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Por supuesto que Sunghoon y Heesung aceptaron felices aquella invitación y, de acuerdo a las palabras del menor, la fiesta se celebraría en la casa del mejor amigo de su “amigo” Sunoo.

En cambio, Jake, (quién nerviosamente mordía la pajita del americano que le compró Niki una vez que salieron del supermercado con el regalo listo), percibía en su interior matices de euforia al saber que se reencontraría con el pelinegro de piel lechosa.

Y desde otra perspectiva, exactamente en la casa del pelinegro gruñón, Sunoo se encontraba excesivamente nervioso, ¿la razón de aquello? La Navidad estaba a horas de celebrarse y él aún se sentía inseguro por muchas razones, algunas de ellas eran: “¿cómo se vestiría?”, ¿la fiesta sería un éxito o un rotundo fracaso? o, la peor de todas: ¿qué tal si Niki no asistía?

–Tierra llamando a Sunoo –moviendo ligeramente su diestra enfrente del rostro del mayor.

–¡Oh, Jungwonnie, ahí estás!

Bufó ofendido –Llevo más de una hora hablando. –suspiró pesado sintiendo como la frustración lo invadía nuevamente. Él estaba muy consciente de su gran falta de paciencia y empatía, pero, ¡oh, vamos!, estaba hablando con el mismísimo Sunoo, su hyung que por ver una mariposa en la ventana, ésta le robaría su atención; sin más, revolvió su cabellera frustrado y contó mentalmente hasta tres para repetir (esta vez, más resumida) su idea.

–Lo siento, podrías repetirlo, no te escuche –declaró el rubio penosamente.

–Decía que podemos colocar una mesa de dulces ahí –señalando una esquina de la casa –otra de bebidas por allá y, si es que cuelgas una piñata, ésta podría ser en el patio de la vecina, la señora Kang.

–¡Sí! –movió alegremente de arriba para bajo su cabeza, ¡claro que pondría una piñata! Aunque también un pequeño detalle en el arco de la cocina.

–¡Mira, Jungwonnie! –sacó un muérdago de una bolsita azul marino.

–¿Eso qué es?... ¡Ugh, apesta! –arrugó la nariz del tan fuerte olor qué emanaba aquel objeto –¿Es natural?

–Sí, ¿te agrada? –observando al menor en busca de su aprobación, en cambio, el pelinegro se limitó a dibujar una leve sonrisa que, más bien, fue una mueca de lado. No quería desanimar a su hyung.

Continuó el rubio –Una abuela me lo regaló. –¿en qué momento pasó eso? Jungwon en ningún momento se separó de él –Pidió que me lo llevara, pues estaba a punto de morir. Al parecer se equivocó, está más verde de lo habitual –dándole cumplidos a la planta. –Dice la tradición qué, si alguien te lo regala, traerá prosperidad al hogar. Y, si éste está colgando, quien pase por debajo de él se verá obligado a besarse.

–Dime que no le creíste, Sunoo –soltó burlón el pelinegro.

–No se trata de creer, Jungwonnnie, considero que las tradiciones siguen en pie por las personas que se hacen fiel a ellas y las disfrutan, sin importar si estas traen un bien o no.

–Entonces, con esto ¿tendré una buena vida para el próximo año?... ¡Oh, vamos Sunoo! es sólo una planta, no una fuente de deseos.

–¡Y tú eres sólo un ser humano! si yo fuese una planta, ya me hubiese marchitado con tan sólo oírte –sentenció.

Ambos quedaron en un silencio incómodo, era obvio que el de mirada gatuna había metido de más la pata.

–Bien, te creo –cedió finalmente. –¿Dónde planeas colocarla?

–En tu recámara, no quiero que alguien la lastime durante la fiesta –antes de llevársela, pidió permiso y perdón a la plantita por tomar una de sus ramitas y cortarla. Y, conociendo la negativa que el pelinegro le daría, no lo dejó responder y continuó –¿Sabés, Jungwonnie? –el nombrado lo miró –el muérdago es considerado como la plaga más romántica –aquellos ojitos gatunos lo miraron confundido.

Las ramitas qué cortó fueron amarradas por un delgado hilo carmesí, con éste mismo atoró, el ahora ramito, en una tachuela y lo clavó encima del arco qué daba a la cocina.

–El muérdago crece como un parásito en los troncos de ciertos árboles, si estos no son cortados a tiempo, empiezan a robar nutrientes y agua.

Siendo así, ¿Por qué darle un significado lindo a algo que hacía mal en su propia naturaleza?, se cuestionaba el pelinegro.

–Si lo vemos desde la perspectiva del árbol, si el roble es sano lo soportará, de lo contrario, se verá afectado y morirá.

Ahora lo entendía Jungwon, si bien sus clases de Literatura no fallaban, el romanticismo era una corriente no sólo del amor, al contrario, en ella se destacaba la frialdad y crueldad de los sentimientos dejándose llevar por la fantasía y lo irreal.
Igual qué el verdadero amor, una llamativa utopía.

Y no es que el menor fuese un cascarrabias (seudónimo puesto por Sunoo) y que odiara la idea de encontrarse enamorado de alguien, al contrario, él estaba dispuesto a experimentar cierto sentimiento. Pero, no con cualquiera. Él tenía fe de que alguien en el mundo lo querría tal como era. Sin miedo a enamorarse e ir contracorriente fuera de la velocidad de los demás.

A pesar de ello, el pelinegro no se martirizaba en busca de un amante, no, él también disfrutaba y aceptaba el cariño que le brindaban las personas a su alrededor. Un claro ejemplo era Sunoo, aquel teñido qué quería y estimaba mucho, su hyung que no dudaba en extenderle una mano y que, sin importar su mal carácter, él siempre lo apoyaba.

Y aquel afecto era mutuo pues, al no ser su disfrute participar en fiestas navideñas o de cualquier otra celebración, con tan sólo ver al de ojos color avellana sonreír y brincar de alegría cada vez que lograba sacarlo de su zona de confort le era imposible no aceptar. A aquello, se le sumaba la cálida y brillante aura del rubio, la cuál, por ocasiones, también era ruidosa (idéntica al singular sonido qué provocan los cascabeles navideños al moverse).




EDITADO

Under the mistletoe [Jaywon/Sunki/Jakehoon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora