3. Rumores

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—En realidad, si debo elegir y no es molestia para la señorita, prefiero bailar con Sarah.

Fue lo último que dijo antes de ofrecerle su brazo a la duquesa, y alejarse juntos a la pista de baile.
Después de eso, el resto de la noche pasó de ellos como si fuesen menos que una bolsa de nada.

«Qué hombre más extraño», pensó Emma.

De cualquier manera, aún percibiendo el desinterés del joven, la mayor de las señoritas Loughty no podía negar la excelente impresión que causaba el muchacho.

Se lo veía, en efecto, muy apuesto, correcto, caballeroso, y para su sorpresa, con la espalda excesivamente recta.
Su metro casi ochenta lo hacía distinguirse fácilmente del resto, además siendo su rostro bastante más llamativo que el del resto de los mortales.
Sus ojos color café, y su azabache cabellera, por más común que pareciese, hacían que a Emma le diera curiosidad conocer al señor.

—En verdad espero con ansias que esos dos lindos muchachitos se unan en matrimonio. Estoy deseosa de conocer a sus bellos descendientes —comentó Naina.

Emma ni siquiera había notado que su nodriza estaba a su lado. Se había permitido sumerguirse en sus pensamientos observando al joven SeokJin bailar.

—¿Ya es un hecho? ¿Están comprometidos? —inquirió aún más interesada.

—Oh, no. Claro que no. Es sólo un tonto anhelo mío.

Y dicho eso, Emma suspiró con cierto alivio.

Mientras tanto, Beth Loughty continuaba analizando con cautela a todos los posibles candidatos para su primer baile. Tenía la esperanza de encontrar a alguien digno y dispuesto. Además de Bearnard, claro.

—¿Cuándo me permitirá bailar con usted, señorita Loughty? Ya ha pasado una hora.

—Después de mi primer baile, Bearnard —lo miró sin paciencia—. Por favor, deje de preguntar, que ésta es la quinta vez.

—Pero podría ser yo su primer baile —objetó desesperado.

Y mientras Beth discutía con el señor Roy, fue ahí cuando lo vio por primera vez. Sólo bastó una sonrisa de su parte para que todo alrededor dejara de tener relevancia alguna.

Archie Dagger, uno de los tres candidatos más codiciados de la temporada, se acercaba lentamente a la menor de las Loughty con exagerada seguridad y galantería.

Beth jamás pensó que un inglés fuera a gustarle tanto a primera vista.

—Buenas noches. Espero no interrumpir algo importante —dijo una vez frente a Beth.

—No lo hace. De hecho, el señor Roy ya se iba. ¿No es así?

La señorita observó a su viejo amigo, abriendo grande sus ojos. Y éste, sin más nada que pudiera hacer, se retiró cabizbajo.

Una vez que Bearnard se alejó de ambos, el señor Dagger volvió la vista a Beth, quien contuvo la respiración de los nervios.

—Si es que la señorita aún no prometió su primer baile, ¿me concedería tal honor? —requirió con una cálida y discreta sonrisa.

—Sería un placer —respondió sin siquiera pensarlo.

Beth posó su mano en la mano que el caballero le había extendido unos segundos antes, y sintió una extraña sensación de adrenalina en todo su cuerpo. En ese mismo instante, supo que él sería su futuro esposo.

—Señorita, vea con quién baila Beth —le informó Naina entusiasmada.

—Mira nada más, encontró un digno —bromeó—. Se ve tan feliz.

Ninguno de los dos podía quitarse los ojos de encima. Y de esa manera pasaron cinco, seis, incluso siete piezas y aún continuaban juntos, como si nada más importase en su vida más que bailar.

Si bien al principio a Emma le enterneció que su hermana hubiera encontrado a tan buen bailarín a la primera, luego de un rato, comenzó a irritarse al escuchar a un grupo de personas atrás suyo hablando con total impunidad sobre los bailarines.

Pronto agudizó su oído para escuchar las barbaridades que hablaban aquellos invitados.

—No digas que fui yo quién te dijo, pero una fuente muy confiable me contó que el menor de los Dagger, es el más irrespetuoso en cuanto a carácter y personalidad. Si tan sólo te contara todo lo que sé... —comentó una de las señoras.

—¿A qué te refieres? Vamos cuenta, cuenta —pidió la otra susurrando.

Primero, antes de sacar conclusiones, Emma pensó que lo correcto era asegurarse de que estuvieran hablando de quién ella pensaba.

—Naina, ¿quién es el menor de los Dagger?

—El señorito con quien su hermana baila ahora.

La señora que supuestamente tenía la information, antes de continuar, se llevó a la boca una gigantesca porción de pastel, y sin siquiera masticarla, volvió a hablar.

Eso le demostró a Emma cuánto carecían de educación y decencia.

—Al parecer, con su sonrisa y palabrería, enamora a las inexpertas e inocentes jóvenes, y así es cómo las lleva a su lecho, en tan sólo la primera noche.

Emma abrió grande los ojos y tratando de contenerse, rápidamente caminó hasta donde se encontraba su padre.

—Papá, ¿no te parece un poco excesivo que Beth baile toda la noche con una sola persona, en el día de su presentación?

—No, no me parece —dijo relajado.

—Quizás, debería ampliar sus horizontes, y esperar a que otro caballero también tenga la oportunidad. Como Bearnard —continuó Emma, tratando de convencerlo.

—Calma, niña. Beth se está divirtiendo, y te sugiero que tú también hagas lo mismo —alentó el señor Loughty mirándola de reojo.

—Pero papá, es demasiado...

—Ya basta, Emma —la interrumpió—. Ve a bailar, y deja que tu hermana disfrute. Recuerda que no eres su madre —concluyó, y para apaciguar el regaño, besó la frente de su hija.

Emma bufó y trató de pensar en un plan.
Volvió hacia donde se encontraban las señoras, y trató escuchar todo lo que éstas decían.

—Al parecer, el señor Dagger dejó su vida de excesos con el alcohol, el sexo y las apuestas en Londres, y vino a Perth con la idea de limpiar su nombre —contó una.

—El señor Dagger se batió a un duelo por el honor de la hija de los Bolt por... bueno, ya sabes. Qué triste es saber que a ese muchacho no le importa nada más que su placer —dijo otra.

Era desagradable comenzar a notar el poco decoro y total falta de prudencia que tenían algunas personas que creían tenerlo. Cuchicheando a espaldas de alguien, qué lamentable.

La señorita Loughty estaba segura de que ésas señoras ni siquiera sabían si lo que estaban contando era, en realidad, verdad. Tan sólo se divertían a cuestas de suposiciones.

Y bajo sus risas estridentes, Emma trató de que el concepto que ella tenía de los Dagger, no se viera afectado.

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