New York

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Harry

Era una noche helada por las calles de New York, yo llevaba un suéter y una chaqueta semi abierta con un gorro de lana que cubría mí alocado cabello y parte de mis orejas, adentrándome a un callejón un poco escaso de luces de repente oí a alguien quejarse. No de esos quejidos de satisfacción sino más bien, de dolor, podría reconocer perfectamente esos, entonces mire sobre mi hombro y ahí estaba, un señor de unos 40 años con traje, pero realmente golpeado... Le dieron la paliza de su vida. Entonces, corrí hacia el sin pensarlo.

-A-ayúdame -dijo entre quejidos alzando una de sus manos.

-¿Estas bien?- le pregunte arrodillándome frente a él, ¡claro que no está bien estúpido Harry! me grito mi subconsciente.

-To-toma esto, por favor- dijo con esfuerzo, entregándome una especie de mini frasco con un polvo blanco dentro de ella.

Lo tomé y al ver su contenido fruncí el ceño, luego mis ojos volvieron a aquel hombre muy maltratado con cabello oscuro y moretones en toda su cara y antes de yo decir palabra el recito sus últimas.

"42 Westwood, Los Ángeles"

Mis ojos casi salieron de mi cara al escuchar aquello y mi piel se puso de gallina.

-¿Cómo sabes eso? ¡Oye!- grite ligeramente agitado.

Pero aquel hombre ya había muerto, realmente creo que ni siquiera llego a escucharme. A todo esto, dos jóvenes se acercaron corriendo hacía el fallecido.

-¡Por aquí!- dijo uno, pero al verme quedaron como estatuas.

Eran dos jóvenes que pertenecían a mi mafia.

-¿Qué diablos está pasando?- dije con vos ronca, poniéndome de pie y llevando mis manos a los bolsillos de mi chaqueta.

-¡Jefe! ¿Por qué? - contestaron los dos con una expresión de miedo en sus caras. Y no los culpo, realmente no se esperaban a que yo estuviera allí.

-¡RESPONDANME! - les exigí.

Ellos se miraron mutuamente, entonces hice sonar el rifle en mi bolsillo derecho, a decir verdad, soy la persona con menos paciencia del mundo. Ellos temblaron ante mi acción y uno de ellos tarareando respondió.

-Espere, no dispare- alzando sus dos brazos hacia arriba.

-Es Dino, nos dijo que lo hiciéramos- contesto rápidamente el otro a su lado.

Lo que escuche me sorprendió, Dino es el hombre que me crio y me acogió en su gran casa, uno de los mafiantes más grandes y repulsivo de todos.

-¿Dino lo hizo?- dije sorprendido pero con una expresión seria en mi rostro. Al terminar mis últimas palabras bocinas de policía se escucharon entrando al callejón, me di media vuelta y volví a los dos jóvenes asustados en frente de mí.

-Piérdanse. Hablaré con Dino- Les ordene. A mi orden salimos corriendo en diferentes direcciones de ahí, solo pare un segundo para ver a aquel hombre muerto frente a mí, luego me fui.

Caminé hasta la mansión donde me crie, el sol saludando al mundo se posaba en mi rostro. Al llegar me dirigí a la puerta de entrada donde se encontraba parado a un costado de la puerta aquel gordo repugnante que hacían llamar "seguridad" tarareando una canción con un cigarro en una de sus manos.

-Harry. ¿Qué estas haciendo despierto tan temprano? - pregunto con una leve carcajada entre dientes.

-Vine a ver al viejo, sé que se levanta tan temprano en la mañana- le contesté llevando mi mano derecha tras de mi nuca.

Sa.yo.na.raDonde viven las historias. Descúbrelo ahora