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Paz invadida
El catorce de noviembre del dos mil veinte fue el día en que un último aliento abandonó mi cuerpo y un último latido retumbó en mis venas. Si bien ya habían pasado seis meses de ello, si me concentraba, todavía podía sentir el impacto de la bala que acabó con mi vida directo en mi corazón, antes de que todos mis sentidos se desconectasen.
En esos momentos no supe cuánto tiempo fue que la oscuridad me envolvió como un manto, hoy sé que pasaron exactamente veinticuatro horas, hasta que aparecí, desorientado, en un cuarto, el cual resultaba ser el mismo en el que me encontraba ahora. La habitación de Harry Styles.
Se preguntarán quién es él y quizás piensen que exagero si les respondo que es el amor de mi vida ¡Y de mi muerte! ¡Ja!
Pero, si me dejan explicarles un poco mi historia junto a él, tal vez, sólo tal vez, al final de la misma afirmen junto a mí que sí. Que Harry Styles es el amor de mi existencia.
Suspiré, repasando aquellas palabras que habían surgido en mi cabeza, mientras observaba el perfil del muchacho frente a mí. Sus ojos claros -específicamente, verdes- estaban fijos en la ventana, mientras él estaba sentado en el alféizar de la misma. Su mirada se dirigía a lo que se encontraba cruzando la calle, en aquella casa. No iba a mentir, de a ratos, la mía también lo hacía.
A pesar de que no era algo muy interesante lo que estaba sucediendo en esa morada, no podía dejar de provocar una gran cantidad de sentimientos en mí, sentimientos para nada buenos. Y es que ésta había sido vendida hacía poco, y una familia estaba descendiendo sus pertenencias del camión de mudanza.
Mordí mi labio, suspirando, porque sabía lo que Harry estaba pensando, lo cual, justamente, era lo mismo que yo tenía en mente: eso no debería estar pasando.
Me levanté de su cama y caminé con recelo por la habitación sin despegar la mirada de él. Tenía un mal presentimiento.
Desearía haber podido desarrollar teorías en mi cabeza pero eso no fue posible porque una May entrando por la puerta de la habitación nos distrajo a ambos de nuestros pensamientos.
—Tenemos vecinos nuevos —anunció con una sonrisa, como si ninguno de los dos hubiéramos estado viendo por la ventana de su habitación todo el proceso de mudanza.
Claro que ella no podría saberlo, porque acababa de entrar a la habitación, y además yo era un fantasma.
—No me lo recuerdes, mamá —pidió el joven, quitando, por primera vez en la mañana, los ojos de aquel lugar.
Podía ver en ellos un ligero brillo de tristeza.
Ella frunció los labios levemente, y asintió, comprendiendo su error.
—Cierto, perdón, hijo —se lamentó, sosteniendo el borde de la puerta, dispuesta a interiorizarse más en la habitación por si era necesario consolar a su hijo.
—Tranquila —suspiró el chico, acomodándose en su lugar y mostrando una sonrisa que yo bien sabía que era falsa—. ¿Me decías?
—¡Ah! —retomó su discurso, recomponiéndose del momento—. Voy a invitarlos a cenar para darles la bienvenida al vecindario ¿Te parece correcto? —dudó.
Fruncí el ceño, volviendo a ver a Harry. Reflejaba la misma expresión en su rostro que yo tenía en el mío.
No, la idea no le agradaba.
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la noche que nos conocimos // larry
RomantizmLouis murió hace seis meses, pero no fue a ningún paraíso. Quedándose en el mundo de los vivos, debe descubrir si es que el cielo y el infierno realmente existen, o si eso que está presenciando es todo lo que realmente hay después de la muerte: el v...