6. Concepto adquirido

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—Pienso que no hay peor sentimiento que la impotencia —confesó preocupada—. Me mortifica conocer la reputación de cierto caballero y, aún así, no poder hacer nada para impedir que haya un corazón roto.

—Se refiere usted al inminente enamoramiento entre la señorita Loughty y Archie, ¿no es así? —soltó sin más y Emma abrió grande los ojos.

—Cielos, sí. ¿Soy tan evidente? —preguntó Emma tocándose las mejillas con sus manos, queriendo ocultar su rostro, y de esa forma evitar que él viera lo ruborizada que se encontraba.

—Para nada —dijo para tranquilizarla—. Recuerde que soy el amigo más fiel y cercano del señor Dagger, así es que me doy una idea de lo que está sucediendo —alegó, y la joven suspiró aliviada.

—Oh, claro. Por un momento lo olvidé. —Asintió alejando sus manos de su rostro—. Entonces de ser así, no tiene nada nuevo que escuchar de mí. Lo mío son puras conjeturas basadas en palabrerías.

Pronto dejaron atrás las estatuas, y se concentraron más en conversar entre ellos. Después de todo, habían encontrado un tema en común: el señor Dagger.

—En efecto, conozco perfectamente la esencia de lo que puede llegar a ser mi buen amigo.

Al escuchar eso Emma, sin previo aviso se detuvo precipitadamente y se puso frente a él, tomándolo por sorpresa; al señor lo delataban sus enrojecidas orejas y sus ojos bien abiertos.

—Dígame, señor Kim, ¿es él una buena persona? No puedo evitar preguntármelo —cuestionó con abrumadora seriedad.

—De hecho, sí —contestó él, nervioso por su cercanía—. Y me atrevo a decir que, incluso, es la única persona más noble y desinteresada que conozco hasta ahora —aseguró.

Sin embargo, el señor se arrepintió al instante de haberle dicho tal cosa, después de ver la expresión de gran desilusión que le había dedicado la señorita Loughty.
Desde ese momento, el joven supo que jamás quería volver a ver esa expresión en ella, y mucho menos que fuera dirigida hacia él.

—Creo que lo está adulando en demasía, señor, y eso me hace pensar que me comenta esto para que me quede más tranquila por mi pequeña hermana —se quejó—. Debe saber que ella es mí vida, y haré cualquier cosa que esté a mi alcance con tal de que ella sufra lo menos posible, y si me hago más ambiciosa, que sufra nada.

Emma había dicho la verdad con suma franqueza, lo que hizo que el señor Kim quedara anonadado, y ciertamente feliz por su decisión de haberse acercado a ella para hablarle. Había encontrado por fin una mujer segura e inteligente, según él.

—Si mis palabras ayudan a que usted sienta algo de paz con respecto a eso, entonces sí, le digo toda la verdad.

—¿Y cómo puedo yo dar fe de esas palabras? Aún no tengo un concepto establecido sobre quién es el señor Dagger, ni tampoco sobre quién es usted.

La señorita hizo una pausa para dejarlo hablar, pero en cuanto SeokJin abrió la boca, ella lo interrumpió.

—Le advierto, señor Kim, que cuide lo que va a decir ahora. Porque si continúo escuchando nada más que adulaciones, podría comenzar a crear un concepto no muy ventajoso para ninguno de ustedes dos.

Dicho eso, ambos reanudaron la caminata en completo silencio, hasta llegar nuevamente a la entrada del laberinto.

El señor Kim se hallaba enormemente fascinado por la forma de ser de la señorita Loughty. Le parecía extraño, y bastante encantador, hablar con una mujer que dijera lo que pensara sin ningún temor a ser juzgada por un hombre.

—Si se abre a la posibilidad de que mi amigo es una buena persona, lo verá por usted misma —dijo el señor Kim con serenidad—. En cuanto a mí respecta, poco a poco me conocerá, y sabrá que le digo la verdad. Si esto ayuda o no a mi concepto para con usted, es algo que quedará a su disposición.

Emma estaba por responder a ese comentario, pero en vez de eso, miró un momento hacia el frente. Allí reconoció a Beth a través de los grandes ventanales que se encontraban justo frente a ellos, y observó a la feliz pareja bailando en el gran salón.
La sonrisa de Beth era indescriptiblemente feliz, mientas que la del señor Dagger emanaba pura dulzura.

—¿Lo ve? Esa imagen dice mucho más que lo que los ajenos podamos opinar —dijo el señor Kim, también observando la escena.

—Bueno, estoy casi convencida de los hechos, pero aún tengo otra pregunta —acotó casi sin escucharlo—, y ésta es menos discreta.

—Dígame —demandó intrigado.

—Lo que se dice sobre su amigo, esos rumores que han estado tan presentes estos días, ¿son reales?

—Todos —respondió con calma.

—¿¡Todos!? —exclamó atónita—. Dios, ¿y cómo pretende usted que ahora yo, sabiendo esto, permanezca tranquila?

La señorita Loughty se hallaba fuera de sí. Pronto alzó un poco su vestido con sus manos, y comenzó a caminar de un lado al otro mirando el suelo.
Al señor Kim le causó ternura que la señorita pareciera una mujer fuera de sus cabales, quien murmuraba con ella misma mientras daba vueltas.

—¿Cómo le digo ahora a mi hermana, que la persona de la que se ha enamorado, es un hombre ruin? ¡Esto es inaceptable!

—Escúcheme, señorita —pidió el señor, con una voz amable—. Ciertamente Archie no se caracteriza por tener un pasado pulcro y tranquilo, pero eso es lo que lo ha hecho ser quién es hoy; alguien cauteloso, analítico y completamente leal a sus sentimientos e instintos —dijo en un intento de calmarla—. Creo que aquello es la mayor razón por la que debemos confiar en sus acciones. Hoy en día, se ha convertido en un gran hombre, y es lo que importa —alegó al último, con seguridad.

La joven lo observaba con atención. Aquello que había dicho, de alguna forma la había tranquilizado.

Pero por otra parte, distrayéndola del tema principal, no pudo dejar de notar que las luces tenues de los jardines le hacían completa justicia al señor Kim; iluminaban a la perfección su exageradamente hermoso rostro. Tenía facciones finas, y más allá de que supiera que era tres veces más rico que todos los presentes, no lo hacía evidente. Reflejaba humildad y sinceridad en su habla, lo que hacía que la muchacha se viera bastante interesada en él.

—Pues viéndolo así, es bastante fácil aceptarlo.

—Le doy mi palabra, señorita Loughty, Archie hará muy feliz a su hermana.

—¿Su palabra tiene tal valor?

—Depende de quién se lo dé. Mientras tanto, no puedo hacer más que dársela. Ahora, si me permite, volveré con mis amigos. Le deseo una excelente velada.

Hizo una reverencia a modo de despedida, y entró de nuevo a la fiesta.

Sin duda, el señor Kim era muy diferente a como ella se lo había imaginado en su mente. Por el contrario, le había parecido alguien sumamente interesante, caballero y misterioso.

Para Emma, no había algo más encantador y hermoso que la inteligencia, siendo el señor Kim, un gran poseedor de ella.

The LetterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora