29. La amo, Emma

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—Naina —masculló entre dientes la joven—, no estamos pasando desapercibidas como me dijiste que haríamos.

—Le juro que no sabía que iban a ser tan pocas personas invitadas —contestó avergonzada, encogiéndose de hombros.

Emma estaba a punto de regañar a Naina, cuando desde el primer piso de la mansión, pudo reconocer que la silueta del señor Kim, acompañada de la señorita duquesa, se acercaban a los barandales de las escaleras.

—Señores, sean bienvenidos —saludó ceremonialmente el señor Kim—. Agradezco su presencia esta noche.

—Aquí sólo hay amigos del duque. Al parecer era una estricta, y muy formal, fiesta privada.

Le susurró al oído Naina, volviendo a su lado, después de averiguar con los sirvientes de la casa

—Discúlpeme, no tenía idea —dijo a continuación arrepentida.

—Cielo santo, qué vergüenza —se quejó Emma ocultando su rostro con una mano—. De acuerdo, cuando deje de hablar el señor Kim, nos iremos sigilosamente.

—Está bien.

Ambas mujeres trataron de esconderse detrás de una de las gigantes columnas de la sala, rogando que nadie las reconociera. Pero ciertamente, con tal vestido que Emma llevaba puesto, iba a ser muy difícil.

Lo que ellas desconocían era que inteligentemente, el señor Kim había invitado únicamente a los amigos del duque que él bien sabía que se manejaban en un ambiente en extremo social. Es decir, desde los dueños de las imprentas más prestigiosas de Europa, hasta las chismosas señoras, responsables de esparcir las frescas noticias.

De esa manera, el joven Kim se había asegurado de que su anuncio iba darse a conocer cuanto antes en todos los rincones de la alta alcurnia.

—Siéntase a gusto, y espero que disfruten de la velada —continuó el más joven de los Kim—. Más, antes de que el banquete comience, me gustaría hacer público un anuncio.

—¡La duquesa está embarazada! —exclamó un hombre, levantando su copa e intentando hacerse el gracioso.

Aparentemente, ya estaba pasado de tragos. SeokJin lo observó con desagrado.

—No, no —respondió el señor Kim, asqueado por tal comentario.

Hizo como si no hubiese escuchado a ese hombre, y pretendió proseguir con su anuncio. Sin embargo, no pudo ocultar su sorpresa al ver a la señorita Loughty allí, junto a Naina.

Hubiera sido imposible no reconocerla, siendo que se veía resplandecientemente bella con ese elegante y despampanante vestido.

¿Qué hacía allí la señorita Loughty, cuando él especificó a los encargados de las invitaciones, que los presentes debían ser sólo amigos del duque?, se preguntó.

«Bien, debo hacer que valga la pena su presencia aquí», pensó el joven, contento de verla.

—Bueno, querido, qué esperas para contarnos. Apresúrate que tengo hambre —comentó el duque de Cambridge, quién estaba sentado, y ansioso más por comenzar a comer que por otra cosa.

—Bien...

SeokJin se preparó y juntó ambas manos, tratando de disimular sus nervios.

—Sé que para ustedes esta decisión será en extremo inusual, debido a que no conocen la historia completa —explicó a modo de introducción—. Pero, luego de meditarlo por mucho tiempo, la señorita Sarah y yo, hemos decidido anular este compromiso de forma inmediata e irrevocable.

Los murmullos sorprendidos, y las miradas juzgadoras no tardaron en hacerse presentes. Nadie se lo esperaba, mucho menos el padre de Sarah, quién se levantó completamente colérico de su asiento.

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