14. Enfrentamiento

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—¿Cómo se atreve a irrumpir de esta manera en mi casa? Ya no es bienvenido aquí.

—Te lo suplico, Emma —pidió nuevamente con esa confianza que la joven tanto detestaba—. En verdad quiero y respeto a Beth como a una gran amiga, y sabes que si me dejan entrar, ella se sentirá mejor.

La señorita Loughty no podía creer que ése hombre tuviera tantas hagallas para aparecerse como si fuera la gran solución, al problema que él mismo había causado.

—No la quisiste lo suficiente, y por tu culpa, la pobre Beth enfermó. Sé un hombre por una vez en tu vida, y vete. Acepta las consecuencias de lo que hiciste —le respondió el señor Kim, conteniendo la rabia.

Más que defender a Beth, parecía que el señor estaba reprochándole lo mal amigo que había sido, pensó Emma.

—Señorita Loughty, si aún existe alguna pizca de su aprecio por mí, por favor, déjeme reivindicarme —insistió Archie, ignorando por completo a SeoKjin.

—El único aprecio que puede llegar a existir de mí hacia usted, es como ser vivo, más no como persona después de todo el daño que usted causó —respondió Emma, con semblante serio.

Al oír esas hirientes palabras, el señor Dagger se aproximó con rapidez hacia la señorita. Sin embargo, el señor SeokJin se interpuso en su camino poniéndose delante de ella.

—Es la última vez que te lo advierto, Archie. Debes irte. Tus padres han estado buscándote por días. ¿No entiendes el deshonor que le has provocado a toda tu familia?

Esta vez el señor Kim trató de sonar calmo, pero en su tono de voz se notaba que se estaba esforzando por reprimir su resentimiento.

—¿Podría hablar con usted a solas sin interrupciones, señorita Loughty? —preguntó, mirando con odio a su ex amigo.

El señor Dagger continuaba en su papel de ignorar la presencia de SeokJin, lo que lo hizo que éste se enfureciera aún más.

—No te dejaría a solas con ella jamás. No lo mereces —informó airado.

Su antiguo amigo, exasperado ante el constante rechazo de los dos jóvenes, amagó como que se retiraba del lugar. Pero después de tres pasos, se retractó, y volviendo, largó una carcajada irónica.

—Supongo que debes estar contento ahora que eres el único candidato más fuerte de la temporada. Pero no puedo evitar preguntarme qué harás cuando ella conozca la verdad —espetó furioso.

—No me haré cargo de tus problemas de resentimiento hacía mí, Archie. Esta es la última vez que te lo digo amablemente. Vete —amenazó el señor Kim, señalando el camino.

Emma trataba de ser la neutral en la discusión, pero sabía que en cualquier momento iba a tener que intervenir.

—¿Cómo pudiste? Me veías interesado en ella, y sabías que mis intenciones eran acercarme. Y aún así...

—Sólo por algunas actitudes tuyas pude apenas observar tu interés, más pensé que era un ridículo pensamiento mío. ¿O debía adivinar que por esa razón casi te comprometes con su hermana? Vaya plan tenías en mente —atacó el joven Kim.

La señorita Loughty vio de pronto que el señor Dagger se dirigía directamente hacia el señor Kim para comenzar una pelea física. Y tratando de detenerlos, se interpuso entre ambos, extendiendo ambos brazos para alejarlos.

—¡Deténgase los dos en este instante! —exigió casi gritando—. Demasiado tengo ya con mi hermana enferma, como para también tener que lidiar con ustedes dos, niños inmaduros.

—Perdóneme, señorita —se disculpó inmediatamente, SeokJin.

Ciertamente odiaba hacer sentir así a Emma, por lo que agachó la cabeza avergonzado por su comportamiento.

—Tú y tu supuesta dignidad intachable de la que tanto alardeas —prosiguió Archie, haciendo caso omiso a la petición de Emma—. ¿Acaso ella sabe la verdad? ¿Le has contado, eh, SeokJin? Vamos, dile lo que ella debe saber. Sé un hombre, y demuestra honestidad —dijo provocativo.

—Ya basta.

—¿Decirme qué? —cuestionó la señorita confundida, mirando esta vez al señor Kim.

—No le crea ni escuche una palabra más, señorita Loughty. Lo mejor será entrar y continuar con el cuidado de su hermana.

SeokJin rodeó la espalda de Emma con su brazo, y ella asintió preocupada, siguiéndolo.

—¡Algún día se enterará de lo que eres, y serás tú quién estará en mi lugar, traidor!

Fue lo último que escucharon de Dagger, antes de que desapareciera a través de la densa noche.

Al entrar nuevamente a la casa, Emma se apresuró a dejarse caer en el sofá más grande de la sala principal. Estaba exhausta en cuanto a lo emocional se trataba.
Necesitaba un respiro de tantos problemas.

Primero, la repentina confesión del señor Dagger, luego el enojo y enfermedad de su amada hermana, terminando así con una discusión que fácilmente podría haber sido evitada.

—¿Está usted bien? —preguntó su amigo, observando su mirada fija en el techo—. Disculpe mi arrebato. Jamás esperé que Archie tuviera esa forma de ser.

—Oh, estoy bien, nada más algo perturbada. No puedo creer que tuviera el descaro de venir hasta aquí. Beth no merece esto.

—Por supuesto que no.

El señor Kim se sentó a su lado, y comenzó a jugar con un pequeño adorno que había sacado de la mesa de café que tenían frente a ellos.

—Han pasado muchas cosas y, en muy poco tiempo.

—Ciertamente, y por ello aprecio todo lo que hace por mí, señor —dijo Emma mirando hacia el suelo —. En verdad, no hubiera podido hacerlo sola, y agradezco que haya permanecido a mi lado.

SeokJin giró su cuerpo en dirección a ella para mirarla, y esperó a que ella también lo hiciera. Al percatarse de ello, Emma también volteó y se quedaron frente a frente, mirándose fijamente a los ojos.

Extrañamente, se sentían cómodos con la presencia cercana del otro, como si fuera algo común para ellos tenerse tan cerca.

El señor Kim, con sutileza, elevó su mano y la llevó hacia la mejilla de la joven, para acariciarla con dulzura. Emma, en vez de alejarlo, tomó su mano aún en su mejilla, y así se quedaron mirándose. 

Él se acercó aún más para depositar un tierno y corto beso en su mejilla.
Ambos, sin decirse, creyeron que en ese momento podrían haber muerto de amor por el otro.

—Quiero que sepa usted, que hago tales cosas únicamente cuando aprecio a la persona. Y esta no es la excepción, señorita Loughty.

—Emma —lo corrigió con docilidad—. Puede decir mi nombre.

Fue su manera de decirle que ella también lo apreciaba, y que confiaba ciegamente en él.

—De acuerdo, señorita Emma.

En cuanto escuchó su nombre en la voz del muchacho, largó una pequeña risilla, y pensó que ahora su nombre sonaba mucho más bello que de costumbre.

Esperaba que sólo le dijera Emma, pero sabía que ambos habían sido criados de tal manera para nunca perder el respeto y el decoro. No antes de casarse, al menos, pensó la joven, y volvió a ruborizarse.

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