CAPÍTULO 20

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Estaba a punto de irme a dormir y la vi: había sido una tormenta muy fuerte, truenos y rayos, había llovido bastante. Ahora el cielo estaba limpio y la noche era clara

No lo había notado antes, pero desde la pequeña ventana de mi habitación, detrás del edificio oscuro que está enfrente, a una cuadra de luz y distancia se veía la Cruz del Sur

Apoye el libro que tenía en la mano sobre la pila que crecía en el piso, crecía con cada libro que compraba porque quería leerlo y luego encima de ese aparecía otro que también quise leer y no lo hice, u otro que pensé que podía interesarme por algún motivo

Las pilas de libros, son siempre la expresión de un deseó. Insatisfecho o no

Me paré, pero solo podía ver las estrellas si estaba acostado en la cama. Me vestí y subí a la terraza para verlas mejor, la puerta de la terraza estaba cerrada con llave; baje decepcionado los tres pisos por la escalera pensando que en los manojos de llaves que había en el departamento debería encontrarla, pero preferí pedirle una copia al encargado al día siguiente

Al acostarme, recordé mi primer y único telescopio. Me lo regalaron, tal vez era Reyes, en el campo de la abuela. Recuerdo el canto de las chicharras, el calor, debía ser Enero

Estaba deslumbrado por la cantidad de estrellas en el cielo del campo, tan diferente al cielo de la ciudad, por la contaminación lumínica.

En la casa de la abuela había un viejo libro, en francés, con las constelaciones. Recuerdo el libro, grande para mis manos de entonces, cuadrado, de tapa dura, con sobrecubierta. Recuerdo las yemas de mis dedos recorriendo los dibujos de las constelaciones y pensando en los primeros hombres que habían visto esos dibujos en el cielo, uniéndo las estrellas

Entre las constelaciones mi favorita era la de Perseo; no recuerdo si había leído el mito en un cuento infantil o si alguien me lo había contado. Si recuerdo la inquietud que me produjo él contándole la cabeza a Medusa con la ayuda de un espejo ya que no podía mirarla a los ojos, y guardando su cabeza llena de serpientes en una bolsa

Pase las noches de aquel verano pegado al telescopio mirando las estrellas, con la ayuda de las ilustraciones del libro que logré identificar varias y también algunas constelaciones. Recuerdo mi sorpresa al descubrir que las Tres Marías era el Cinturón de Orión. A ellas si se las podía ver desde mi casa en San Isidro

Tal vez fue por eso mi obsesión con el cielo nocturno, que ese año me regalarán un paquete de estrellas autoadhesivas, de esas que brillan en la oscuridad. Venían con un mapa del cielo que permitían armar, no recuerdo que constelaciones

Yo quise armar la de Perseo, pero no me alcanzaron las estrellas y la deje por la mitad. De todos modos, creó que me habría gustado mucho tener una constelaciones del cielorraso

La noche siguientes, ya con las llaves pude subir a la terraza a ver las estrellas. Era una noche clara y luminosa, no recordaba nada de las constelaciones y no pude ubicar ninguna, salvo las Tres Marías y la Cruz del Sur

No encontré las de Perseo; tal vez, pensé, la Medusa le haya ganado esta vez

En mis primeros meses en el norte me señalaron la Osa Mayor. También aquella noche era clara y me sorprendió la diferencia del cielo. Que vivamos bajo distintas estrellas

No había pensado en esto por años. Lo recordé la primera noche en la terraza y me alegré, sin saber porque, de estar bajo el cielo del sur

Bajo el cielo del Sur Donde viven las historias. Descúbrelo ahora