12. Doloroso duelo

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Mientras Beth aún no se dignaba a comer o a dormir correctamente, Emma recapacitaba sobre lo acontecido. Con su casa repleta de amigos y conocidos queriendo animar a su hermana pequeña, Emma no se había podido dar el tiempo para a ver o hablar, al menos como ella hubiese querido, con el señor Kim.

Estaba tan sumergida en sus pensamientos de preocupación por su hermana, y en los de desprecio hacia el deñor Dagger que, llegado cierto momento, comenzó a sentir que de alguna manera el señor Kim también les había mentido a todos. Incluso mucho más a ella.

Por lo tanto, para ocasionar un encuentro con él, se dirigió hasta un poco más allá de los jardines de la casa, porque sabía a ciencia cierta que allí estaría. Seguramente lo encontraría mientras le enseñaba a leer a sus sirvientes, o quizás jugando con Taleh cerca del roble.

Y en efecto, ahí estaba, jugando nuevamente con el hijo de su nodriza.

—Taleh, ¿me dejarías un momento a solas con el señor Kim? —pidió con cortesía.

—Sí, señorita. Hasta luego, señor SeokJin —saludó el pequeño alejándose.

—Señorita Loughty, me alegra por fin volver a verla, aunque sea por un breve momento —comentó feliz de que ella lo estuviera buscando—. ¿A qué se debe el honor de que me busque?

En vez de responderle, Emma lo observó con enojo. Entonces SeokJin comprendió que no se trataba de algo bueno.

—¿Hice algo mal? —reformuló su pregunta con clara preocupación.

—¿Cómo le dio el corazón para engañarme de tal forma? —atacó sin previo aviso, la señorita, dejando descolocado a su amigo.

—Me temo que no estoy entendiendo. Le ruego sea más específica.

Y aunque el señor Kim en ese momento pareció ser un hombre temerario y serio, el hecho de que Emma Loughty lo encarara de tal manera, hizo que se intimidara.

Por cada paso que ella daba hacia adelante para enfrentarlo, él daba dos zancadas hacia atrás.

—Sabe muy bien a qué me refiero. Confié en su palabra, señor Kim, y mire cómo le fue a mi hermana por ello.

Allí, el joven se dió cuenta de que  en realidad, el ataque no iba hacia él, sino que era un reproche hacia ella misma por haber confiado en Archie.

—Le aseguro, señorita Loughty, que era un total desconocedor de las intenciones de mi amigo, al igual que ustedes— se defendió y se detuvo con firmeza, quedando así muy cerca del rostro de la señorita.

—Entonces, esto habla muy mal de usted —arremetió—. Defendió a alguien que conocía de la misma forma en que yo lo hacía. Es decir, nada.

—Para mí pesar, está en lo cierto.

La joven se sorprendió por tal respuesta, dado que no esperaba que su amigo le diera la razón con tanta rapidez, y a su vez, con tanta tristeza.

El señor Kim puso sus manos detrás de su espalda, y juntos comenzaron a caminar por los amplios terrenos de la familia Loughty.

Seokjin agachó la cabeza, y por nada levantaba la vista.
En ese momento, Emma se dio cuenta de que él, al igual que su hermana, también había perdido a alguien importante en su vida. El señor Kim había perdido a su mejor amigo mejor dicho, y la muchacha se arrepintió grandemente de haber sido tan poco amable.

—Sabía que a él le gustaban mucho las mujeres, pero no a este punto. Según la familia Dagger, Archie había venido a Escocia con el afán de recomponerse y encontrar a una mujer con quién crear una familia —prosiguió—. Sin embargo, al parecer no supo hacer bien las cosas —dijo, y frunciendo el ceño pensativo, negó con su cabeza.

—En efecto.

—A mí también me ha sorprendido, y desilusionado ciertamente. Tardarán meses hasta que me acostumbre a la realidad de que mi mejor amigo, no era más que un traidor y mentiroso —hizo una pausa, y luego continuó—. Es difícil para mí entender que mi supuesto amigo durante veintisiete años, no es más que un cobarde que faltó a su palabra. Y usted sabe bien que nadie en realidad es amigo de un mentiroso y traidor —concluyó con aflicción.

