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–Ya estamos solos, ¿qué necesitas? –tomando asiento en los escalones, acción qué el menor copió –¿Me dirías que no puedes ir a la fiesta?... Porqué si es eso no tengo problema, lo entiendo, Niki. Era de esperarse que no asistirás a la fiesta, además sé que no te gustan y que prefieres mil veces estar con tus amigos que con-

Niki, un tanto exasperado del palabrerío que derramaba el rubio y los manotazos bruscos que éste soltaba a cada palabra, sin más, decidió callarlo con un suave y tembloroso roce en su pómulo.

–¿¡Qué acabas de hacer!? –lo encaró sorprendido y con su corazoncito enloquecido.

–Yo... Um, bueno... Verás, y-yo... –balbuceó con sus mejillas sonrojadas. Se separó, solo un poquito, del contrario y observó nerviosamente los rasgos del rubio, ¡genial! ahora su mente se había vuelto un caos.

–¡Escúpelo, Niki! ¡Siempre hablas hasta por los codos y ahora hasta tartamudo te volviste!

–¡Hyung! –lo reprendió. –¿Podrías bajar la voz? Los vecinos te pueden oír –el menor no necesitaba indagar cada puerta para tener razón, pues algunos ya habían parado oído en sus puertas principales.

Y uno de ellos era Jungwon.

El rubio asintió ante su petición, puesto qué, conocía a la perfección que contaba con varios vecinos indiscretos. Bufó quedito y contó hasta tres para tranquilizarse.

–Sunoo, perdóname por ser un completo imbécil y, sobre todo, contigo. –detuvo su disculpa para ver fijamente aquellos ojitos avellana. –Fue mi culpa, si tan solo te hubiese avisado que Jay y Jake se quedarían a dormir, todo este maldito problema no estaría pasando.

Pero el bajito negó con la cabeza y liberó una risita apagada. –No es tu culpa, Niki. –tomó el atrevimiento y posó sus palmas alrededor del rostro ajeno. –Me da igual si invitas a Santa Claus sin mi presencia, puedes invitar a quien sea. No estoy enojado contigo, eso tenlo por seguro. –le regaló una sonrisa cálida tratando de tranquilizar la respiración desenfrenada del menor.

–Entonces... ¿Por qué me llamaste por mi apellido? –finalmente le preguntó con un puchero. –Cuando llegaste, lo único que note fue tu mal humor, ¡ni siquiera me dijiste "Buenos días Niki, ¿dormiste bien?"! –trató de imitar su voz en un tono chillón. En cambio, sólo recibió un golpe en su pecho. –¡Auch, eso dolió! ¿Dónde quedó ese dulce Sunoo que sostenía con amor mi rostro, eh? –el rubio se sonrojó por completo.

¡Vaya que el japonés sabía a la perfección qué palabras usar y enloquecer al pobre corazón del bajito!

Quedaron varios minutos en un silencio, un tanto, incómodo. ¿ya habían arreglado sus diferencias? El cenizo esperaba que sí, pues ya estaba listo para confesar sus sentimientos hacia el rubio.

–Sunoo... –el bajito lo miró ante su llamado indicando que tenía toda su atención. –Me gustas.

¡Qué directo fue!

–Niki, yo-

–Espera Sunoo, aún no termino –se hincó frente al mayor para así tener una charla más directa –Sunoo, me gustas. Entenderé si no es mutuo y lo aceptaré, aun así, considero que es más valiente decirlo a que huya y después me arrepienta al verte con alguien más.

Aquellas palabras retumbaron muy dentro del rubio, ¿acaso había muerto y así lo recibían los ángeles? Porque muy en el fondo, creía que era una muy mala broma adelantada por el día de los inocentes.

–Niki, y-yo... -tomó una gran bocanada de aire, ¡tenía que tranquilizarse, sino su corazón saldría disparado de su pecho! –Tútambiénmegustas. –tapó rápidamente su rostro rojizo.

–¿Qué? No te escuche. –le canturrea risueño, ¡claro que el menor lo había escuchado!, pero quería confirmarlo.

Rápidamente tomó de nuevo aire y repitió –¡Me gustas, Niki! –sin más, el alto lo envolvió entre sus brazos.

–No estoy muy seguro que se hace después, siendo sincero, llegué más lejos de lo que creía. –ambos soltaron una sonora carcajada.

–¡Hey, no te subestimes! Lo hiciste muy bien, Niki. –le acarició tiernamente su mejilla.

Finalmente habían traspasado todas esas invisibles fronteras que, torpemente, habían construido para no darse afecto físico y notar que, mutuamente, se querían. ¡Ah, qué raro es el amor!

Ahora, ¿Qué se suponía que eran? Bueno, era algo que no querían dar con prisa, aún querían seguir abrazados.

Mientras del otro lado de la puerta, Jungwon era un manojo de nervios, no por la presencia de dos medio-desconocidos, sino, por lo que le estuviese pasando haya fuera a su amigo.

–Tranquilo, pequeño. Niki nunca le haría daño a Sunoo. –dejando un plato con un par de panecillos junto a una pequeña porción de ensalada de manzana.

–Oh, gracias. No quiero ser molestia. –admitió con nervio una vez que aceptó aquellos apetecibles panecillos.

–Descuida... ¿Jungwon, cierto? –el peligro asintió.

–Un gusto, Jungwon. Mi nombre es Jay. –el rubio tomó asiento a un costado de él. –y aquel despeinado, es Jake. –el azabache, con un bocado en la boca, le regaló media reverencia.

Lindos nombres, muy internacionales, pero lindos.

–Dime Jungwon, ¿qué eres de Sunoo? –el mayor quería deshacer el clima incómodo, por lo que vio factible cuestionar al de ojos gatunos.

–Um... –se esforzó por tragar el trozo de manzana y no ahogarse en el intento. –amigo de Sunoo. -contestó simple.

–Oh, ya veo... –murmuró grave posando su diestra en su barbilla y acomodándose en ésta para tener una mejor vista del pelinegro. –Nosotros somos amigos de Niki. –le anunció con una leve risita, muy característica cuando se encontraba nervioso.

Aquella acción la notó el azabache y le fue inevitable soltar una carcajada llamando la atención del otro pelinegro. ¡Ahora sí ya tendría con qué molestarlo!

–¿Irás a su fiesta? –tratando de mostrar leve interés en el menor.

–Aunque no quisiera, será en mi casa –soltó burlón.

–¡En serio! ¿Quién lo diría, eh? –tomando un trago de su café y oteando al australiano quien dibujaba una sonrisa burlona y alzaba de arriba a abajo sus pobladas cejas.

¡Maldito australiano, más tarde se las pagaría!

La conversación terminó entre risas y uno que otro mal chiste por parte del rubio, sin embargo Jungwon se rió de todos ellos, cambiaron números y quedaron en verse en la fiesta.

A los minutos, Sunoo hizo acto de presencia tomado de la mano de un ruborizado japonés.

–¿Terminaste, Jungwonnie? –el mencionado bebió de un trago el café y asintió –
¡Perfecto! Niki nos acompañará a la parada de autobuses.

El pelinegro tomó los trastos sucios y los depositó suavemente en el fregadero, agradeció a los dos jóvenes y salió primero del departamento. El rubio le debía una explicación, pero le preguntaría hasta que se encontraran solos.







EDITADO

Under the mistletoe [Jaywon/Sunki/Jakehoon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora