CAPÍTULO 3

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La de Martín fue la primera cara que vi al volver, debería mencionar al oficial de migraciones que selló mi pasaporte y me dijo "Bienvenido". Pero no estoy seguro de haber visto su cara, no estoy seguro de muchas cosas

Aterrice, pasé por migración, por la aduana y al salir del aeropuerto lo vi parado ahí. Sonreía y sostenía un cartel con mi nombre, como los chóferes que van a buscar a los pasajeros que no conocen ni conocerán jamás

Martín parado ahí, con un cartel con mi nombre. Se había dejado crecer la barba, pero seguía siento el mismo que conocí a mis 12 años, en el curso de ingresó al colegio

Sus ojos risueños y cálidos, su sencillez

No lo esperaba

Le había avisado que iba a volver y me preguntó el número de vuelo, debí haber sospechado que vendría

-Bienvenido a la patria- me dijo, mientras me abrazaba.

Había hablado con dos personas desde el aterrizaje y las dos me habían dicho "Bienvenido". Ojalá significará algo

-Es todo- dije- Son solo unos pocos días, los necesarios para firmar los papeles de la herencia de la abuela y buscar a Sacha

Martín me acompañó a las dos cosas, nunca supe porque él quiso ser mi amigo, le llevó años

Yo quería ser invisible para el resto y en parte lo logré, salvó por Martín y un par más. Él me vio

En el colegio había muchos alumnos muy cultos, pero a diferencia de ellos, Martín no se jactaba de sus conocimientos, no había ningún tipo de soberbia en su saber

Durante años lo vi ampliar sus campos de interés. Me fue sorprendiendo: en las conversaciones en el aula siempre tenía una frase o una cita adecuada para que las ideas fluyeran o para mirar el asunto de otro punto de vista

Más allá de los saludos cordiales y las frases de ocasión (yo era especialista en ellas), la primera vez que hablamos fue cuando teníamos 15 años, pero en los años siguientes no hablamos mucho más. Cuando yo me fui nos hicimos amigos a la distancia, escribiendonos

-Una amistad por correspondencia- se burlaba- Somos del siglo XIX-

Aquella primera vez hablamos de cine, estábamos en un bar en la calle Moreno, él me había pedido ayuda para estudiar algo (Latín, creó)

Llegó tarde, la puntualidad nunca había sido su fuerte. Yo tomaba café con leche; él mientras esperaba el suyo temblaba con los dedos en la mesa

Saqué mis apuntes y se los di, él se disculpó; estaba apurado, me dijo, porque se había enterado que había un ciclo de películas, no recuerdo de que país (¿Irán? ¿Noruega?). Me dijo que quería estudiar cine, cosa que al final hizo al terminar el colegio

Mis gustos cinematográficos se remitian a una sola película: Blade Runner, y se lo dije, ¿Cuántas veces la habría visto? ¿Cinco, seis? ¿Más?

Él se puso a hablar de Blade Runner y la cargó de muchos más significados de los que ya tenía para mi. Me habló de expansionismo alemán y de su influencia en la estética y en el argumento de la película, del uso de contrastes extremos en la fotografía, de su tono pesimista

De un protagonista moralmente reprochable metido en un universo que no le pertenece. Un universo nocturno, bajo una lluvia constante

No estudiamos; él se la pasó hablando de cine todo el tiempo y mientras se despedía dijo:

-Gran película sobre lo que significa ser humano en un futuro teñido de melancolía y fantasmas del pasado-

Bajo el cielo del Sur Donde viven las historias. Descúbrelo ahora