CAPÍTULO 8

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A nuestras vidas las rige el azar, me lo enseñó el tiempo, me lo enseñaron los libros

Hace años una amiga me recomendó leer El Halcón maltés de Dashiell Hammett. Hay una pequeña historia en ese libro que siempre me acompaña

El señor Flitcraft era un buen ciudadano, buen padre y buen esposo. Iba caminando por la calle y al pasar por una obra en construcción una viga cae y se estrella en el piso cerca de él

Sale ileso, sólo recibe un raspon producido por una esquirla que le deja una pequeña cicatriz. Entonces comprende que los seres humanos mueren así, por azar y que viven solo mientras el ciego azar los respeta

Decide en ese instante no volver a su hogar, se va a vivir a otro lado, abandona a su família, su trabajo, se va sin decir adiós. Vagabundea por un tiempo hasta que en otra ciudad se vuelve a enamorar y se casa. Regresa a la misma vida rutinaria que tenía antes de huir

Y sin embargo, a pesar de la extraña actitud de Flitcraft, siento lo mismo que señala Spade, el detective protagonista de la novela de Hammett: Se acostumbró primero a las caídas de vigas desde lo alto y en el momento en que no cayeron más vigas, se acostumbró a que no cayeran

Igual que aquel buen ciudadano, yo ya había aprendido a estar atento a las caídas y a los cambios

Me gustaría, algún día, tener que acostumbrarme a las rutinas

Bajo el cielo del Sur Donde viven las historias. Descúbrelo ahora