oídos en Raúl.

—¡¿Crees que es fácil estar aquí?! ¡Es muy difícil vivir con este demonio atrás! ¡No sabe hacer nada, no vale nada! ¿Creías que una vida en España iba a resolver sus problemas? ¡Tan sólo lo empeoró!

—¡Para mí también es difícil! ¡Vivir con un esposo inútil y un hijo problema tampoco es fácil! Creías que Mangel le hacía mal, y ahora crees que ese mocoso le hace mal, ¡Pero todo es tu culpa!

El problema que se desembocaba estaba demasiado lejos del entendimiento de Raúl, lo único que ahora le importaba era escuchar la voz de Rubén, pero no podía encontrarla. Buscaba valor para meterse en aquella pelea, pararla tan sólo para saber que el castaño estaba bien, y aunque todo su cuerpo temblaba, su ceño no titubeaba.

Un nuevo objeto fue arrojado como proyectil, este había alcanzado su posición y logró esquivarlo con dificultad, al parecer era una botella de cerveza, no lo sabía, sus restos estaban en el suelo y los miraba tratando de hallarle forma al objeto roto, pero se distrajo cuando escuchó aquel alboroto cesar de manera repentina, su atención nuevamente trató de fijarse en la sala, pero tres pares de ojos ya lo miraban a él de manera penetrante, Raúl se petrificó tan rápido que parecía récord y su piel se erizó cediendo en el nervio junto a un nudo pesado que se formó en su garganta y estómago. El aire de sus pulmones casi escapaba de no ser porque aguantó la respiración para no soltar algún chillido de vergüenza.

Esas tres miradas, dos de ellas las conocía ya, una era nueva, esa era de la única fémina del lugar. Nadie mencionaba nada, y Raúl luchaba contra sus nervios y la necesidad de encogerse en su lugar, debía mostrarse fuerte aún cuando había palidecido con un gesto casi tan horrorizado como el de una persona vomitando a cuatro patas.

—¿Raúl...? —Por fin había hallado la voz de Rubén, pero no en la situación que hubiera deseado.

—¿Él es Raúl? —preguntó de manera acusante la mujer del lugar, su acento era extraño, seguramente por ser extranjera.

—Ese mocoso —esa era la voz del oso que tanto le causaba miedo, pegó un respingo al sólo oírla.

El hombre comenzaba a aproximarse hacia él a paso lento, las piernas de Raúl respondieron más rápido que él y comenzaron a retroceder buscando un lugar seguro.

—Yo...- Yo vi-vine por Ru-Rubén —exclamó Raúl con la voz gruesa pero temblando, trataba de mostrarse rudo aunque no podía.

—No quiero ver tu asquerosa cara en mi casa... —dijo el señor, para Raúl él ya había tomado un porte gigante y escalofriante, lo sombrío de la casa lo hacía lucir más agresivo.

—Yo sólo quiero a Rubén —dijo aunque más pareció una petición.

Escuchó la voz de la mujer decir algo en un idioma que no entendió, pero al parecer el hombre sí, pues había parado de acercarse para mirarla.

—¡Entró sin permiso! Es un ladronzuelo sinvergüenza —gruñó de manera tosca y enojada.

—Se irá pronto, y no quiero que vuelva... Rubén —indicó la madre, y como si eso fuese una orden, Rubén se acercó hacia él con una expresión que no logró entender.

—Rubén, vámonos de aquí... Vine para ayudarte —dijo Raúl en un suspiro de alivio, logró notar la cara de Rubén más herida de lo que recordaba, pero se preocuparía más por eso en otro momento.

—Te dije que no te quería involucrar aquí... ¡Te dije que no te entrometieras! —le gritó el nórdico logrando asustarlo, su boca se cerró como una tumba ante la sumisión—. Largo de aquí... No te quiero ver... ¡Largo!

Ese último grito había llegado junto a un empujón que logró hacerlo perder el equilibrio, aterrizó en el suelo y al tratar de apoyarse para alivianar el golpe, sus manos se aferraron a los restos de la botella rota que había sido arrojada con anterioridad, dolió hasta sacarle un quejido que fue reprimido ante el miedo. Miró unos segundos a Rubén antes de entender el odio en su mirada, él sobraba ahí.

Se marchó de la casa con vergüenza y sin mirar atrás.

Allende || RubiusplayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora