16. La ingenuidad de una enamorada

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—Pero, ¿estás completamente segura de esa información?

Naina, un tanto asustada por cómo estaba comportándose Emma, sólo atinó a asentir lentamente con su cabeza.

—¿Cómo es eso posible? ¿Dónde te enteraste de esto? ¿¡Quién te lo informó!? —exigió respuestas sin una pizca de amabilidad.

—Las empleadas de los Kim me lo informaron hace unos días —explicó temerosa—. Discúlpeme si fui inoportuna, señorita. Pensé que por la relación tan grande de amistad que tiene usted con él, ya estaba al tanto de esta información —dijo arrepentida, como si ella hubiera cometido un grave error.

Emma continuaba atónita, sin siquiera poder reaccionar debidamente como la dama que siempre le habían enseñado a ser.

—Te habrás dado cuenta ya, de que no tenía idea —dijo en un susurro, con la mirada fija en el suelo.

Naina, al ver a su patrona tan desconcertada, no supo qué hacer, más que contarle todo lo que había averiguado.

—Eh... —dudó al principio, pero de todas formas continuó—... ayer, mientras me daba la clase diaria de lectura, el señorito Seokjin me lo confirmó con una sonrisa en su rostro. Se casarán en unos cuantos meses, aún no saben si en Inglaterra o en Asia. La misma señorita Sarah me lo dijo también, mientras tomaba el brazo del señor SeokJin más temprano en el salón de té. Un gesto para mí bastante descarado debería decir, pero qué se le va a hacer cuando hay verdadero y genuino amor. Se nota que por su juventud no temen demostrar afecto en público.

La señorita Loughty no tenía nada para decir, ni tampoco contaba con la energía suficiente como para pedirle a Naina que se detuviera. Por lo tanto, prefirió quedarse quieta en el lugar, todavía con la vista tildada en el suelo.

—En verdad tengo la esperanza de que que la inviten a usted a la celebración, así yo también puedo ir y ver la hermosa boda que tendrán. Estoy tan feliz por ellos que me explota el corazón. Imagine cuando tengan descendientes. Ay, dios. En verdad creo que moriré de felicidad —dijo con verborragia, casi sin respirar.

Durante todo el tiempo que había estado hablando, Naina no se había percatado de cuán devastada se encontraba Emma. Eso sí, cuando vio que los ojos de la joven, sin previo aviso, se llenaron de unas lágrimas que pronto ocultó a la perfección con una risilla nerviosa, se dió cuenta de que algo andaba mal.

—¿Se encuentra bien, señorita? —se acercó a ella y tocó su hombro.

—No lo sabía —aclaró evadiendo la pregunta—. No sabía que el señor Kim estaba comprometido. Pero me alegro por ambos. Espero que sean muy, muy, pero en extremo felices. Ahora, si me disculpas, quisiera estar sola un momento, por favor.

La muchacha necesitaba con urgencia pensar y reflexionar sobre tantas cosas. Su corazón estába deshecho.
Se sentía menos que insignificante. ¿Cómo iba a competir con tal partido? Si no era nada más y nada menos que la mismísima duquesa de Cambridge con quien el señor estaba comprometido. ¡Y desde la cuna!

¿Había sido un juego para él? ¿Por qué la había besado, entonces? ¿Por qué había sido tan amable y caballero con ella, si su corazón pertenecía ya a otra mujer?

La mente de Emma se encontraba repleta de preguntas, pero ninguna respuesta satisfacía su gran decepción.

—Por supuesto señorita, ya mismo me retiro. Pero antes, tome esto.

Naina limpió sus manos en su delantal, y de uno de los bolsillos delanteros del mismo, sacó una carta que llevaba el siempre tan distintivo sello de la familia Kim.

—El señorito SeokJin me dijo que se la debía dar esta misma noche, antes de la cena.

—Ah —resopló y largó una seca carcajada—. Pues, no la quiero.

—Pero, señorita —persistió—, el señor Kim me insistió personalmente en que debía dársela, y que yo debía asegurarme de que usted la leyera.

Su nodriza extendió su brazo para alcanzársela, pero la muchacha se movió esquivándolo.

—Escucha, Naina. Agradezco tu bondad y lealtad, pero nunca más voy a aceptar algo que provenga de los Kim, ¿comprendes? —expresó enojada—. Mucho menos si es algo del señor Kim. Así que rómpela, si quieres incluso quémala. No lo sé, haz lo que te plazca con ella, pero ten por seguro de que jamás, nunca, voy a leer esa lastimera carta—informó, tajante.

Para Emma, era obvio que se trataba de una desagradable carta de disculpas. Seguramente contenía palabras vacías que trataban de justificarse y excusarse por su ridículo comportamiento al haberla seducido y engañado de esa manera.
Y ella bien sabía que no iba a ser capaz de tolerar más crueles mentiras y promesas falsas, ni mucho menos palabras de auto compasión que probablemente esas hojas llevaban escritas.

—¿Me has comprendido? No quiero volver a escuchar sobre el señor Kim, o sobre esa carta, ¿de acuerdo? Nunca más.

—Pero señorita...

Cuando la muchacha se dio cuenta de que Naina no iba a irse hasta que la viera leer la carta, bufó y se retiró furiosa de su propia habitación.

¿Cómo había podido ser tan ingenua y caer tan fácil en las redes de un completo desconocido?, pensaba Emma con los ojos llorosos.

Todas esas palabras, todos esos amables gestos de su parte, sus caricias y abrazos... no fueron más que un vil y asqueroso engaño. Ahora tenía sentido que fuera tan amigo de ese traidor, Archie Dagger.

Al fin y al cabo, los amiguitos más codiciados de la temporada, habían resultado ser los más crueles, mentirosos y nefastos de la temporada.

Y peor aún, se habían divertido cuanto quisieron con la familia Loughty.

No pudo seguir conteniendo su dolor, y en los pasillos de su casa, se detuvo a llorar con profunda amargura.
Su amigo, su amor, su SeokJin, se había atrevido a mentirle en la cara sin pensar un segundo en la pena que causaría.

El señor Kim era, sin duda, el mejor mentiroso que había conocido en su vida.

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