—Lo sé bien, señor. Lamento oír eso, y también siento mucho haber sido cruel hace un momento. No tuve en cuenta su sufrimiento por perder a alguien importante para usted —se disculpó.

—Oh, está bien —dijo para calmarla—. De alguna forma lo vi venir. Mi familia en variadas ocasiones me advirtió sobre la calidad de persona que él era, pero yo tenía esperanzas de que fuera alguien mejor. Sus hechos me lo habían demostrado.

—No hay que castigarse por ello. En realidad, nadie lo esperaba.

El señor Kim sólo se limitó a sonreír débilmente.

—Si usted y yo estamos así, no quiero imaginar cómo debe sentirse su hermana. Lo único que medianamente me consuela, es saber que al menos fue sincero con la señorita Beth, y que no le dió un matrimonio infeliz.

—No trate de defenderlo, esto no le ayuda a usted.

—¿A mi imagen se refiere? —preguntó confundido.

—No, está tratando de excusarlo para que no le duela tanto su traición —explicó, y ésa fue la primera vez de la tarde que SeokJin la miró fijamente a los ojos.

Ésos hermosos ojos, siempre tan serenos y siempre tan brillantes, pensó Emma.

—Me ha atrapado. Pero no puedo reprocharle su accionar; quizás yo hubiese actuado igual que él.

—¿Mentirle a todo el mundo sobre sus reales intenciones? Por favor, no me diga que es igual al señor Dagger —suplicó espantada.

—No. No me malentienda. Quiero decir con respecto a usted.

Detuvieron la caminata.

—¿A mí? ¿Cómo? —cuestionó desorientada.

—Es decir, es muy fácil enamorarse de alguien como usted —alegó serio, y a Emma se le revolvió el estómago de los nervios—. Usted es interesante de mil formas distintas; y su calidez llega a lo más profundo, como un rayo de sol en medio de una larga y tempestuosa tormenta.

Al escucharlo, la señorita Loughty no pudo ocultar el rubor en sus mejillas, ni tampoco su sonrisa emocionada al haber oído tales palabras. El señor Kim siemore lograba cautivarla con sus frases.

Quiso de alguna forma acariciarlo, o abrazarlo... pero bien sabía que no debía hacerlo.

Sin embargo, sin previo aviso, como si hubiese leído sus pensamientos, el señor Kim tomó la mano de la muchacha con suma delicadeza.

Era la primera vez que sentía su firme y suave mano en su piel. Su tacto era cálido, lleno de sentimientos que no se decían, más se podían percibir a simple vista.
Encontraron una vez más sus miradas, y permanecieron así unos segundos.

—Me alegra tenerlo en mi vida, señor —murmuró Emma, ensimismada en los ojos del muchacho.

Apenas dijo eso volvió en sí, carraspeó y se alejó de él, cortando el momento.

—De igual manera, señor, estoy rogando que mi hermana salga pronto de ese estado tan deprimente.

—Deberemos ser pacientes. El amor no entiende de tiempos ni estados —informó el joven, reanudando el paseo.

—Créame, ahora lo sé.

Cuando dijo eso, y observó que el señor la miraba completamente sonriente, se puso en extremo nerviosa.

—Por mi hermana, digo. Lo sé por mi hermana y su agonía —trató de explicarse.

La señorita Loughty iba a continuar explicando el porqué había dicho tal cosa, pero se vio interrumpida por Taleh, quién se dirigía hacia ellos corriendo como si su vida dependiera de ello.

Al llegar, y sin decirles nada, tomó a ambos de las manos y comenzó a llevarlos con apresurada insistencia de vuelta a la casa.

—Espera, Taleh. ¿Qué es lo que sucede? —cuestionó SeokJin, confundido.

—Es Beth, señor... Beth Loughty ha enfermado gravemente —respondió agitado.

The LetterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora