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–¡Feliz navidad, Wonnie! –saltó alegremente el rubio encima del menor, éste por el impacto soltó varios bufidos, ¡le había sacado el aire!

Ambos pasaron la noche compartiendo cama y, a pesar de que Sunoo tenía el sueño pesado, fue el primero en despertar. No había excepción, cada 25 de diciembre se levantaba mucho antes de que el sol saliera, era como su reloj biológico anual.

La casa ya estaba más que lista para la fiesta, las decoraciones no-navideñas y las cosas frágiles se encontraban bien resguardadas y el permiso de la señora Kang, para partir la piñata en su patio, estaba cubierto. ¿Qué podría salir mal?

–Sunoo, buenos días. –le regresó el saludo con una sonrisita pastosa, apenas podía abrir los ojos y su voz permanecía aún ronca; definitivamente una imagen demasiado tierna, pero muy lejana a la verdadera personalidad del pelinegro.

–¿Listo? Hoy es un gran día, ¡lo sé, tengo una gran corazonada! –apachurrando su pijama amarillenta, exactamente en la zona del corazón.

El contrario se limitó a formar un sonidito en forma de afirmación y salió de sus calientitas sábanas directo al baño. Sabía que la mañana sería larga, pero no pesada. Sunoo durante la noche le hizo saber de sus planes previos a la fiesta, los cuales consistía en algo sencillo, según el mayor; primero irían por fruta al mercado y con ello hacer un delicioso ponche, después pasarían a la casa de Sunoo por un cambio de ropa para finalmente visitar su restaurante favorito y desayunar algo ligero.

Dudaba qué las siete de la mañana fueran suficientes para realizar todo eso.

Sin esperar más, se dirigieron al pequeño mercado de frutas, que en realidad era un huerto pequeño. Ambos se repartieron qué frutas comprar y quedaron en verse en un lapso de media hora justamente en la entrada. Ésto lo decidieron para agilizar las compras, pues conocía a la perfección de que, si fuera por Sunoo, él se quedaría examinando cada frutita y compraría de más con la excusa de que el vendedor le había ofrecido una oferta inigualable. A veces, Jungwon no sabía con exactitud quién cuida a quién, ya qué en muchas ocasiones debía estar pendiente de que el rubio, ante su dificultad por decir "no", aceptara las cosas por más ridículas que fuesen.

Mientras caminaba por los pasillos de abundantes y coloridas frutas de temporada, le fue imposible no sacudirse de emoción ante la dulce combinación qué desprendían las guayabas junto a las manzanas frescas, incluso, ya podía saborear entre su papilas aquel líquido caliente, el cual le quedaba estupendo al rubio.

Una vez terminadas las compras en aquel huerto, fueron rumbo a la casa del mayor. El camino fue un poco pesado, pues era difícil cargar varios kilos de fruta.

–¿Ya casi llegamos? Tengo hambre, hyung. –admitió el pelinegro al sentir su estómago rugir.

–No comas ansias, Jungwonnie. En dos cuadras llegamos, prometo ser rápido.

Y así fue, en un santiamén, ya se encontraban abriendo la puerta del departamento compartido. Gran sorpresa fue la de ambos al ver tres cabezas desayunando en el pequeño comedor.

–¡Oh, hyung! ¿Qué te trae por aquí? –le cuestionó sorprendido Niki, mientras se levantaba de su asiento y se dirigía a un lado del rubio.

–También vivo aquí, Nishimura. –todos los presentes quedaron boquiabiertos, el mayor lo había llamado por su apellido, eso no era bueno.

–¿Pasó algo, Sunoo-shi? –dudó en preguntar, aquel chico una vez enojado era difícil de comprender, y no en el mal sentido de que se ponga agresivo e irritable, para nada, más bien, cuando el rubio se enojaba nunca se sabía con exactitud que lo detonaba.

Under the mistletoe [Jaywon/Sunki/Jakehoon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora