1. Presentación en sociedad

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Finalmente el tan ansiado momento había llegado; después de más de una década de espera, la pequeña y adorada Beth Loughty por fin sería presentada en sociedad. Apenas dos semanas habían pasado desde su cumpleaños número quince y, aún así para ella, parecieron eternas e interminables décadas repletas de agonía ante la espera.

Beth Loughty estaba desesperada por encontrar a alguien con quien pudiera casarse rápidamente. Y era más que evidente que con su bella inocencia, y sus despampanantes mejillas rosadas llenas de vida, iba a ser una tarea bastante fácil. Aunque no para Emma, su hermana mayor.

Cualquiera iba a poder sucumbir sin ningúna dificultad ante sus tan evidentes encantos. Sin embargo, la señorita Emma se veía con la obligación de protegerla de cualquier candidato poco, o casi nada, merecedor de su belleza. Desde muchachos desesperados por obtener la dote de la pequeña, hasta hombres mayores deseosos de probar carne fresca; ninguno de ellos iba a salvarse del ojo analítico de Emma, quien estaba empecinada en cuidar a su hermana fuera como fuese.

Para desgracia de las hermanas y su padre, la madre de las señoritas Loughty, la querida señora Leclerc, había fallecido luego de dar a luz a Beth. Por ese motivo siempre vivieron conociendo únicamente a su padre, siendo eso más que suficiente porque, sin lugar a dudas, él era excelente. Lo suficientemente cariñoso, atento, noble y sincero. ¿Qué más podían pedir de un buen padre?

—Hermana, te he estado buscando como loca —comentó una agitada Beth ingresando a la gran sala de estar de la mansión Loughty.

Emma yacía en uno de los cómodos sofás de su casa, tomando el té de hierbas que su nodriza, Naina, había preparado minutos antes.

—Bueno, ahora que me encontraste, ¿qué sucede?

—¿Ya te ha contado Naina sobre los interesantes caballeros que llegan a Perth esta temporada?

—No, pero no dudo de que me pondrán al tanto de inmediato —respondió, conocedora de su entusiasmo.

—¡Por eso mismo te buscaba!

Beth se dejó caer al lado de su hermana, y se aclaró la garganta para comenzar a describirle, con lujo de detalle, las últimas noticias que había escuchado de su nodriza Ysabel.

—Esta semana llegarán los Strauss. Son dos hermanos rusos no tan agraciados, pero según dicen, sus increíbles modales y presencia marcan una gran diferencia del resto. También, en dos días, llegarán los Dagger, la familia más rica de Inglaterra, junto con los Kim, y la duquesa de Cambridge.

Su hermana pequeña la miraba fascinada, esperando alguna reacción de su parte, aunque fuera la más mínima.

—Oh, eso es... muy interesante —trató de fingir entusiasmo, pero falló rápidamente.

—¡Es algo más que interesante! —se incorporó y la observó-. ¿Lo entiendes? Es... es... fabuloso, impresionante, impactante.

—Me alegra saber que leíste el libro de sinónimos que te presté la semana pasada —afirmó la joven, riéndose.

Emma se preocupaba por la educación de Beth, y por ello, cada semana le daba un nuevo libro para leer. Siempre se aseguraba de leerlos con anterioridad para que no contuviera algo indecoroso, para la inocente mente de su pequeña. Según les habían enseñado, habían temas que se preferían no leer y, por lo tanto, no saber.

—Estoy tan eufórica que creo que moriré. ¿¡Y sabes qué es lo mejor de todo!?

—Te juro que no puedo imaginarme algo mejor que lo que acabas de contarme —respondió irónicamente.

Beth resopló a manera de queja, mas continuó hablando.

—Falta nada para que sea presentada al fin, y no veo la hora de que algún caballero me invite a bailar. He soñado con este momento toda mi vida.

La más pequeña de las Loughty comenzó a caminar alrededor de la sala. Estaba tan feliz que, de un momento a otro, giró extendiendo sus brazos hacia los costados, y echando su cabeza hacia atrás, imaginó que bailaba con un apuesto caballero en un gran salón repleto de flores.

Emma negó con la cabeza y luego la observó, confundida.

—Aún no entiendo cómo obtienes toda esa información antes que el periódico. Ya te pareces a una de las empleadas. Sin ofender, Naina —se dirigió esta vez a su nodriza.

—No es una ofensa, señorita. De hecho, es una alegría para mí conocer a las personas que llegan antes que los demás. Es mi placer culposo.

—Encima te mufas de ello —rió—. Bien, Betty, ¿qué más sabes acerca de estos candidatos?

—Para mi pesar, muy poco de cada uno —se quejó, volviendo pronto de su sueño despierta—. Sé que los Blunt van a quedarse sólo por un par de semanas, o al menos hasta que su hijo encuentre una futura esposa. ¡Y los Strauss! ¡Ellos tienen pensado quedarse la temporada entera! —aplaudió emocionada—. Y los Kim... bueno... ellos...

A Beth siempre le gustaba dar un toque de suspenso a sus discursos, y como sabía que su hermana lo odiaba, con más razón hizo una pausa dramática.

—¿Y los Kim...? —inquirió Emma, impaciente.

—No sé casi nada sobre esa familia. Apenas he oído algo sobre ellos...

-—Cuenta lo que sepas, entonces —pidió.

—Bueno, el hijo menor de ellos hace no más de un año, heredó una gran, pero grandísima fortuna por parte de su tío materno una vez que éste falleció. Obviamente él era el favorito, y por esa razón todo fue a parar a sus manos. Ahora los Kim son tres veces más ricos de lo que ya eran. Y me han contado que además es realmente muy agraciado —dijo esto último con una pícara sonrisa.

—Ése, sin duda, será la sensación de la temporada —Emma dió un sorbo a su té y suspiró—. Ojalá, hermana, encuentres alguien que te merezca.

—¿Y para usted nada? —interrogó Naina.

—No tengo apetito de casarme apurada, Naina. Por el momento, me alegra decir que mi corazón sólo me pertenece a mí.

—Espera, deja de filosofar, porque lo mejor de todo aún no te lo he contado —reprochó Beth exigiendo toda su atención.

—Dime.

—En dos días, los Dagger harán una fiesta de bienvenida, ¡y ésa podrá ser mi presentación en sociedad!

Dió pequeños saltitos en el lugar, y sus rizos dorados se movieron al compás.

—Es la mejor noticia que he escuchado, Beth. Quizás Bearnard pueda ser el afortunado en invitarte a tu primer danza.

—Ay, otra vez tú con eso —resopló y rodó los ojos—. Bien sabes que no me interesa nada acerca de ese señor, y me gustaría que no estuvieras recordándomelo cada vez que te hablo sobre un baile.

—Bearnard es un digno pretendiente, querida —explicó Emma, mirándola con seriedad—. Quizás, si te dieras el tiempo para conocerlo mejor, te sorprenderías.

La insolente Beth hizo una mueca demostrando el poco interés que tenía sobre esa charla, y Emma se molestó.

Conocían a Bearnard Roy desde pequeñas, y desde el primer momento, el muchacho había caído perdidamente ante los encantos de Beth. Era ya tan evidente, que todo el mundo lo sabía.

Bearnard era alguien bueno, afable y amable, pero quizás en demasía. No era poco agraciado, todo lo contrario; sin embargo, su forma de ser irradiaba demasiada inexperiencia para alguien como Beth, quien quería comerse el mundo apenas fuera presentada.

Sin duda la nueva temporada que se avecinaba, iba a ser un sinfín de emociones para su hermana. Y ciertamente para ella también.

The LetterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora